Opinión · Otras miradas
¿Fin de ciclo?
Sociólogo y politólogo
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El último barómetro del CIS de octubre confirma la tendencia electoral descendente de Sumar (6,3%) y la representatividad limitada de Podemos (3,3%). Lo peor es que, en caso de ir por separado a unas elecciones generales, todavía lejanas hasta 2027, su traducción en escaños se ve penalizada, con una reducción de la mitad: desde los 31 actuales pasarían a 10 (o 12) para Sumar y 3 para Podemos, afectando a la gobernabilidad progresista.
A ello hay que sumar el negativo impacto político-electoral, en particular, para los núcleos dirigentes de Más Madrid y Movimiento Sumar por el descrédito derivado del caso de Íñigo Errejón, dimitido ante las acusaciones de violencia machista. El futuro es incierto para la izquierda alternativa y afecta especialmente a la legitimidad de su dirigencia. Veamos su impotencia transformadora, los obstáculos y las condiciones para su unidad y las perspectivas y dificultades para su recuperación política y electoral.
La división y la impotencia de las dirigencias alternativas
El declive representativo y de la capacidad sociopolítica e institucional de las izquierdas transformadoras constituye un fracaso para las dirigencias alternativas: reducen su influencia transformadora en beneficio de la gente y aparecen más subordinadas al hegemonismo socialista, inclinado hacia el centrismo y que se ve menos condicionado por su izquierda política. Ello, aunque se mantengan un descontento popular de fondo, una cultura progresista y de izquierdas en la mayoría ciudadana y ciertas movilizaciones sociales que demandan un giro social y democrático.
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Es el momento en que se ve con mayor nitidez la necesidad de una mayor activación cívica y movilización popular. Ello se ha notado en las manifestaciones por el derecho a la vivienda pública o en solidaridad con Palestina, así como, en otro plano, la ola de indignación feminista ante la violencia machista, todavía mayor cuando proviene de un referente de esa nueva izquierda. Esa activación crítica de las bases sociales progresistas permitiría condicionar la acción gubernamental y las estructuras dominantes, además de favorecer el arraigo social de las izquierdas políticas, renovar sus estructuras partidarias y reorientar su acción institucional.
Las causas del declive y las características de cada impotencia particular son distintas para las dos fuerzas, Sumar y Podemos, en pugna por el reconocimiento de sus respectivas orientaciones estratégicas y su gestión orgánica. Hoy por hoy, no hay un diagnóstico común y es imposible el camino hacia una mayor colaboración. Todavía se ventila el proceso de autoafirmación propia y la pugna por la supremacía en el espacio... a costa de la polarización política y de liderazgo frente al otro.
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Podemos, con una opción más confrontativa y crítica con el poder establecido ha sido castigada por el aislamiento político-mediático, fáctico y el acoso judicial, en el anterior marco de Unidas Podemos; les pesa la experiencia divisiva reciente del proceso impuesto desde el núcleo de Sumar para su subordinación. Ha quedado debilitado, aunque ha sobrevivido y apuesta por un desarrollo propio y diferenciado.
El equipo de Yolanda Díaz y el Movimiento Sumar, como fuerza dominante en ese espacio, con el apoyo mediático e institucional, han reorientado su estrategia y su discurso hacia la moderación política y la afinidad con el Partido socialista, con la colaboración de los otros partidos aliados (Izquierda Unida, Más Madrid, Catalunya en Comú y Compromís...). De momento, se reafirman como opción política hegemónica, con su primacía dirigente y la marginación de Podemos respecto del espacio común.
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Ese proyecto de recomposición ha tenido un relativo éxito respecto del predominio institucional de la dirigencia de Sumar en sustitución de la prevalencia anterior de la de Podemos. No obstante, la gestión realizada constituye un fracaso global respecto del objetivo aducido de ensanchar la representatividad y el estatus institucional de ese espacio, así como para consolidar su vertebración interna, manteniendo una gran fragilidad organizativa.
Por tanto, aun con el aval mediático, ha quedado dañada su imagen de utilidad pública para conseguir ventajas significativas para la sociedad, mejorar las relaciones electorales e institucionales de la izquierda alternativa y garantizar su influencia ascendente y su prestigio social. Movimiento Sumar y la coalición Sumar han perdido legitimidad social, lo cual ha motivado la reciente dimisión de Yolanda Díaz de sus responsabilidades orgánicas. Y a ello se acumula el descrédito de su liderazgo por el caso de violencia machista de Íñigo Errejón y su tratamiento orgánico.
Pero, además, hay una ausencia de capacidad explicativa de estos factores y sus causas y, por tanto, persiste una dificultad dirigente para remontar la crisis representativa y de liderazgo. Es el reto que tiene el actual proceso de reconfiguración de ese espacio, con la negociación entre los distintos partidos políticos que lo integran. La respuesta debía estar debatiéndose para culminar en la Asamblea de Movimiento Sumar, a mitad de diciembre. Como añadido, la dimisión de Íñigo Errejón por su comportamiento machista, que era su gran exponente para su diseño estratégico y discursivo, ha generado un vacío lleno de incertidumbre cuyo relleno, no exento de tensiones, está por ver.
La actitud de emplazamiento unitario de la dirección de Izquierda Unida es bienintencionada pero poco realista si no hay una reflexión compartida sobre las causas de la crisis, se aproxima la orientación política entre los dos bloques principales -Movimiento Sumar/Más Madrid/Comunes y Podemos- y se establece un marco más pluralista, respetuoso y democrático. Supondría un recorrido de acuerdos concretos, una recomposición compartida de los liderazgos y una confianza en un proyecto común, superador de las actuales estructuras. Tras ese paso intermedio, tal vez podría desembocar en un acuerdo electoral para las elecciones -municipales, autonómicas y generales- de 2027 y quizá, como precedente, para las de Andalucía de 2026.
Unidad, para qué: sus obstáculos y su conveniencia
La unidad es un gran valor tradicional de las izquierdas. La unidad de las capas populares y su expresión democrática son instrumentos fundamentales para la transformación social progresista. Pero no es un fin en sí mismo. Su importancia y su sentido dependen de las condiciones concretas, de con quién, cómo y para qué.
La experiencia de Sumar y su proceso unitario ha tenido sus claroscuros. Pretendía ensanchar el espacio alternativo y, al mismo tiempo, reorientar su estrategia hacia mayor moderación política y discursiva y recomponer su primacía dirigente, desplazando a Podemos a una posición subalterna. La unidad se justificaba y se asociaba a nueva hegemonía política y orgánica que cohesionaba al conjunto con la promesa de la mejora social para la gente... y del estatus corporativo. Pero, se han ido abriendo paso sus límites y su sentido utilitarista particular.
Ese proyecto de recomposición podría haber sido virtuoso, tal como aparecía en las primeras expectativas, solo que ha tenido un déficit democrático y de regulación del pluralismo, sin tener suficiente legitimidad y consenso interno. Y, además, ha perdido eficacia político-electoral, agudizada ahora con el caso Errejón. Así, han saltado las costuras organizativas, particularmente del núcleo dirigente de Movimiento Sumar/Más Madrid. Por tanto, ahora se cuestiona públicamente su orientación, su liderazgo y su articulación organizativa, y se tensiona el debate para establecer un camino de salida.
La idea de avanzar en la colaboración entre las distintas sensibilidades de la izquierda transformadora para un acuerdo electoral futuro responde a una evidencia política: evitar la victoria de las derechas y su involución autoritaria y regresiva, con la articulación de una fuerte fuerza política que condicione al Partido Socialista y refuerce una trayectoria sociopolítica e institucional de progreso.
Pero dejan abiertos dos elementos clave imprescindibles para valorar su dimensión y su operatividad: la firme orientación reformadora, social y democrática, enraizada en las demandas cívicas, y los reequilibrios orgánicos de su estructura y liderazgo, que exigen procedimientos participativos consensuados e integradores.
La propuesta de IU tiene una preocupación unitaria, pero también debe superar los dos obstáculos antedichos. Por una parte, el enquistamiento del actual equipo dirigente de Movimiento Sumar y su opción estratégica, con su intento de recuperar legitimidad interna y externa, pero reticente para valorar su responsabilidad ante el fracaso político y orgánico del conjunto y, todavía más, para renovar su estructura dirigente y generar puentes con Podemos.
Por otra parte, la dirección de Podemos lo tiene claro: prioridad a su propio autodesarrollo organizativo y electoral, con posiciones políticas confrontativas con el Gobierno y de emplazamiento político a las izquierdas del PSOE, con un giro social y democrático hacia la izquierda. Es el sentido de sus condiciones para su apoyo a los presupuestos generales, que ha sido avalado por casi el 90% de su militancia: la rebaja del 40% de los alquileres y la ruptura de relaciones con Israel.
Trata de fortalecer una exigencia popular y consolidar su proyecto a través de una confrontación política duradera, diferenciada del Partido Socialista, hasta las distintas elecciones de 2027, y con la expectativa de una mayor movilización social, así como de un trasvase de parte -desencantada- del actual electorado de Sumar o la abstención y otras izquierdas. Su intención es un mayor fortalecimiento político-orgánico propio que, en todo caso, le pueda situar en una posición de ventaja negociadora ante posibles acuerdos electorales o, en último término, salir airoso de ese emplazamiento electoral determinante del futuro.
Por tanto, con dinámicas dispares, hay una responsabilidad colectiva y un desafío a la capacidad articuladora y democrática de las dirigencias alternativas, aunque el compromiso mayor recae en Yolanda Díaz y su equipo. Habrá que comprobar si son capaces de dar respuesta a esa encrucijada estratégica de las izquierdas en España. Deberían contar con algunas condiciones favorables, al menos, con un incremento de la activación cívica popular y un impulso renovador participativo por abajo..., sin los cuales este proceso renovador y unitario parece difícil.
O, bien, pueden terminar en una gran derrota político-electoral y orgánica, en ese horizonte de 2027 -sin beneficiar al PSOE o las izquierdas nacionalistas-, y pasar por cierta catarsis profunda que requeriría una renovación y recomposición completa de esa izquierda transformadora, especialmente de la dirigencia de Sumar y sus principales partidos. Mientras tanto, la de Podemos se prepara para resistir en una situación defensiva, y habrá que ver cómo aguanta y proyecta un futuro político y articulatorio para el conjunto.
En definitiva, es necesaria una reflexión colectiva sobre las causas del declive electoral y el desconcierto estratégico de la izquierda alternativa, particularmente de la dirección de Sumar, acentuado hoy por las insuficiencias feministas que ha descubierto el caso Errejón. En los procesos de renovación y relegitimación de sus dirigencias, lo sustantivo ahora son las respuestas a esas perspectivas de bloqueo progresista, la amenaza ultraderechista e involucionista que supone la previsible victoria de las derechas, y conformar una dinámica de reforma social, democrática y feminista. Ello no es indiferente para las capas populares, la democracia, la dinámica de cambio de progreso y la formación de fuerzas sociales que sean capaces de consolidar una senda de avance democratizador. Es sobre esa agenda sobre la que tienen que reformular su legitimidad social y su liderazgo político.
Precisamente, la incógnita actual es si las actuales dirigencias políticas van a ser capaces de representar y conducir esa tarea reformadora, en el doble sentido de su orientación de izquierdas y su articulación orgánica y democrática: entre su unidad y su diferenciación; entre lo común y su pluralidad. De lo contrario, también afectará a su crisis de credibilidad transformadora y su capacidad representativa y hará necesaria su profunda recomposición y renovación en otro ciclo sociopolítico posterior al que hemos vivido estos últimos quince años. El futuro está abierto.
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