Opinión · Punto y seguido
La guerra de Irán contra Israel es religiosa, la de Israel es geopolítica
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Israel e Irán no son vecinos, por lo que no tienen conflictos fronterizos; tampoco existen razones históricas detrás de un choque que ya es militar. Israel fue fundado en 1948 como una teocracia judía (siendo, junto con Pakistán, los dos únicos Estados nacidos en base a una religión que no a una etnia, y ambos casi el mismo año y por la iniciativa de Gran Bretaña), mientras Irán «Tierra de los Arios» (que albergaba durante el Imperio Persa a las tierras palestinas como parte de su dominio), ha experimentado diferentes sistemas políticos. En 1978, por primera vez, Irán es gobernada por una teocracia chiita (TCHI) de extrema derecha, también instalada por potencias extranjeras, concretamente EEUU y Francia, para abortar la última gran revolución democrática del final del siglo XX, que estremeció el mundo de la Guerra Fría, en la mismísima frontera de la Unión Soviética.
En este marco, las relaciones de Irán con Israel han pasado por varias etapas:
Etapa I: Irán se opone a la creación de Israel
En 1940, Reza Pahlaví, fundador de la dinastía, bajo la presión de un poderoso movimiento progresista (marxista y paniranista), se une a India y Yugoslavia en la Sociedad de Naciones para impedir el proyecto de la partición de Palestina entre árabes y judíos, proponiendo un Estado federal Palestino para ambos pueblos, y un gobierno representativo en Jerusalén. Siete años después, cuando la Asamblea General de la ONU adopta el plan de los dos Estados, Irán, ya gobernado por el Mohammad Reza Pahlaví, El Sha, votará en contra, aunque no participará en la guerra de los países árabes contra Israel cuando éste expulse a 750.000 palestinos de sus hogares (la Nakba I); lo que sí hace es enviar a su representante, Abbas Seighal, a las tierras ocupadas para que atienda la situación de los 4.500 iraníes que vivían en Palestina, desplazados por la guerra. Israel promete proteger a los iraníes, acoge a Seighal y pide al Sha tener una delegación en Teherán. Él se niega, por el temor a la reacción del poderoso Partido Tudeh (comunista), los paniranistas (luego agrupados detrás del Primer Ministro el Dr. Mossadeq), y un sector del clérigo chiita, que ve a los israelíes como “usurpadores de la mezquita Al Aqsa”.
Etapa II: El Sha se acerca a Israel
1946. En medio de la victoria del vecino soviético sobre el fascismo, una ola de atentados azota Irán, muchos perpetrados por el grupo terrorista Fedayines del Islam; entre sus victimas se encuentra el historiador Ahmad Kasravi, un exclérigo convertido en el principal crítico del islam, y el fundador del laicismo iraní. Oportunidad que El Sha no desaprovecha: saca una foto suya en la prensa con un vendaje en la nariz afirmando que los comunistas intentaron asesinarle, y que “Khoda” (Dios en persa) le salvó. Un pretexto perfecto para perseguir a la izquierda iraní, paso imprescindible para la transición de la monarquía seudoparlamentaria a una absolutista, y un rediseño de su política exterior, condicionada además por el asalto al poder del movimiento republicano (y antiisraelí) del nacionalismo árabe, que había puesto a temblar a las monarquías de la región. La fusión entre el instinto de supervivencia del dictador, los intereses geopolíticos del capitalismo iraní, y la arquitectura de “seguridad” de EEUU en una zona que alberga gran parte del petróleo y gas mundial y además de estar cerca de China y la URSS, empujan al Sha (tras su regreso al país, gracias al golpe de estado de la CIA), a establecer una amplia alianza con los regímenes no árabes (Israel, Turquía y Pakistán). Sin reconocer al Estado israelí, el Sha venderá petróleo al país judío a cambio de tecnología y armas, poniendo además en las manos del MOSSAD a sus agentes de los Servicios de Inteligencia de Irán, el SAVAK (1958), para recibir entrenamiento sobre las últimas técnicas para “extraer información” y reprimir a los disidentes. Su lucha anticomunista le llevará a sembrar el país de miles de mezquitas, en vez de levantar viviendas sociales y sacarlo de un escandaloso subdesarrollo. Entre los cerca de 40.000 presos políticos hacinados en sus mazmorras y en su gran mayoría marxistas, se encontraba el intelectual judío Aziz Danesh Rad, por militar en el Tudeh. No, Tel Aviv no pidió su puesta en libertad.
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Los mandatarios israelíes como Ishaq Rabin, Moshe Dayan y Shimon Peres visitaron Irán, lo que no impidió que el Sha votara a favor de la Resolución 3379 de la ONU en 1975 que equipara el sionismo con el racismo.
Etapa III: Alianza táctica entre Jomeini e Israel
Durante la Guerra Fría lo único que le importaba a EEUU era mantener a un país en la órbita del capitalismo, y el Islam y sus ayatolás eran y son profundamente antisocialistas, además de antiateos. Es por ello que Jimmy Carter ordena tanto al ejercito iraní (entrenado por EEUU) como al director del temible Savak, el general Hossein Fardoust y sus experimentados torturadores, ponerse al servicio del ayatolá para acabar de una vez con los rojos, imposibles de erradicar.
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Fardoust será exprimido lo suficiente para atrapar a miles de jóvenes marxistas o simpatizantes de la “teología islámica de liberación” y otros; y será enviado al paredón por la orden directa de Jomeini en 1987. Sabía demasiado.
Para aquel clérigo, su Estado Islámico tenía dos objetivos primordiales: convertir Irán en la Medina del siglo VII gobernada por Mahoma (al menos en apariencia, y de allí el velo de la mujer), y apoderarse de la mezquita Al Aqsa; mientras, para EEUU, su misión será contener el avance de la URSS en la zona, cooperar con los Muyahedines afganos para desmantelar el gobierno “ateo-socialista” de Afganistán, y acabar con Saddam Hussein en Irak.
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Es así como la negativa de Yaser Arafat, el primer mandatario extranjero que visita a Jomeini en Teherán, en febrero de 1979, de convertir la Causa Palestina en una Causa islámica, expulsar a los marxistas Frente Democrático y Frente Popular palestino de la OLP, e incluir en su programa la instalación de un Estado Islámico Palestino, será respondida duramente por los ayatolás: patrocinará a la Yihad Islámica, a Hamás (Movimiento de Resistencia Islámica, que no palestina), y creará a Hezbulá para marginar a la OLP, la misma política perseguida por Israel al patrocinar a Hamás.
Meses después, la invasión de Sadam (el principal apoyo de los palestinos después de la URSS) a Irán en 1980, abrirá el camino de la cooperación militar secreta entre Israel y Jomeini: la TCHI, que desconoce la doctrina de Doble Contención de EEUU, comprará armas al “Pequeño Satán” para su guerra común contra Irak. Incluso tras el fin de la contienda en 1988, la cooperación continúa, mientras la TCHI sigue ejecutando a sus críticos con la etiqueta de “espía del sionismo”, imitando a Franco que utilizaba la “conspiración judeo-masónica” para asesinar a sus adversarios con el garrote vil. En 1998, el empresario israelí Nahum Manbar es condenado a 16 años de cárcel por vender armas a Irán, destapando que no era el único: cerca de 100 empresas, algunas estatales, hacían negocio en secreto con los ayatolás.
Etapa IV: Los ayatolás rompen con Israel
Al desparecer en 1991 la URSS, y con Irak convertido en escombros, la TCHI, enfrentada a una profunda crisis de legitimidad, a) se inventa enemigos ficticios extranjeros para exportar la crisis interna, y b) crea la Fuerza Quds para ganar adeptos en el extranjero, pero no bajo la bandera “chiita" -corriente con menos del 15% de los 1800 millones de musulmanes del mundo-, sino “Palestina”, que además atraerá a una izquierda mundial que hace tiempo que ha dejado de pensar: ¿cómo se pueden promover grupos armados de resistencia a Israel (el país con los artefactos bélicos más avanzadas del mundo), en un Irak, una Siria y un Líbano con al menos una veintena de bases militares de EEUU en su interior, utilizando palos, piedras y cohetes de juguete? Atraer la simpatía de los evangélicos del mundo, sobre todo de EEUU, forma parte de esta instrumentalización de la religión: ¿sabían que en las elecciones del 2020, los cristianos evangélicos eran el 28% del electorado estadounidense?
El descubrimiento del programa nuclear de la teocracia en 2002 aumentó los temores de Israel. El pequeño y poderoso Estado capitalista necesita más territorio (palestino), agua (Siria) y el petroleo (iraquí) para su expansión, tres elementos que se encuentran fuera de sus fronteras, y sus rivales, como Irán y Turquía, son una molestia.
Por su parte, Israel, en colaboración con EEUU, empieza a sabotear las centrales nucleares de Irán, mediante el virus Stuxnet, drones suicidas, agentes del Mossad infiltrados en los más altas esferas del poder islámico, que afirman haber robado 500.000 documentos y 183 CDs del proyecto nuclear, llevándolos en coche a Israel. Dijo el expresidente Mahmoud Ahmadinejad que el máximo responsable de la lucha contra Israel en el Ministerio de Inteligencia "era un espía israelí". En enero del 2023, el ex viceministro de Defensa Alireza Akbari fue ahorcado por "espiar para el Reino Unido". Tel Aviv también ha patrocinado a grupos terroristas como ISIS, o Jundullah. grupo baluch que ataca Irán desde Pakistán.
Los dos recursos de Israel
- El Holocausto “privatizado”: ya no se trata de “Nunca más”, sino de utilizar políticas genocidas por la élite política de Tel Aviv para conseguir sus objetivos. Yeshayahu Leibowitz (Letonia, 1903 - 1994), el destacado teólogo judío-israelí, llegó a acuñar el término judeo-nazi, para denunciar a esta casta, y eso que no llegó a ver lo que sucede desde hace seis meses en el Campo de Exterminio Gaza.
- La religión, utilizada tanto a nivel interno, como en el exterior para consolidar el poder de los gobernantes. “Recuerda lo que Amalek te ha hecho”, citó Benjamín Netanyahu, a unos enemigos de los judíos en la Biblia, tras el asalto de Hamás el 7 de octubre a Israel (acción inexplicable y cuyo principal beneficiario fue Netanyahu), incitando a una masacre despiadada de los palestinos: “Destruid todo, matad a los hombres, mujeres, niños, bebés, vacas, ovejas, camellos y asnos" (Samuel 3:15). Las referencias al Gran Israel, Tierra Prometida, etc. aparecen con el Armagedón, la gran batalla del fin del mundo, que en el chiismo es protagonizada por Mahdi, el duodecimano santo que despareció en el siglo VII y que volverá en el fin del mundo cuando el universo esté dominado por el caos. Acercar su advenimiento es la tarea de la poderosa secta mahdaviyun que controla a las Fuerzas de Quds, de quién Qasem Solimani era dirigente. El concepto supremacista del “Pueblo Elegido” judío es otro compartido con el islam, que se considera la “última y la verdadera religión”.
Hacia el infierno
Si promover el yihadismo sunnita y chiita ha sido, sin duda, la ingeniería más exitosa de EEUU en sus operaciones encubiertas, exagerar la amenaza iraní es un negocio redondo para la industria armamentística de esta potencia y de Israel, lo que puso en evidencia el ataque del 13 de abril de la TCHI a Israel.
La mirada subjetiva al mundo con la óptica de la religión, junto con el casi nulo conocimiento de los dirigentes de la teocracia chiita sobre el verdadero orden mundial (y creerse la idea-trampa de que EEUU es un “tigre de Papel”) se fusionan para propiciar una situación imprevisible para Irán y la región. El resto de la catástrofe lo ponen los peligrosos y despiadados dirigentes israelíes, y sus padrinos estadounidenses, que planean bombardear las instalaciones nucleares de Irán, provocando el apocalipsis.
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