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Opinión · Otras miradas

Meritocracia: Un cuento para dormir a los idiotas

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Freepik.

Ah, la meritocracia, ese relato encantador que nos asegura que el esfuerzo y el mérito personal son los motores del éxito. Es una idea que tenemos tan presente y arraigada en nuestra cultura que a veces se siente casi religiosa. Levántate pronto, trabaja duro y te comerás el mundo. Pero ¿qué hay de verdad? ¿Y si te dijera que ese bonito cuento tiene más de fantasía que de realidad? 

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En nuestras sociedades actuales, el 60% de los ingresos dependen de dónde has nacido, el 20% de los ingresos de tus padres y el 20% restante del esfuerzo, la suerte, la raza y el género. Estos datos son una ducha de agua fría para quienes aún creen fervientemente en el mito de la meritocracia. 

Imagínate ahora que el mundo es una gran carrera de fondo. Quienes defienden la meritocracia te dirán que todas las personas comenzamos en la misma línea de salida y que todas tenemos la misma distancia que recorrer hasta la meta. Pero la realidad es que algunas personas, antes del pistoletazo de salida y cuando la gran mayoría todavía ni ha empezado a correr, ya están cruzando la línea de meta. ¿Por qué? Porque, en España, el 73% de la desigual distribución de la riqueza proviene de las herencias. Sí, has leído bien. Las herencias. Ese pequeño detalle que no depende ni de tu esfuerzo ni de tu mérito, sino del de tus antepasados. 

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He solido escuchar en diversas tertulias decir a emprendedores (alguno incluso dirá que empezó en un garaje) que las personas jóvenes tienen claro que no les van a regalar nada y que solo con esfuerzo van a lograr el éxito. Quizá tengan razón, quién sabe. Sin embargo, lo que tengo claro que no sé es cómo conciliar estas afirmaciones con el hecho de que si naces en una familia rica tus probabilidades de morir rico son infinitamente mayores que las de alguien que nace en una familia pobre. 

Y los números no engañan. En Estados Unidos, desde la década de los 80, los ingresos del 0,1% más rico han crecido un 320%, mientras que los de la clase trabajadora apenas un 0,1% anual. Según el razonamiento meritocrático, quizá deberíamos suponer que hay gente para la que el 0,1% más rico se ha esforzado 3.200 veces más que el 50% más pobre de la población, ¿verdad? Realmente suena absurdo. 

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En España, por su parte, datos publicados demuestran que el 80% de los niños y las niñas que nacen en familias pobres morirán pobres. Es verdaderamente jodido pensar que 8 de cada 10 personas tienen tatuada de nacimiento la pobreza para toda su vida. ¿Qué sociedad es ésta? ¿De verdad alguien puede hablarnos del ascensor social ante esta realidad? El ascensor social está roto desde hace muchos años y, lo que es más preocupante aún, parece que nadie tiene la intención de repararlo 

Es más, diría que el ascensor social en España no solo está averiado, sino que se ha convertido en una atracción de feria. Una atracción en la que, por desgracia, solamente unas pocas personas logran subirse. Y es que la concentración extrema de la riqueza y, sobre todo, su traspaso por vía sanguínea a través de las herencias, han hecho que la movilidad social navegue por aguas estancadas. Los datos, una vez más, hablan por sí mismos: 74 de las 100 personas más ricas en España lo son por haber heredado. ¿Esfuerzo? Sí, el esfuerzo de haber elegido bien a sus padres. 

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Así que cuidado cuando escuchéis historias de éxito basadas en el esfuerzo individual, porque éstas son el caldo de cultivo perfecto para estigmatizar y culpabilizar a las personas pobres de su situación. A mí me da exactamente igual que el rico diga que es rico es rico porque se ha esforzado mucho. A mí lo que me fastidia es la otra derivada de ese discurso en base a la cual si eres pobre es porque no te has esforzado lo suficiente. ¡Esfuérzate, joder, que nada tiene que ver que el sistema esté amañado en tu contra desde antes de que nacieras! 

En definitiva, que la meritocracia, y esa promesa del éxito a través del esfuerzo individual, empieza a diluirse cuando contrastamos el relato con datos. Vivimos en unas sociedades donde existe una desigualdad estructural, que además se perpetúa a través de factores ajenos al mérito personal, que es precisamente la que demuestra que el relato meritocrático es más un libro de ciencia ficción que una guía práctica para seguir. 

Y cuidado. Porque este no es un llamamiento contra el esfuerzo. El esfuerzo es sin duda necesario y valioso. Una persona seguramente recogerá mejores resultados si se esfuerza que si no lo hace. El problema radica en que una persona que se esfuerza un montón puede ganar mil euros al mes, mientras que otra, tirada en el sofá, puede tener millones de euros en el banco por el simple hecho de haber nacido entre algodones. Pero es que además se atreverá a decirle al que gana mil euros al mes que es pobre porque no se esfuerza lo suficiente. 

Por tanto, creo que es importante reconocer y abordar estas diferencias de partida para construir una sociedad más justa, donde el verdadero esfuerzo individual pueda tener una oportunidad real de florecer. Que no todo dependa del azar de la cuna. Porque, en un mundo donde la herencia es la reina y el esfuerzo es un simple peón, la meritocracia no es más que un cuento para dormir a los idiotas. 

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