Opinión · Otras miradas
Sí es país para mujeres. (Tiene que serlo)
Diputada de Unidos Podemos-En comú Podem-En Marea
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Ángela Rodríguez Pam
Diputada de Unidos Podemos-En comú Podem-En Marea
Este Pacto de Estado contra la Violencia de Género es un puñado de buenas pero insuficientes medidas sin garantías económicas ni de ejecución. No incorpora al movimiento feminista y le falta un enfoque integral para todas las violencias machistas.
Pudo haber un pacto mejor y por eso nos hemos abstenido, pero este sigue siendo un hito histórico para el feminismo pues abre la posibilidad de un tiempo constituyente para las mujeres. Es decir, un proceso feminista de refundación de nuestra democracia que permita hacer de la lucha contra las violencias machistas una cuestión de Estado, que las mujeres formemos parte del Estado en pie de igualdad, gocemos de la misma libertad, seguridad y derechos. #CuestióndeEstado no ha sido nunca (sólo) más o menos dinero, ni más o menos juzgados, sino la posibilidad de construir otro país.
No debe sorprendernos que este Pacto haya sido extraordinario en su elaboración. El procedimiento que hemos seguido para acordar las medidas ha sido poco usual. Normalmente se incluye en los dictámenes lo acordado por la mayoría, sin embargo esta vez los grupos parlamentarios de la cámara hemos decidido incluir sólo aquello que suscitó unanimidad de todas las partes.
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Decían las letradas que nunca se había acordado un pacto de estas características desde los Pactos de la Moncloa, y aunque es cierto que quizás hubiese en esta afirmación más ironía que técnica parlamentaria; una cosa es clara, no es lo habitual que se adopten acuerdos de este calado con este método. Al incluir sólo aquello que era admisible para todos los grupos, se nos han quedado muchas cosas fuera, y por eso hemos sido críticas con el resultado de este pacto, pero no podemos dejar de celebrar esta metodología, porque sin duda, el trabajar por consensos y con diálogo es constitutivo de un modo de hacer política femenino y feminista, diferente al juego masculino del rodillo.
Sin duda, una novedad en nuestra tradición parlamentaria que queremos celebrar y ejercer en lo que viene. Y es que normalmente al Hemiciclo una va con los deberes hechos y los votos acordados. Frente a esta liturgia parlamentaria, la subcomisión ha sido un Banquete en el que hemos podido hablar de política.
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Pero si cabe, aún más extraordinaria que la metodología feminista, ha sido la composición femenina de esta subcomisión. No me malinterpreten, no es que antes no hubiese mujeres acordando cosas en el Congreso, es que han sido muy pocas, casi nunca lo han hecho solas, y desde luego no lo han hecho en cuestiones tan de calado como estas. No son las mujeres quienes han pensado nuestro Estado, y por tanto resulta especialmente novedoso y constitutivo de un verdadero hito para la política de nuestro país y para la historia del feminismo, que se sienten las mujeres en representación de todas las fuerzas políticas de la cámara a acordar reformas legislativas que inciden en lo más profundo de la estructura de nuestra sociedad. Como si las mujeres pudiesen por primera vez reformar ellas en nombre del resto España, como si ellas pudiesen ser y hacer cuestiones de Estado.
Este Pacto contra el machismo es también extraordinario en sus consecuencias. Es el primer paso de un proceso de cambio mucho más amplio que se está comenzando a dar también en nuestro país y que será el primero en contar con las mujeres como protagonistas. Este ha sido un pacto por, para y con las mujeres, que con muchas deficiencias, empieza a poner encima de la mesa también en lo institucional, como ya se venía haciendo en las calles, la ruptura del contrato social para ellas (nosotras), sin duda para quien este contrato ha sido roto en los últimos años de forma más violenta.
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Es a la vez es el primer pacto de la historia de nuestro país que implica una pérdida de privilegios para los hombres, para todos ellos, poniendo en el centro del acuerdo del mismo a las mujeres y sus vidas, como condiciones de posibilidad de cualquier modificación de nuestro contrato social, de una nueva comunidad y de la futura nueva carta que refleje esos derechos y ese nuevo orden de lo común. Más para las mujeres aún significa menos para los hombres que hasta ahora han conservado un derecho tácito a poder disponer de nosotras y nuestros cuerpos. Este pacto pretende terminar con esa era de la España machista, que no puede ser Patria precisamente, en tanto que machista ( aunque claro está, no sólo por ello).
El camino de pactos e hitos que se abre con este acuerdo viene de lejos, pero precisamente por largo, va lento. Si hay una impugnación del régimen del 78 que es transversal a toda la sociedad española es aquella que constata la ausencia de las mujeres y su reivindicación constante por ser la mitad en igualdad de condiciones. Dicho de otro modo, todos esos acuerdos que perpetúan el régimen del 78, son posibles a pesar de nosotras, están viciados de nuestra ausencia. Es seguro que España sería un mejor país si contase con sus mujeres, y es también probable que las desigualdades crónicas que sufrimos hombres y mujeres son posibles en la medida que a las mujeres se nos han otorgado peores status en la escala social. Como las naciones a España en ese proceso de transición, nosotras hemos sido lo otro, las otras, siempre lo subalterno.
Este Pacto de Estado aún no es un pacto feminista, pero camina hacia él, como sucede en tantos otros lugares en este momento donde las mujeres presentan la mejor alternativa para encabezar la posibilidad de otro mundo mejor. Las mujeres contra Trump, las mujeres salvando a Europa de la barbarie, las mujeres en España haciendo política para la gente.
Un pacto para un nuevo contrato social en el que esta vez nadie queda fuera, en el que lo personal es político, en el que los sexos y los géneros, como las razas, las clases y las naciones, conforman las condiciones de los nuevos acuerdos. España se encuentra ya en un momento constituyente, camina hacia procesos constituyentes que la harán otra, diversa y plurinacional, más justa. Uno de esos procesos, (y todos ellos a su vez) que será protagonizado por las mujeres de nuestro país, debe ser un proceso constituyente feminista, y será el camino para hacer de España un país en que solo ya si es con nosotras podremos hablar de democracia. La movilización que permitirá ensanchar la idea de lo nacional irá de la mano ya inevitablemente de las mujeres. No es posible imaginar otro Estado sin sus mujeres, y como sucedió con el antifranquismo que se hizo fuerte en la medida que aglutinaba en sus filas no sólo los movimientos sociales y por los derechos, sino también la pelea por los derechos nacionales; ya no puede haber un ejercicio de construcción de un país de países alternativo y más justo que no incluya económica, social, política y semánticamente a las mujeres.
Qué políticas, qué formas de gobierno, qué dirigentes, qué pueblo, qué palabras, qué matria. Todo esto es lo que está aún por venir, pero lo que es claro ya es que la España que agoniza es la del machismo, y la que está naciendo es la de todas y todos.
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