Opinión · Punto y seguido
Con caviar, el Quinteto Caspio celebra su 'Stop EEUU'
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Lo más destacado de la reciente cumbre de los presidentes de los cinco estados litorales del Mar Caspio —Rusia, Irán, Kazajstán, Azerbaiyán y Turkmenistán, entre los cuales no había una sola mujer— reunidos en Astracán para determinar el estatus jurídico del lago más grande del mundo ha sido su declaración política: ¡No a la presencia militar extranjera en la región del Caspio! Mensaje directo a EEUU-Israel, alojados en Azerbaiyán y con pactos militares con Kazajstán y Turkmenistán y que intentan colarse bajo el nombre de “la Guardia para el Caspio”, proyecto financiado por EEUU con 135 millones de dólares. Sin duda, éste ha sido un logro para Vladimir Putin tras el golpe recibido por la crisis de Ucrania y las sanciones de Occidente contra su país. La mejora de las relaciones bilaterales ente Irán y Rusia, reflejada en los elogios mutuos de sus presidentes, la reanudación de los vuelos Teherán-Moscú, y la eliminación del dólar de sus intercambios comerciales han sido la guinda de la reunión. Aun así, los vecinos no se pusieron de acuerdo sobre el criterio de repartirse el lago y sus 48.000 millones de barriles de petróleo y 8,7 billones de metros cúbicos de gas que se encuentran en el fondo del mar o en sus costas.
El “Quinteto” acordó la construcción de un anillo ferroviario para conectar los puertos del Caspio y realizar ejercicios conjuntos de emergencia en 2016.
No es lo mismo ser lago que ser mar
El Caspio puede considerarse un mar desde que Stalin mandó conectarlo en 1948 al mar Mediterráneo a través del río Volga-Don, que desemboca en el mar de Azov, con acceso al mar Negro, por lo que otros países no ribereños —como EEUU—, podrían utilizar su espacio. Sin embargo, su antiguo y único estatuto, firmado por la Unión Soviética e Irán en 1940 lo menciona como lago y otorga su soberanía a ambos países de forma exclusiva. A pesar de que justamente son estos canales lo que lo convierten en mar, Rusia no permite el tránsito de otros barcos por el canal Lenin Volga- Don (como sí lo hace Turquía por Bósforo). Sea lago o mar, los tres nuevos estados —Kazajistán, Azerbaiyán y Turkmenistán— también exigen tener voz y voto en la redacción del estatuto jurídico del lago, a pesar de que en 1991 se comprometieron a cumplir los acuerdos firmados por la URSS en 1940, por lo que Irán podría reclamar el 50% de todo lo que hay en el Caspio. Pero, por ser inviable además de injusto, reclama una partición del 20% para cada Estado, a la que Rusia y Azerbaiyán se oponen.
Hay mucho petróleo y gas en juego. Rusia rechazó la propuesta iraní de ceder parte de sus derechos a los nuevos estados. Puesto que ha sido el país que ha cambiado de geografía, tampoco acepta la partición de la superficie y del fondo del lago entre todos de forma equitativa al 20% para cada Estado. Por su parte, Moscú ha creado un frente unido con Kazajistán y Azerbaiyán para oponerse a Irán: le ofrecen tan sólo el 11% de la participación del Caspio, por lo que Irán está combinando el realpolitik con la diplomacia de cañones: en julio de 2001 no dudó en enviar dos buques militares para expulsar a los barcos de exploración de petróleo azerí de las aguas en disputa. De momento, han acordado no explotar el hidrocarburo en territorios de titularidad por determinar.
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Al final, Teherán ha preferido congelar estas reservas —por carecer de medios tecnológicos para explotarlas y también para no pelearse con los vecinos— y ponerse a explorar la tierra del norte del país, al parecer, empapado de más Oro Negro.
Las autoridades de Irán, a pesar de su lema inicial de “ni Este, no Oeste”, después de la toma accidental de la embajada de EEUU en Teherán y sus durísimas consecuencias militares, polítio-económicas y diplomáticas, se han visto forzadas a trabajar con la URSS primero y con Rusia después: miembro del grupo P5 + 1 que lleva a cabo conversaciones sobre el programa nuclear iraní, Moscú apoya las sanciones de EEUU contra su vecino del sur y se niega a entregarle los misiles S-300 a petición de Israel (por lo que Teherán le ha demandado ante el Tribunal Internacional de Arbitraje). Mientras, Irán rechaza la oferta de Austria para comprar su gas por 20.000 millones de dólares, para no perjudicar el casi monopolio de Rusia sobre el suministro a Europa. Necesita su apoyo ante las presiones de EEUU sin que le tiemble la voz en declarar que no reconocen los acuerdos bilaterales de Rusia con otros países del Mar Caspio por ser ilegales: todas las decisiones se deben tomar por unanimidad.
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Lo cierto es que la falta de tecnología para extraer este petróleo del fondo marino, así como el deseo de no provocar enemistades con los Estados del Caspio, y en medio de una crítica situación en Siria e Irak sumado al hecho de que Azerbaiyán fuese socio de la OTAN —EEUU controla los campos petrolíferos de Azerbaiyán, lo que no consiguió Adolf Hitler con la operación Blau— y de Israel han hecho que Irán prefiera dedicarse a explorar el interior de su territorio en busca de más petróleo y dejar el crudo del lago para tiempos mejores.
Rusia consolida su liderazgo regional
Los socios del Caspio están encantados: Moscú vela por la seguridad de la región sin pedir nada a cambio. Es el único país con fuerzas armadas en estas aguas, desde donde influye sobre los acontecimientos de Asia Central y también Oriente Próximo: puede impedir el uso de sus rutas para que los rebeldes chechenos reciban apoyo logístico y vigilar los pozos y las tuberías de petróleo de la región tras la entrada de las compañías occidentales. Moscú, al igual que hace un siglo, sigue mandando hoy en esta región.
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EEUU entra por las puertas y por las ventanas
Con Azerbaiyán y Georgia en su esfera, e intentando crear un pacto militar azerbaiyano-turcomano —y así separar la parte norte del Caspio (Rusia, Kazajistán) del sur que es Irán—, Washington hace todo lo posible para ampliar su presencia en esta otra zona de influencia rusa, la intersección que conecta Asia Central, Cáucaso y Oriente Próximo con Europa. A pesar del fracaso del proyecto del gaseoducto transafgano, la tentación de Washington es enorme: el Departamento de Energía de EEUU estima la existencia de 17.000 millones de barriles de crudo en el Mar Caspio y 6.630 millones de metros cúbicos de gas, “suficiente para satisfacer sus necesidades energéticas por 30 años” y darle alguna migaja a los europeos. Para ello debería:
* Superar las barreras impuestas por Rusia. EEUU no ha conseguido poner en marcha el proyecto Nabucco ni construir el gaseoducto transafgano desde Turkmenistán, una vez que ocupó Afganistán.
* Reconocer su fracaso en reunir a Georgia, Ucrania, Azerbaiyán y Moldavia en el acuerdo de GUAM (1997), cuyo objetivo era debilitar el poderío de Moscú en su zona de influencia mediante una presencia militar y económica.
* Aumentar el número de oleoductos no ruso de este barrio. El único es el de Bakú-Tbilisi-Ceyhan, que suministra sólo el 1% de la demanda del mercado mundial.
* Abaratar los altos costes del transporte por tubería, que hoy son 13 euros por tonelada, mientras el envío del crudo del Golfo Pérsico sale a 3 euros y el del Mar del Norte, a 7.
* Sortear la inestabilidad política del Cáucaso.
* Acabar con la oposición de Israel y de Arabia Saudí en la utilización de Irán, cuyo territorio sirve para trazar una línea directa del Caspio al Golfo Pérsico: barata, segura y con infraestructura hecha, o construir un gaseoducto Irán-Turquía-Europa. De hecho, a Rusia también le interesaría este largo conducto del norte al sur de Irán, siempre y cuando sea su gas lo que fluyera por él. Pero uno de los motivos de la actual guerra de Irak-Siria desatada por EEUU, Arabia e Israel es justamente impedir la construcción del gaseoducto Irán- Irak-Siria- Mediterráneo. Irán estará fuera del juego diseñado por EEUU, como gran suministrador de hidrocarburo, aunque normalice su relación con Teherán.
* Construir el gaseoducto submarino transcaspiano, a partir del campo Galkynysh turcomano, la segunda más grande del mundo después del iranio-qatari del Pars-sur. Podría suministrar el gas a Europa pasando por los países socios de la OTAN: Azerbaiyán, Georgia y Turquía. La oposición de Rusia e Irán, por los peligros medioambientales que representa, ha anulado el proyecto.
Frente a este y otra veintena de proyectos de exploración en Kazajistán y Azerbaiyán en los que trabajan 11 empresas de EEUU y 24 compañías europeas sin pasar, la alternativa de Putin es un corredor norte-sur desde el Caspio hasta el Mar Negro para llegar al Báltico-Europa.
Así las cosas, para acceder a esta región, los occidentales deben mantener buenas relaciones con Rusia, Irán y Turquía o tendrán que avasallarlos con guerras.
Caviar: la crueldad hecho manjar
Si alrededor de este mar hecho de Oro Negro millones de personas viven en absoluta pobreza, dentro del él habitan unas 800 especies de peces —esturión, entre ellas— en peligro de extinción. La extracción de “las perlas negras” del vientre de este enorme pez se realiza capturando a la madre, golpeándole la cabeza hasta dejarla inconsciente y tras abrirle el cuerpo y sacarle el caviar, la lanzan al mar viva o muerta si no pueden vender su carne. La solución alemana a esta barbaridad tampoco es civilizada: en piscifactorías, las huevas son bombeadas o sacadas con bisturí haciendo una cesárea a la madre. Se le inyectan hormonas durante los casi 35 años que vive con el fin de fertilizarla y explotarla una y otra vez para el deleite de unos cuantos millonarios.
En este Gran Juego por el Mar Caspio, el bienestar de los seres humanos es tan ignorado como la ecología y el ecosistema.
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