Opinión · Punto y seguido
El regreso de EEUU a África y la 'balcanización' de Etiopía
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Etiopía está a punto de entrar en una guerra civil e incluso de desintegrarse. Desde noviembre de 2020, el Gobierno federal de este país de 115 millones de habitantes, el segundo más poblado de África después de Nigeria, lucha contra el Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (FLPT), que gobierna una de las diez autonomías que componen la república.
La injerencia de las potencias regionales y Estados Unidos en el conflicto, aprovechándose de una crisis interna, asemeja la situación de Etiopía a la de Siria, aunque al igual que ocurre con la guerra de Yemen, los medios han guardado un silencio sepulcral, no sea que se forme otro movimiento de solidaridad internacional como sucedió antes y después de la agresión contra Irak en 2003.
El complejo mapa étnico y religioso de la nación -con cerca de ochenta grupos étnicos que profesan principalmente el cristianismo ortodoxo (45%), y el islam sunnita (30%)- es el marco de la discrepancia sobre el modelo político del Estado: el FLPT (de la etnia tigray, que compone el 10% de la población, y cuya élite gobernó la nación entre 1991 y 2018) se niega, desde el septiembre de 2020, a seguir reconocido la autoridad del primer ministro Abiy Ahmed, quien desde 2018 preside una coalición multiétnica. Adís Abeba afirma que no se trata una guerra civil, sino de un movimiento elitista y autoritario respaldado por potencias extranjeras.
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Los detalles del conflicto, que difieren según quien los narra, carecen a estas alturas de importancia ante la catástrofe humanitaria que ha generado: miles de niñas y mujeres han sido violadas, familias enteras asesinadas, cerca de dos millones de personas han tenido que huir de sus hogares mientras otros tantos sufren una grave escasez de alimentos. Ha aparecido el fantasma de la limpieza étnica. El hecho de que el Gobierno haya declarado a TPLF como un "grupo terrorista" y de que éste se niegue a dialogar mientras recibe ayuda militar exterior amenaza, además, la frágil estabilidad del Cuerno de África.
El federalismo étnico se estableció en Etiopía en 1974 cuando los oficiales marxistas, liderados por Mengistu Haile Mariam, tomaron el poder poniendo fin a la dictadura de Haile Selassie. También declararon la sanidad y educación gratuitas y universales y la igualdad de género, entre otras reformas sociales. Es entonces cuando empieza la hostilidad de Estados Unidos hacia el país africano hasta el final de la Unión Soviética y también del Gobierno de Haile Mariam en 1991. Luego, el capitalismo volverá a Etiopía y con ello:
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- El FLPT, antaño de izquierdas, tras 17 años de conflicto armado, depone las armas y se coloca en el gobierno central, siendo representantes del sólo 6% de la población.
- Etiopía se une a la "coalición de los dispuestos" de George Bush para invadir a Irak.
- El país se rompe: Eritrea se declara independiente.
El cúmulo de descontento de los ciudadanos por las políticas del Frente, eleva, en las elecciones 2018, a la coalición dirigida por el oficial Abiy Ahmed Ali, cuyo lema es Ser etíope por encima de la pertenencia étnica, en otro intento de crear un estado unitario e inclusivo. Estados Unidos le apoya, llamándole "socio estratégico cercano", en una zona dominada por Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), aliados no leales de Washington: el nuevo Gobierno se apuntará a la pantomima y rentable "guerra contra el terrorismo islámico" enviando tropas a Somalia, a la vez que varias compañías estadounidenses empiezan a explorar los campos de petróleo y gas etíopes, considerados tan grandes como los de Oriente Próximo.
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Las políticas conciliadoras de Ahmed Ali, la liberación de los presos políticos y la firma de paz con Eritrea, le valieron para que Suecia le diera el Premio Nobel de la Paz 2019, a pesar del enfado de Donald Trump: no porque el premiado, un cristiano pentecostés, fuese un adversario sino porque él se consideraba el único merecedor del controvertido galardón. La prensa estadounidense (y, por ende, europea), empezaron a lanzar una campaña para desacreditarle, aunque por los siguientes motivos.
EEUU en África contra China
1. El lema Soluciones africanas para problemas africanos de Ahmed Ali y la Unión Africana (cuya sede está en Adís Abeba), y dirigido a tejer medidas duraderas dirigidas a la estabilidad del Cuerno de África, perjudica la hegemonía mundial de Estados Unidos y su afán de liderar el mundo de forma unilateral ya demás empleando fuerza bruta.
2. La transformación de Etiopía en una de las economía con mayor crecimiento de África, gracias a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR) de China y sus inversiones: de 55.610 millones de dólares en 2014 a 107.650 millones en 2020. China ha construido en Etiopía centros médicos (Hospital Tirunesh Dibaba, con 100 camas), el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades; ha construido el Ferrocarril electrificado Adís Abeba-Djibouti, que es el primero de África y posibilita el acceso del país al mar; además de numerosas escuelas, otorgando cientos de becas de formación a los estudiantes, etc. En 2020, el 45% de la ayuda exterior de China se destinó a África para realizar unos 1.500 proyectos por las empresas chinas.
En este continente, China ha construido en los últimos años miles de kilómetros de vías férreas y carreteras, unos 20 puertos, 80 instalaciones eléctricas, 130 centros de salud, o 170 escuelas, afirma su Gobierno. Los países africanos optan por los préstamos chinos, porque 1) proceden de un Estado que no de prestamistas particulares (como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial; éste, en 2001, suspendió el préstamo concedido por la negativa del gobierno de privatizar la industria petrolera), y pueden negociar las condiciones, 2) sueñan con que su país sea uno de los agraciados por la generosidad china: en 2018 condonó la mitad de la deuda adquirida por Zambia y Tanzania por la construcción del ferrocarril que une ambos países, y 3) China no concede esos préstamos para obligarles a comprar sus armas, como hace Estados dentro de su política de "regreso de los dólares a EEUU" (te doy dinero con intereses para que me compres armas). Este es, justamente, uno de los puntos de fricción entre los Departamentos de Estado y Defensa de Estados Unidos: el primero no quiere que África sea tratada como una zona de guerra como ocurre con Oriente Próximo, que es el enfoque del segundo.
Hoy, 44 países africanos cooperan en la IFR, y han recibido unos 12.000 millones de dólares entre 2000 y 2014 para las nuevas infraestructuras. Por lo que, paralizar las inversiones chinas forma parte de la política de "Regreso a Asia" (contener a China) de Estados Unidos. Y extender el caos y la violencia forman parte de los medios.
3. El aventurismo del TPLF, su afán de monopolizar el poder, y la incapacidad del gobierno de controlar el conflicto, que había paralizado los proyectos de infraestructura de EEUU que pretendían desafiar la IFR de China.
4. Las políticas pan-etíopes del gobierno, que giran en torno a un estado más centralista, y por tanto, más fuerte, yendo en dirección contraria a la estrategia de EEUU de mantener débiles y fragmentados los estados de interés con el fin de controlarlos. De allí que, los movimientos separatistas en dichos países sean apoyados por Washington. Que las políticas de paliar la pobreza Ahmed Ali pudiesen reducir la fuente de alimentación de TPLF, preocupaba a EEUU. Resulta que, las tierras fértiles están en el sur (las plantaciones de café, algodón y azúcar), mientras en el norte, que incluye la autonomía Tigray hay una vasta llanura desértica y un creciente estrés ambiental y la inseguridad alimentaria que impide acabar con la endémica hambruna en la región.
5. Las presiones de Sudán y Egipto, aliados de Washington, que se oponen a Etiopía por el proyecto de la Gran Presa de Etiopía (con la participación china), que llevaría electricidad accesible a la nación; le acusan de poner en peligro sus recursos hídricos. En septiembre de 2020, Trump recortó la ayuda a Etiopía (que entre 2016 y 2020 fue de 4.200 millones de dólares), por incumplir su promesa de resolver esta disputa.
La visita del pasado 4 de noviembre de 2021 del enviado especial estadounidense para el Cuerno de África, Jeffrey Feltman, a Adís Abeba no fue para mediar en el conflicto sino exigir al Gobierno federal ceder ante las demandas de TPLE. Al ser rechazadas, Estados Unidos le impuso un embargo de armas y otras sanciones. A Feltman, que fue exdirector de asuntos políticos de la ONU en la guerra contra Siria, le respalda otro personaje siniestro de la política exterior de Biden: la afroamericana Susan Rice, activa partícipe en la destrucción de Libia en el equipo de Obama-Biden.
Washington aumenta su presión sobre Ahmed Ali: ha puesto fin a la asociación extraordinaria entre ambos países y a las ayudas económicas; ha ordenado la salida de todo el personal no esencial de la embajada y a sus familias, y ha impuesto sanciones a Eritrea por "crímenes de guerra" ¿o por apoyar a Adís Abeba en el conflicto? Etiopía ha expulsado a varios funcionarios de la ONU por transportar armas para los rebeldes en sus camiones de ayuda humanitaria, y acusa a los insurgentes de recibir armas de la CIA pero también del director general de la Organización Mundial de la Salud, el Dr. Tedros Ghebreyesus, un tigray. El jefe de la OMS lo ha negado.
Intereses de los países de la región
El Cuerno de África conecta con el Océano Índico, el Golfo de Adén, el Estrecho de Bab al-Mandeb, el Mar Rojo, el Canal de Suez y el Estrecho de Ormuz. Por lo que, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Turquía, Irán e Israel intentan influir sobre este conflicto, unos en busca de intereses y otros para protegerse del efecto mariposa, apoyando a una de las partes:
- Turquía, el mayor socio comercial de Etiopía después de China, además de construir infraestructuras (la línea ferroviaria que une este país a Tanzania, por ejemplo), y tener unas 200 empresas en el suelo etíope, también se presenta como un socio militar: Ahmed Ali cree que Ankara puede aplicar en Etiopía sus experiencias en las guerras de Siria, Libia y Azerbaiyán-Armenia para aplastar a los insurgentes, que ya han sido atacados por los drones turcos. De ninguna manera el islamista Erdogan permitirá que el general egipcio Al Sisi (que derrocó con el dinero de Arabia Saudí al Gobierno de los Hermanos Musulmanes de Mohamed Morsi respaldados por Obama) consiga acabar con Ahmed Ali.
- Para EAU, que cuenta de grandes inversiones en Etiopía y ha donado 3.000 millones de dólares a la economía etíope, la antigua Abisinia es clave para acceder al resto de África. Allí cuanta con un centenar de proyectos de inversión (en agricultura, industria, salud y minería), ha entregado miles de permisos de trabajo a los etíopes, ha construido un oleoducto entre Adís Abeba y Eritrea y un puerto y una base militar en este país, desde donde bombardea a Yemen, país desgarrado por una cobarde y cruel guerra de EEUU-Arabia Saudí, y que los emiratíes han desgajado la isla extraterrestre de Yemen y se la han anexionado.
- A Israel le importa Etiopía no solo por la presencia de la comunidad judía Falash Mura (de los que 140.000 personas ya viven en Israel), sino por poder acceder al Mar Rojo, donde Irán respalda a los hutíes de Yemen, y por donde sus barcos comerciales acceden al Canal de Suez. Israel ya controla Sudan y Sudan Sur, que existe gracias a los planes de Tel Aviv asustado por la Primavera de Egipto en 2011.
- En cuanto a Irán, más allá de que la mitología griega afirma que los persas son descendientes de la princesa etíope Andrómeda y el Dios Perseo, la Etiopía actual formó parte del imperio Persa. En febrero pasado Estado Unidos acusó a la república Islámica del intento de atentado contra la embajada de EAU, algo que Teherán desmiente. entonces Fueron detenidas 15 personas que iban a atacar las embajadas de EAU también en otros estados africanos, en represalia por establecer relaciones diplomáticas con Israel.
Inquietante futuro
A China le es indiferente quien gobierne el país: lo abandonará sólo si hay guerra.
Al igual que en Afganistán, Estados unidos es capaz de apoyar a ambos bandos para provocar caos y dominar sus territorios para después convertir el Estado en fallido y poder utilizarlo sin problemas. Washington hará todo lo posible para dominar Etiopía: desde forzar a Ahmed Ali a ceder ante las demandas del TPLF, hasta enviar miles de contratistas (mercenarios) para un Regime change y salvar a la población de la hambruna (hacer del bombero pirómano), como cuando Mussolini invadió Etiopía por la existencia de la esclavitud en otro timo del imperialismo humanitario: "constituye una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos", decía Biden en referencia al conflicto interno de Etiopia, en la otra punta del mundo.
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