Opinión ·
14 D: Rodeamos el Congreso para defender la democracia
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El 25 de septiembre de 2012 decenas de miles de ciudadanos rodeamos el Congreso de los Diputados. Lo hicimos de forma pacífica. Pese a las enloquecidas medidas de seguridad y la estrategia de criminalización lanzada desde el Gobierno, los únicos incidentes se produjeron debido a elementos muy aislados o a provocaciones policiales evidentes (¡que soy compañero, coño!). El movimiento dio una auténtica lección política, construyendo una acción con una gran fuerza simbólica que ocupó mucho espacio en la agenda política y mediática. La movilización fue un éxito pese a la polémica, un tanto artificial, que generó.
Para la derecha se trataba poco menos que de una acción golpista, dirigida a alterar el funcionamiento de las altas instituciones del Estado. Pero la convocatoria también trajo agrias polémicas con algunos sectores de la izquierda. Nos decían que fomentaba planteamientos antipolíticos o “populistas”, poco menos que se trataba de hacerle el juego a la derecha y que alimentaba el discurso del “que se vayan todos”. A unos les respondió de forma brillante el juez Pedraz, archivando la causa contra ocho de los promotores de la acción. A los otros les respondió la gente, siendo capaz de construir una movilización de masas, radical, pacífica, desobediente y muy útil para situar en la agenda política la necesidad de un proceso constituyente.
Esta tarde volvemos a rodear el Congreso. Esta vez lo haremos para defender la democracia frente a las leyes de excepción. La Ley de Seguridad Ciudadana supone una involución en las garantías democráticas, combinando arbitrariedad con demagogia, instaurando lo que algunos juristas han llamado el “derecho administrativo del enemigo” y atacando especialmente el repertorio en la protesta social de los movimientos. Tenemos que decir bien alto al Gobierno y a los que le mandan que su estrategia represiva va a encontrar una fuerte resistencia en la calle. Ya llevamos más de cinco años de crisis en los que el régimen sólo ha sabido responder a las demandas de la calle cerrándose, empobreciendo al país, destruyendo derechos, recortando libertades y reprimiendo. Se trata por tanto de desobedecer sin miedo, serena y pacíficamente a las leyes injustas. Ya nos decía Marcelino Camacho que “el derecho de huelga se consigue haciendo huelgas; el derecho de reunión, reuniéndose; el derecho de asociación, asociándose; y todos estos atributos de la libertad es únicamente la acción de masas la que puede acabar imponiéndolos”.
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La “Ley mordaza” y el conjunto de estrategias criminalizadoras que ha puesto el Gobierno encima de la mesa no pretenden sólo aumentar el nivel de represión. También pretenden contentar al electorado más derechista del PP, aparentar orden cuando el país está en el mayor de los desórdenes. Parecer que se manda, mientras se aplican punto por punto los dictados económicos de la Troika, situando ya la legitimidad del Gobierno en unos mercados que “no son gilipollas” y el futuro del país en que “Alemania sepa adónde vamos”. No se les puede reconocer ninguna legitimidad para imponer el orden a unas élites que han llevado al país a una catástrofe económica, social y hasta demográfica.
¿Cómo no va a ser legítimo y necesario luchar por recuperar el poder y la política para la gente? Manifestarse ante el Congreso es un acto de normalidad democrática tan elemental como que el pueblo —en el que reside la soberanía— le pide cuentas a al Parlamento, que representa (¿representaba?) a ese pueblo. No creo que esto sea un acto “antipolítico”, más bien es un acto politizador, una reivindicación explícita de soberanía y democracia, frente a unas élites políticas que han permitido o colaborado con el saqueo del país. Si las oligarquías nacionales y extranjeras nos imponen un futuro antidemocrático de pobreza y dependencia, nuestra tarea es oponerle la posibilidad de un poder constituyente, de devolverle el poder a la gente para construir su futuro colectivamente.
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Además de protestar contra esta Ley, el 14D debe servir también para sostener la movilización social, junto con innumerables luchas laborales sectoriales, las mareas y con el horizonte de las Marchas sobre Madrid en marzo. Debemos saber que mantener el ciclo de movilización es una condición necesaria aunque no suficiente para el cambio político. Que estemos en una crisis de régimen no quiere decir que éste se vaya a derrumbar o que no sea capaz de regenerarse. Y eso es lo que nos dicen varias encuestas en los últimos meses: que el bipartidismo está frenando su caída y que las alternativas han dejado de subir.
En América Latina, durante los años del shock neoliberal, los regímenes corruptos fueron capaces de resistir muchos años en sus países provocando empobrecimiento, dependencia, inestabilidad y represión. La esperanza apareció con nuevos liderazgos, con amplios movimientos populares capaces de plantar cara y con una voluntad inequívoca de ganar. Ese es nuestro reto, tener la fuerza para incrementar la movilización en las calles, la inteligencia para construir un imaginario constituyente y la generosidad para articular un amplio movimiento político-electoral para la mayoría social.
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El sábado 14 nos vemos en las calles. Sin miedo. Nuestra legítima respuesta ante sus leyes injustas.
Jorge García Castaño
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