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Opinión · Punto y seguido

Complot contra Libia

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En este país africano no hay hambruna, el 80 por ciento de la población está alfabetizado y tiene acceso al agua potable y la sanidad. La esperanza de vida es de 79 años y la tasa global de fecundidad es del 2.7, un signo claro del avance de la mujer. Lo inverosimil de la crisis de Libia, en la actual coyuntura de la región,  es que los sublevados no son los ciudadanos, hartos de  la dictadura férrea de Gadafi, sino jefes tribales –pseudo caudillos-, que respaldados por los comandos de la OTAN (cuya sensibilidad “humanitaria” se desactiva cuando Israel bombardea a los palestinos o Turquía a los kurdos) están empujando al país hacia una guerra civil. Declararlo como «estado paria» y convertirlo en un protectorado, encajaría a la perfección en la nueva estrategia de la OTAN, marcada por la lucha de las potencias para hacerse con el control de los escasos recursos energéticos que quedan.

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Libia es la principal reserva de petroleo de África, cuyo coste de producción del crudo, de gran calidad, no llega al dólar por barril, comparándo con el de Canadá, por ejemplo, que alcanza los 50 dólares. Toda una tentación para las petroleras estadounidenses, marginadas en el mercado libio que está dominado por Europa, China y Rusia.

El plan contra este país es sospechosamente parecido al de Irak, otro Estado árabe desarrollado, al que destruyeron para apoderarse de su Oro Negro.

El cenit petrolero acelera los acontecimientos. EEUU, ante la inestabilidad de Oriente Medio –principal caudal del crudo del mundo-, y la imposibilidad de adueñarse del hidrocarburo de Asia Central (zona de influencia de China y Rusia), pone su mirada en África. Allí, los chinos, adelantándose, ya cuentan con varios millones de efectivos que no sólo intentan controlar sus recursos energéticos, sino también sus mercados.

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Mientras la posición geoenergética de Libia seduce a Washington, Pekín abandona su política “no militarista” y anuncia su rearme, enseñando los dientes.

Estamos ante una nueva recomposición de las zonas de influencia, en la que Gadafi no es más que una miserable pieza de una pérfida maniobra de EEUU.

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