Cargando...

Opinión · Otras miradas

Escuchar las señales y hacerlo mejor

Publicidad

Escuchar las señales y hacerlo mejor

Escribo este texto con bastantes dudas. Quiero reflexionar lo más en primera persona posible sobre algo que una buena amiga me pedía ayer y que expresé parcialmente en redes sociales. La necesidad de que, ante los acontecimientos que han llevado a la dimisión de Iñigo Errejón, tomáramos palabra los hombres que habíamos compartido espacios de militancia con él. Pensé cuando me lo dijo y sigo pensando ahora, que es un requerimiento justo y muy importante.

Click to enlarge
A fallback.

Mi única duda, lo único que me frena, es que creo que andamos sobradísimos de tíos sentado cátedra y ocupando espacio, justo en un momento en el que las voces que deben oírse son precisamente las que no se han oído estos años. Las de las mujeres que están denunciando, a veces desde el cuidado y la protección que da el anonimato y a veces poniendo el cuerpo, el nombre y el apellido. Como la denuncia que ha presentado ayer mismo la actriz Elisa Mouliaá.

Lo primero que me salió ayer al pensar en la propuesta o petición de mi amiga, es en que yo podría haber hecho más. Yo podría haber hecho más quiere decir, yo debería haber hecho más por saber más.

En primer lugar, debería haber atendido de una manera muy distinta a los rumores. Creo que de forma más o menos sistemática los tíos hemos entendido los rumores como una suerte de versión menor de la realidad. Una versión a la que había que hacer un caso relativo. Donde nuestras compañeras y amigas veían el destilado de una situación a la que atender de forma inmediata y que levantaba alarmas, en mi caso no era así.

Publicidad

En segundo lugar, en no buscar una manera de relacionarme con los lugares donde estas alarmas se estaban socializando. El movimiento feminista ha ido construyendo guaridas seguras, general pero no exclusivamente, digitales, dónde existe la confianza suficiente para nombrar lo que en el desierto de lo real no permite nombrarse. Es evidente que esos espacios sólo pueden ser de mujeres, no se trata (creo) de estar en esos espacios que requieren de confianzas que sólo se pueden forjar así. Desde luego no con la presencia de este chico cis hetero. Eso lo tengo claro. Pero yo sé que esos espacios existen. Sé que mis amigas cercanas los usan. Y sé que hay veces que me habría tocado escuchar sus señales.

Una señal evidente era la de: "esta persona es tóxica".

Por dos motivos. El primero es porque eso es suficiente. Nadie tiene porqué soportar que haya gente tóxica reproduciendo relaciones de mierda a su alrededor. El segundo es porque debajo de "tóxico" caben cosas infinitamente más jodidas, como sabemos públicamente hoy. La idea de entender la realidad por grados, en el que "tóxico" es "mejor" que "agresor sexual", hace que yo no me haga cargo de profundizar por un lado en si tóxico quiere decir tóxico o quiere decir mucho más que eso y también en que hay algo que uno debería hacer si comparte espacios con gente tóxica.

Publicidad

Relacionarme con esos lugares implicaba haber hablado, haber indagado más en esas señales y haber preguntado, ¿qué crees que podemos hacer? Eso establece un vínculo y ese vínculo (que nunca va a ser cómo el que generan los propios espacios) sí puede acelerar las soluciones. Estoy seguro.

La sensación que tengo es que los tíos estamos fallando catastróficamente en esto, porque no saber es un privilegio. Porque hemos asumido que tienen que ser ellas las que se encarguen de todo. De construir los espacios, de recopilar la información, de encontrar la fuerza o los modos para denunciarlos, de sostenerlo después. Que nuestra tarea llega, si acaso, al final, amplificando o enfadándonos mucho o entrando en shock por revelaciones que nos dejan helados y que a nuestro alrededor suponía una cotidianidad con la que se iba lidiando.

Publicidad

Supongo que una cosa razonablemente buena es que esos espacios seguros, que son los únicos que están funcionando (ni la justicia, ni los medios, ni las organizaciones políticas) para acoger las situaciones, que su lógica de funcionamiento y su impacto, se generalice. En organizaciones, instituciones, empresas, etc. Y que los tíos pensemos el papel que tenemos que tener ahí, que cómo mínimo tiene que ser de escucha.

Quizás esa es la primera cosa que podríamos incorporar las distintas organizaciones.

No me quiero extender más.

Esta reflexión es diminuta al lado del calado del problema y la magnitud del mismo. Afortunadamente, no ha hecho falta nada de todo lo que falta para que todos los casos relacionados con Iñigo Errejón se conozcan y que la sociedad y el movimiento feminista respondan con la contundencia con la que lo ha hecho. Eso es también una buena noticia. Quizás la única buena.

Publicidad

Publicidad