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Opinión · Otras miradas

Spielberg denuncia a Ríos Montt

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José Manuel Martín Medem

Excorresponsal de RNE en México, Centroamérica y el Caribe

En 1982, durante la guerra civil de Guatemala, los kaibiles (terribles militares contrainsurgentes entrenados por Estados Unidos) arrasaron una aldea de campesinos en el Petén, departamento del norte del país. Acusando a la comunidad de ser cómplices de la guerrilla (argumento habitual del terrorismo de Estado), los salvajes kaibiles torturaron, violaron y asesinaron a doscientos campesinos, en su mayoría mujeres y niños. El dictador guatemalteco era entonces el general Efraín Ríos Montt.

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Uno de los soldados secuestró a un niño de tres años y, amparado por la impunidad de las complicidades, pudo refugiarse con él en Estados Unidos como si fuera su hijo. Poco después murió en un accidente de tráfico.

Hasta el 2011, Alfredo Castañeda, el niño secuestrado, vivió en Boston creyendo que era hijo de quién en realidad fue uno de los kaibiles que asesinaron a su madre y a sus siete hermanos. Las investigaciones de la Fiscalía de Derechos Humanos de Guatemala le desvelaron su auténtica historia y, mediante las correspondientes pruebas de ADN, supo que su padre es Tranquilino Castañeda, superviviente de aquella matanza porque había salido de la aldea para trabajar en el campo. En el 2012 se produjo el reencuentro en Guatemala.

Todo esto lo cuenta Steven Spielberg en un documental que ahora se estrena en Estados Unidos y que ya ha servido para iniciar otro juicio contra Efraín Ríos Montt, el entonces dictador y al que, a los noventa años, sus abogados quieren mantener en su histórica impunidad con el argumento de que padece demencia senil.

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Spielberg hace lo que casi siempre han eludido los grandes medios de comunicación de América Latina, Estados Unidos y España: contribuir a la lucha contra la impunidad del terrorismo de Estado.

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