Opinión · Punto y seguido
La OTAN se hunde en Afganistán
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“Una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace”, dijo Rasmussen, el jefe de la OTAN, refiriéndose al anuncio de Francia de sacar sus tropas de Afganistán. También es falsa la promesa de un Barack Obama que se enfrenta a una crisis de imagen, ocasionada por la retirada definitiva prevista para 2014 de los 140 mil soldados de 45 países que han perdido la guerra frente a varios miles de insurgentes, peor equipados y menos numerosos que los de Vietnam o Irak. La fatiga de la opinión publica, la presión de Rusia y China, y la cercanía de las elecciones presidenciales hacen que Obama oculte la letra pequeña del acuerdo estratégico que ha hecho firmar a Hamid Karzai y en el que se pueden leer las siguientes condiciones: la retirada será a petición del gobierno afgano que (¡para no hacerla!) recibirá 30 millones de euros al año; la misión terminaría en 2024, sin determinar la cantidad de soldados que permanecerán allí hasta entonces; el numero de las bases militares aumentaría de seis a diez; y la OTAN tomaría el control sobre la política exterior afgana y su espacio aéreo. Una colonización en toda regla y sin la aprobación del Consejo de la Seguridad.
La decisión de inyectar 11 mil millones de dólares anuales al ejército afgano (del que desertan 4 de cada 10 alistados), para que se haga con el control de la seguridad con la misma política fracasada de la OTAN, está dirigida a afganizar la guerra.
Una vez publicado el acuerdo, Irán amenazó con expulsar a varios millones de afganos acogidos, y Moscú y Pekín exigieron que la OTAN se vaya ahora que Bin Laden ha sido elimininado.
El pacto, en realidad, carece de valor, y no sólo porque Karzai no manda ni en la zona verde de su palacete, o porque el Pentágono –que ha anulado al Departamento de Estado– no ha podido conseguir un alto el fuego a los talibanes, sino porque EEUU ya ha perdido el Gran Juego por Asia Central. Entre los motivos, el elevado número de actores (potencias mundiales y regionales), la complejidad de sus tácticas, y sobre todo los errores de bulto cometidos por Washington, como abandonar al imprescindible Pakistán por India, a cambio de que ésta contribuya en la contención de China, ignorando que Nueva Delhi carece de influencia sobre Afganistán. Así es como llegó la venganza de Islamabad: expulsó a la CIA de la base aérea de Shamsi, declaró ilegal la construcción de su mega embajada, bloqueó sus negociaciones con los talibanes y cerró las arterias que trasladaban el 75% del equipamientos –desde agua hasta chalecos antibalas– a las tropas de la OTAN, dejándoles a merced de la voluntad de Vladimir Putin que manda sobre la larga Red de Distribución del Norte, que traslada a Afganistán sólo material “no letal”. “Cuán estúpido es ocupar un país lejano”, diría Sun Tzu. Aun así, los soviéticos que no tenían este problema también sucumbieron en Afganistán.
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Putin pone fin al monopolio de EEUU sobre el asunto afgano, y para forzar la marcha de la OTAN no sólo apoya las protestas de los vecinos de Manas (Kirguizistán) contra la base de la Alianza, por el descargo del combustible de sus aviones sobre los cultivos, sino que a través del Tratado de Seguridad Colectiva –junto con Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán–, condiciona la concesión de bases militares extranjeras en sus territorios a la aprobación de todos los socios.
Es el fin del sueño de controlar la zona de influencia de Rusia-China-Irán, de llevarse el hidrocarburo de Turkmenistán y Kirguizistán desde el gaseoducto transafgano, y encima China explotará los tesoros mineros afganos valorados en unos 850.000 millones de euros, sin disparar un solo tiro.
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Obama alarga la agonía afgana y la de sus tropas, por no barajar otras salidas como paralizar los bombardeos, celebrar una conferencia regional, apostar por un gobierno de unidad nacional “no alineado” y destinar el ingente dinero militar a mitigar el sufrimiento de los afganos.
España, con 97 vidas perdidas allí, con un gasto de 2.000 millones de euros, y sin tener un análisis propio, repite la propaganda de guerra del Pentágono, ya que la sociedad civil, ante los crímenes que se hacen en su nombre en este "cementerio de los imperios", sigue mirando para otro lado.
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