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Opinión · Punto y seguido

Los límites de la libertad religiosa

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Libertad y religión es un oxímoron como razón y dogma, o igualdad y discriminación por mandato divino. Por eso, la libertad de culto que ampara al practicante conlleva también riesgos, como que los hombres con sotana abusen del progreso.

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Se confunde el respeto al creyente con la tolerancia a sus creencias, que suelen ser dogmas impermeables a la crítica e irracionales, y que dejan al fiel a merced de la credulidad y la coacción de los jefes religiosos. Avances como la retirada de símbolos religiosos de los colegios quedan neutralizados al permitir que los padres impongan un menú escolar religioso al alumnado. Criaturas que nacen y crecen como fieles y no como personas, cuya apostasía puede llegar a ser castigada con la muerte. ¿Dónde queda la educación emancipadora?

En demasiadas ocasiones un menor ha fallecido sólo porque él o sus parientes han impedido una transfusión de sangre. ¿Forma parte de la libertad religiosa que unos tutores ejerzan el fanatismo hasta esos límites?

Después de tanto pelear por conseguir una escuela aconfesional, se moldea con sutileza una cantera segregada de futuros devotos. Mañana se echará del aula a Dar-

win para invitar a Adán y Eva. O se justificarán las desigualdades económicas y sociales en nombre del destino asignado. El peligroso poder que llegan a conseguir los iluminados se manifiesta con fuerza en EEUU, donde decenas de religiones lo copan todo, hasta tal punto que algunas instituciones empiezan cada jornada con rezos.

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La obediencia a la fe es alienante, porque promete una vida mejor en el más allá a cambio de no luchar por la felicidad aquí y ahora. La superstición desorienta a la víctima y la hace más vulnerable ante la verdadera causa de su sufrimiento. Con su visión a corto plazo, los gobernantes suelen hallar una aliada en la religión, veterana experta en anestesiar la conciencia colectiva. Su método milenario es capaz de reducir a la ciudadanía a un rebaño necesitado de pastor.

Hay que estar vigilante, porque podemos echar por la borda lo alcanzado en siglos de esfuerzo humanista. En un mundo lleno de preguntas y parco en respuestas, la irracionalidad tiende a prosperar a la sombra del desamparo.

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