Opinión · Persona, animal o cosa
FUMAR - El gran esfuerzo.
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Berto Romero
Fumar es un placer genial, sensual. Fumando espera al hombre que ella quiere. Sara Montiel se casca un puro en sus años jamones. Todos los varones quieren participar de esa venérea metáfora. Poseer el negro falo que todos chupan y cuya punta es una incandescente brasa humeante. Humphrey Bogart alivia sus penas junto al pianista: Sam, toca “el tiempo pasará” para mí, mientras me enchufo otro cilindro. Por ella, por nosotros, por Paris y por lo que haga falta. Los cowboys los tienen cuadrados, matan indios y doblegan la voluntad de las bestias. Por eso fuman. ¿Una última voluntad? Un pitillo, por favor. Y díganle a Mary Jane que la quiero. Ha sido el mejor polvo de mi vida. Nada como un cigarrillo en la cama para celebrarlo. Pruébalo hijo, hoy no pasa nada, estamos en una boda. No te tragues el humo ahora. Más tarde, cuando seas mayor.
La historia de todo fumador es retorcida, construida a base de engaños. Es un reflejo del propio vicio en si mismo. Es siempre fruto de un gran esfuerzo personal. Pese al asco inicial, uno lucha para acabar enganchándose al humo, llenando con imaginación y fantasía el vacío y el mareo. Se roban los cigarrillos al padre, se fuman a escondidas, se aguanta el vómito. Se acarrea la culpa. Es una relación con una mala pareja que te da mala vida, a la que se abandona y se vuelve con ella una y otra vez. Se inventan mil justificaciones para verla a escondidas. Se enmascaran sus hedores con chicles de menta. Se siente vergüenza. Se hace piña con otros engañados.
La penúltima mentira fue la de la convivencia. Todas esas salas habilitadas para fumar, esas cortinas de aire, esas zonas de permisión. Esa inversión económica fue para nada. Costeada por los particulares, claro, que ahora se las comerán con colillas. Sólo era un paso previo a la expulsión definitiva de los fumadores, los ingenuos. Resulta que no era un placer genial y sensual sino una depravación repugnante. Rick tiene que salir a la calle a lamentarse de su suerte y dicen que el cowboy murió de cáncer. Mary Jane nunca quiso lamer un cenicero y en las bodas está feo pasar por las mesas ofreciendo una bandeja de tabaco. Lo sabíamos desde el principio. Simplemente nos esforzábamos en no darnos cuenta.
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