Opinión · Punto y seguido
Los siete motivos por los que Biden perdona la vida al destripador saudí
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De candidato en 2020, prometió convertir en "paria" al Reino de Arabia Saudí (RAS), su viejo aliado, y no por la cruel represión medieval que ejercen sus gobernantes sobre la población, sino por uno de sus incontables crímenes cometidos: el del periodista del Washington Post Jamal Khashoggi, a quien la CIA, que conocía el plan, no salvó. Sin embargo, la idea de acabar con el Príncipe heredero Mohammad ben Salman (MbS), apodado Jack el Destripador , pronto fue aparcada por el ya ganador de las elecciones, Joe Biden. Anunció que la venta de armas al RAS iba a ser condicionada al respeto de los derechos humanos del reino, y rompió con la tradicional llamada de los nuevos presidentes de EEUU a Riad (¡en el caso de Trump, incluso fue el primer país a visitar!) y con hacer elogios a la teocracia totalitaria. Los medios estadounidenses, además de llamarle "psicópata", han tachado al futuro rey del RAS de “asesino en serie”, y no por matar a los ciudadanos, sino por envenenar, hipotéticamente, al ex rey Abdullah bin Abdulaziz Al Saud, a quien ha sustituido Salman, el padre del príncipe en cuestión.
Si Biden ha retirado las baterías de misiles tierra-aire Patriot del RAS es porque, según el Pentágono, Irán ya no es una amenaza para sus intereses. Y si ordenó el fin del apoyo de EEUU a la guerra que colideran contra Yemen, no es por “pacifista repentino”, sino porque la prolongación del conflicto ha debilitado gravemente a Arabia, fortaleciendo a Irán, mientras los países de la OTAN, bajo el mando del Pentágono, le siguen vendiendo armas letales: EEUU “sale por la puerta para entrar por la ventana” reza un dicho persa.
Los motivos de Biden
Sin embargo, sentir cariño hacia los dictadores (y desde los años 80, también por los religiosos totalitarios) es inherente a la Casa Blanca. El presidente del imperialismo estadounidense ha dicho una cosa y ahora hace otra (algo también inherente a este cargo), e indulta al joven asesino, por:
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1. La presión del complejo militar-industrial (CMI) y su papel tradicional en el diseño de la política exterior de EEUU. El gobierno de Biden acaba de pactar la venta de 280 misiles aire-aire por valor de 650 millones de dólares. Recuerden que CMI a través de los generales “retirados” organizaba tertulias televisivas debatiendo la posibilidad de un golpe de Estado contra Trump, por a) su insistencia en la retirada de las tropas de los países ocupados, y b) su negativa a atacar a Irán, a pesar de que consiguió (junto con el esfuerzo de Israel y del RAS) romper el acuerdo nuclear con Teherán. Era obvio que el Complejo iba a deshacerse del “presidente por accidente”: necesita enemigos y guerras, aun falsos e inventados, para seguir con el negocio.
El poder del CMI se manifestó durante el mandato de Trump cuando consiguió neutralizar los cinco intentos del Congreso para bloquear la venta de armas al RAS, obteniendo la aprobación del presidente para un contrato de 26.000 millones de dólares. Los motivos de aquel Congreso, que eran la destructiva guerra contra Yemen, el papel del RAS en los atentados del 11S y su continuo pisoteo de los derechos humanos, hoy siguen vigentes, al igual que los chanchullos de la superpotencia con su colonia árabe.
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El propio secretario de Estado, Antony Blinken, fue asesor de seguridad nacional durante el gobierno de Obama-Biden, defensor de la guerra contra Irak, Libia y responsbable de cercar militarmente a China; es cofundador de WestExec Advisors, una consultoría para contratistas militares “y de asesoría estratégica que ofrece experiencia geopolítica”, eligiendo la siguiente nación a desaparecer bajo las bombas. También dirigió otra consultora de los contratistas militares, la Pine Island Capital Partners, siendo compañero del actual Secretario de Defensa, Lloyd Austin, quien también formaba parte de la Junta Directiva de la compañía de armas Raytheon durante cuatro años, la misma que en el abril de 2020 recibió el contrato para diseñar y fabricar misiles nucleares de largo alcance (LRSO), que costará cada uno 10 millones de dólares a los contribuyentes.
Cierto, el CIM implanta a sus hombres en las administraciones de EEUU, pues para vender armas a los gobiernos extranjeros el Complejo requiere la aprobación del Departamento de Estado, sin perder de vista que el propio gobierno de EEUU es su primer cliente, y en algunos artefactos, como las armas nucleares o los misiles balísticos intercontinentales (ICBM) (de unos 100.000 millones de dólares), es el único comprador. En el régimen de Trump, el primer Secretario de Estado fue un tal Rex Tillerson, uno de los directores del fabricante de armas ExxonMobil.
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2. Ante el declive de EEUU en Oriente Próximo, Washington vuelve a necesitar al país que ha sido uno de los pilares de su dominio sobre la región, por el que, entre otras medidas, ha cambiado el nombre del Golfo Pérsico al Golfo (árabe), burlándose de la historia.
3. Ha llegado a la conclusión de que eliminar a MbS podrá desestabilizar el reino, y al establishment de EEUU le importa el RAS, no la familia que lo gobierne. La única fuerza capaz de ascender en tal situación serían los islamistas antiestadounidenses (¡que no anti imperialistas!), puesto que la dictadura ha acabado con la oposición izquierdista. El reino tuvo un pequeño partido comunista, que tras el fin de la URSS cambió de nombre a “Asamblea Democrática”, y aun así, asombrosamente, pactó con el régimen su propio disolución a cambio de la liberación de sus presos. Por lo que Biden ha renunciado sancionar a MbS mediante la Ley Magnitsky, que castiga a los violadores de los derechos humanos.
4. Creer que EEUU aun cuenta con medios diplomáticos y “de seguridad” para poner en su sitio al Cardenal Gris saudí. Puede aplicarle la misma política que hacia Irán: “no cambiar el régimen, sino su comportamiento” para alinearlo con los intereses estratégicos de EEUU.
5. En caso de sobrevivir a los enemigos, Mohammad pronto será rey y EEUU tendrá que tragarle. Es posible que una de las misiones de Emmanuel Macron el 4 de diciembre en Riad fuese romper este tabú: ha sido el primer mandatario occidental en pisar Arabia tras el crimen de Khashoggie.
6. Haber contribuido a la normalización de las relaciones de los Emiratos Árabes Unidos (AEU) y Bahréin con Israel.
7. La intención de MbS de comparar armas rusas, incluido el S-400, y ser consciente de que él tiene bastantes recursos para poner a Washington a raya: atacar a EEUU y Europa con atentados “Yihadistas de lobos solitarios”, retirar las inversiones de Europa y del propio EEUU, entre otros.
"Confunde y reinarás", el lema del heredero
Al ver las orejas al lobo, el segundo de los Principales de las Tinieblas de la zona intentó dar a Biden lo que deseaba a cambio de gozar de su protección, siendo consciente de que EEUU es el único garante de seguridad de los jeques gobernantes. También lo hizo con Trump cuando le amenazó con derrocarle si no bajaba el precio del crudo.
Entre las medidas:
1. Emprender una serie de “reformas” cosméticas, como organizar conciertos de rock con mujeres sin velo, o desmantelar la policía de la moral, para que el régimen no avergüence tanto a sus aliados occidentales.
2. Arrestar a algunos clérigos apólogos del terrorismo contra EEUU (¡si es contra “otros países” no pasa nada!) como a Awad Al-Qarni.
3. Recuperar, en parte, los mecanismos tradicionales de poder del RAS en la zona, que eran: regalar petrodólares a los enemigos, limitar las ambiciones de la monarquía y mantener un equilibrio entre las potencias regionales, en vez de declarar la guerra a todos sus vecinos (Irán, Qatar, Yemen, Siria, etc.)
4. Acercarse a Irán para negociar una salida “digna” de la guerra contra Yemen.
5. Cumplir con la demanda del Fondo Monetario Internacional de una masiva privatización de la economía. De hecho, la llamada “modernización” y la creación de “ciudades inteligentes” y otras patrañas van en esta línea.
Ni Dios podrá salvar a su criatura
“Visión 2030” es el nombre de la salida que se le ha ocurrido a EEUU y a MbS de la crisis estructural que sufre el primer estado árabe fundado por Mahoma. El proyecto, lanzado en 2016, iba a sacar el país del subdesarrollo y también convertirlo de un petro-Estado a una economía diversificada, creando unos seis millones de puestos de trabajo. Sin embargo:
1. La economía neoliberal destruye empleo, no lo crea. El heredero ha recortado el sector público que contrata al 70% de los empleados saudíes, expulsando a decenas de miles de funcionarios. No se dio cuenta de que para consumir en los grandes centros comerciales hay que ganarse un sueldo, por lo que las instalaciones de entretenimiento y los conciertos sólo se llenan de príncipes y princesas, mientras aumenta la pobreza.
2. La “modernización” no llegará a la política: no habrá elecciones libres, ni partidos políticos reales (otra cosa es inventarse unos cuantos desde el poder), ni prensa sin censura. Nuestro hombre “reformista” misógino ni siquiera ha sido capaz de integrar a algunas mujeres, aunque fuesen de derecha fundamentalista, entre los dieciocho nuevos ministros (al igual que en la teocracia de Irán que se niegan a moderarse tras 42 años en el poder, y gobernar a un país donde antes de su catastrófica política hubo dos ministras: cuestión “genética” de un sistema político religioso).
3. Aplicar un recorte de 26.000 millones de dólares en el presupuesto, que incluye la eliminación del subsidio a las ayudas gubernamentales, mientras asigna 500 mil millones al proyecto NEOM- la ciudad inteligente y futurista. Para llevar a cabo esta monumental estupidez anunció la reubicación de los 20.000 habitantes de la provincia de Tabuk: en 2020 los ciudadanos se levantaron en protesta y MbS ejecutó al activista social Abdulrahim al-Huwaiti sin pestañar. Para esta urbe, los empresarios están contratando mano de obra esclava extranjera, antes de emplear a sus propios desempleados saudíes.
4. El reino carece de científicos y profesionales propios para el proyecto. En las universidades siguen prevaleciendo los estudios teológicos, mientras el nivel de las materias técnicas es del siglo pasado.
5. Las inversiones extranjeras directas han disminuido debido a la desconfianza hacia el proyecto. Por lo que, no ha podido crear una economía alternativa al petróleo.
6. A pesar de aliviar la segregación de género, o abrir cines y teatros, el RAS sigue teniendo al Corán y la Sharía como su Constitución. El príncipe de Maquiavelo no tiene ninguna intención de separar la religión wahabí, cuyo fundamento es la obediencia al gobernante, del poder.
7. La totalidad de los príncipes, decenas de magnates -a los que mandó detener y torturar en una de las noches de “cristales rotos”-, al igual que los intelectuales y millones de ciudadanos se oponen a él, a pesar de estar promoviendo una extraña versión del “nacionalismo árabe” en torno al culto a la persona de MbS, destruyendo los otros dos fundamentos del régimen: el clérigo wahabita y la familia Al Saud -el RAS sigue siendo una federación de tribus basada en el vínculo entre estas familias, y los Salman poca popularidad han conseguido entre ambos bandos.
8. MbS ha asumido los cargos de ministro de Defensa, de Interior, del jefe de la guardia nacional (detuvo a su responsable, Mutaib bin Abdullah), concentrando demasiados poderes en su propia persona.
9. En vez de desarrollar la economía y mejorar la vida de los ciudadanos -hay barrios en Riad sin agua potable-, el presupuesto militar del RAS, que en 2017 fueron 50.9 mil millones, aumentó a 56 mil millones un año después, para situarse en 57.000 millones en 2020.
10. Ha eliminado numerosas barreras a la inversión extranjera directa, pero mantiene las restricciones a la entrada de turistas, salvo los musulmanes y en la época de ceremonia de anual de Hajj, no sea que contagien el feudalismo reinante y oscurantista con la burguesía liberal: las llamadas “feministas blancas” no podrán poner los pies en este agujero oscuro.
Salvo que crease un cuerpo militar especial para proteger a la familia gobernante (como los Guardianes Islámicos de Irán y sus decenas grupos paramilitares bajo sus órdenes), MbS no duraría muchos años tras la muerte de su padre de 86 años. Si Washington no cambia de opinión de nuevo estará gestionando, con mano de hierro, una bomba de relojería.
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