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Opinión · Otras miradas

Un país sin matronas es un país que no cuida a las mujeres 

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Una mujer sujeta una pancarta en la que se lee: 'Tu matrona, junto a ti a lo largo de toda tu vida' durante una manifestación contra el “abandono” de la sanidad en Madrid.- Gustavo Valiente / Europa Press

Casi cada semana algún héroe sin capa protagoniza un emotivo titular en los medios de comunicación por haber asistido accidentalmente al parto de una mujer tal y como cuenta con mucha sorna partera guerrillera en su cuenta de Instagram. Desde conductores de autobús que se desvían de su ruta para llegar al hospital, pasando por policías de paisano que cortan cordones umbilicales que parecen bombas radioactivas, o el vecino que iba a salir a pasear al perro cuando escuchó a una señora gritar en el rellano y le subió la compra a casa mientras a ella le salía un bebé por la vagina. Sin olvidarnos del padre de la criatura que siempre es un héroe, por existir.

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Normalmente, lo que tienen en común los parteros mediáticos es que son hombres y muy, muy valientes, no de los que se desmayan con unas gotitas de sangre. Mucha menos atención reciben las matronas, a pesar de que atienden casi 900 nacimientos al día en España y los sindicatos que las representan no dejan de denunciar la falta de la cobertura de sus puestos tanto en la Atención Primaria, como en la Atención Hospitalaria. Un verano más, vemos cómo los paritorios y los centros de salud andan escasos de personal de matronería y como es costumbre también cuando de hablar de recortes en la sanidad se trata, lo pagamos las mujeres con nuestra salud: más partos con intervenciones hasta las cejas y listas de espera insufribles para realizarse una simple citología. No recuerdo ni un solo momento desde que me instalé la aplicación del Sergas (Servicio Galego de Saúde) en que se diese la casualidad de poder solicitar una cita con la matrona de mi centro de salud sin estar embarazada. La propia presidenta de la Asociación Española de Matronas, Rosa María Plata, se queja de que el Sistema Nacional de Salud mantiene a las administraciones con una actitud “impasible y vergonzosa de inacción”.  

España tiene una de las ratios de matronas más bajas de Europa. Las mujeres españolas solo contamos con 6 matronas por cada 10.000 ciudadanas (aunque cada comunidad hace lo que le da la gana y por eso en Galicia la tasa está en 4 matronas por cada 10000 mujeres, en Canarias 3 y en Navarra, por suerte, son 10). En comparación, la media europea se sitúa tres puntos por encima: 9 matronas por cada 10.000 mujeres, según los datos de la Federación de Asociaciones de Matronas. Actualmente, la mayor parte de las matronas que tenemos en la Seguridad Social están empleadas en la asistencia al parto, mientras se ignoran otros muchos procesos de nuestra salud salud sexual y reproductiva que, o bien quedan desatendidos, o bien caen en manos de profesionales poco cualificados y sin la especialización debida, fomentando además, el intrusismo laboral dentro del propio sistema sanitario. Tal y como asegura Rosa María Plata, la situación de las matronas nunca ha sido buena pero ha ido empeorando con el paso de los años tanto por la sobrecarga de trabajo, como porque ellas mismas no pueden desarrollar todas sus competencias. Además, y a pesar de que la natalidad ha bajado bastante en las últimas décadas, los embarazos y los partos son ahora más complejos que nunca debido, principalmente, al avance en la edad de las madres. Precisamente por eso se ha de incrementar la vigilancia y el control del embarazo y el parto y, como consecuencia, el tiempo y la dedicación en su asistencia.  

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La falta de matronas es un problema de salud pública que nos afecta a todas las mujeres  en todas las etapas de nuestra vida, no solo a las embarazadas, a las puérperas o a aquellas que están buscando un embarazo. El cuidado de la salud sexual y reproductiva que nos brindan las matronas empieza la adolescencia y acaba bastante después de la menopausia, alrededor de los 65 años. En la Atención Primaria todo lo que una matrona puede hacer por nosotras es fundamental para nuestra salud integral y por eso debemos exigir que cada centro de salud cuente, como mínimo, con una: desde cribados de virus de papiloma humano a cánceres ginecológicos, pasando por la toma de muestras y diagnóstico de infecciones de transmisión sexual (que viven un auge preocupante) o infecciones ginecológicas tan frecuentes como la candidiasis o la vaginosis bacteriana. Las matronas también pueden descubrir patologías vulvares, asesorar en planificación familiar o contracepción, acompañar a las mujeres en perimenopausia o menopausia y ofrecerles asesoramiento y alternativas terapéuticas, asisitir los abortos y tramitar interrupciones voluntarias del embarazo, fomentar y apoyar la lactancia materna así como los primeros cuidados del bebé recién nacido y, por supuesto, informar y educar a las jóvenes en salud sexual y reproductiva. Además, la matrona de Atención Primaria supone un enlace directo con el facultativo especialista en ginecología, por lo que son ellas las que pueden hacer la derivación. Por su formación, las matronas también pueden detectar y diagnosticar diferentes patologías como infecciones vaginales y, precisamente por ello, la prescripción autónoma es otra de las demandas históricas de este colectivo.  

Muchas de las mujeres que hemos vivido un parto hospitalario en los últimos años sabemos de sobra lo importante que es la atención personalizada y lo importante que es conseguir establecer una relación de confianza mutua con esa mujer o mujeres que te van a acompañar durante el proceso de nacimiento de tu hijo o hija. Un hospital con pocas matronas significa que las mismas personas van a estar asistiendo varios partos simultáneamente, lo que implica menos atención, más estrés para las profesionales y un aumento real del riesgo para las mujeres y sus bebés. Asistir un parto no es un evento menor, se trata de un proceso único en donde está en juego la vida de dos personas y que, además, supone un impacto psicológico en la vida de todas las mujeres, por eso el apoyo que brinda la matrona es también emocional. Teniendo en cuenta que en España cada vez más se abusa de las inducciones y de las cesáreas, invertir en matronas significa también invertir en partos normales, invertir en la prevención de intervenciones injustificadas y en la sobremedicalización, invertir en madres informadas, empoderadas y no traumadas, invertir en la prevención de la depresión posnatal y también en bebés felices que podrán disfrutar de un vínculo temprano y sano. Un estudio de The Lancet constataba más de 50 indicadores que podrían mejorar con la intervención de las matronas, desde la disminución de los mortinatos a la reducción de los partos prematuros. Me atrevo a decir que invertir en matronas también es invertir en el fomento de la natalidad.  

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Actualmente, para llegar a la media Europea nos faltan más de 5000 matronas a nivel nacional, eso sin tener en cuenta la proporción de profesionales que se jubilarán en los próximos años, la alta temporalidad y la eventualidad que sufre este sector. Mientras tanto, los partos en casa no dejarán de aumentar para quienes se puedan costear una atención personalizada de su bolsillo y los héroes anónimos seguirán copando titulares en todos esos viajes de ida y vuelta al hospital, en donde algunas veces se manda a las mujeres de vuelta a su casa porque no hay personal, o espacio suficiente para atenderlas. Porque una sanidad sin matronas es una sanidad que no cuida a las mujeres.  

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