Opinión · Carta con respuesta
Cambio de destino
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Para variar, séame lícito proponer una adivinanza política. Blair acaba de ser empleado por la Banca Morgan, que tantos beneficios saca de la guerra de Irak; como Schroeder por la empresa de gas que, cuando todavía gobernaba Alemania, acababa de crear con Putin. En España, tras un González empleado de Slim, y un Aznar por Murdoch, Rato acaba de ser empleado por Botín, después de que abandonara para nada el FMI, al no ser fichado, ahora vemos por qué, por el PP. Con estos datos, adivínese, pues, por una regla de tres…cientos, dónde irá a emplearse Rajoy, a corto o largo plazo (según pierda o gane en marzo), sabiendo que acaba de designar al ex presidente de Endesa, Manuel Pizarro, como número dos del PP en Madrid y candidato a vicepresidente económico.
SIMEÓN IBÁÑEZ LLERA, Madrid
En mi casa se leía más de lo recomendable, tengo que admitirlo. Mamá se ponía una ginebra y leía a Hammett; papá, con su whisky, leía a Mommsem. Los cinco hermanos, en posturas inverosímiles, leíamos a Enid Blyton o a Sven Hassel. Luego cenábamos en la cocina, donde habíamos puesto una enciclopedia Larousse, porque nuestro hobby, como el de José Torán (el “más original, imaginativo y fastuoso hidráulico” español, según Juan Benet, otro ingeniero insólito), era “discutir con rigor”. O incluso sin él: en su (muy frecuente) defecto, nos bastaba el apasionamiento. Con tales antecedentes de consumo irresponsable y abusivo, adivine usted lo que pienso: a todos esos tipos sólo les han cambiado de puesto dentro de la misma empresa. Es un traslado, nada más.
Entre la novela negra y el imperio romano, siempre he pensado que los políticos, al fin y al cabo, no son más que empleados. En cualquiera de las novelas de Dashiel Hammett se aprende que toda la corporación municipal (del alcalde al conserje) está a sueldo de los empresarios mafiosos; y bastan unas pocas páginas de Mommsem para entender que los políticos son unos gladiadores remunerados: nos entretienen en el anfiteatro combatiendo con las espadas que les entregan los poderosos. Eso sí, a menudo son empleados tan humildes, que algunos ni siquiera saben bien para quién trabajan (o tardan en enterarse). Por ejemplo, dicen que Zapatero se sorprendió al comprobar que dedicaba una gran parte de su tiempo a defender los intereses de las empresas españolas.
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Sin duda que no es así, que me equivoco, que nuestros políticos están al servicio de los ciudadanos y que sólo defienden los intereses de la mayoría y el bien común. La lectura, a largo plazo, siempre pasa factura: enseña a divertirse solo, provoca escepticismo y hace soñar con una política de verdad y otras utopías revolucionarias trasnochadas. Por suerte, dicen que cada vez se lee menos.
RAFAEL REIG
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