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Opinión · Carta con respuesta

Lo más natural

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Las ‘nuevas familias’ dan mucho de sí, y una ya no sabe si reír o llorar. El caso es que una mujer de Oregón que abjuró de su feminidad extirpándose los pechos e inyectándose testosterona se casó con otra mujer, estéril, por carecer de matriz. En su deseo de tener descendencia, la primera –que conservaba los ovarios– se inseminó y ¡hela aquí que ya está de 5 meses! No sé yo qué nos ha hecho Dios para que maldigamos la complementariedad de sexos, el modo natural de traer hijos al mundo y la institución matrimonial como resguardo y protección de cónyuges e hijos, pero este desmadre empieza a ser preocupante. En todo caso, si Dios levantara la cabeza se asombraría de nuestra capacidad extravagante para recombinar sexos y hacerlo más difícil todavía.

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EVA NORDBECK BARCELONA

El “modo natural” de traer hijos al mundo? ¿Qué narices es eso? Será parirlos en el hueco entre dos piedras, darles de mamar unos meses y dejarlos que se apañen por su cuenta. Aunque, por lo que se ve en la naturaleza esa, también podría incluir tirar al río a los más débiles, comerse a alguno de vez en cuando o que el padre se folle tan campante a las hijas que se le antojen. ¿Habrá algo más antinatural que una guardería, unos pañales, una catequesis o que un niño se haga monaguillo? En cualquier caso: ¿a nosotros qué nos importa la naturaleza? Nos hemos arrancado de la naturaleza; nosotros vivimos fuera de ella, en la sociedad. Si viviéramos “de modo natural”, para empezar, Dios no existiría: no habríamos sido capaces de inventarlo. Tampoco, por suerte, otras monstruosidades antinaturales como la catedral de la Almudena, las obras completas de César Vidal o esos sombreros con los que tanto disfruta el papa Benito.

En cuanto al asombro del supuesto Dios, manda huevos. A ese tipo ahora le asombra la creación extravagante? Hay que fastidiarse. ¿Estamos hablando del mismo tipo que creó al ornitorrinco, las ladillas, la lepra, los estornudos, la calvicie y el pez martillo? Si hay alguien con una imaginación pervertida y tortuosa, capaz de inventar majaderías inservibles y molestas, y con ideas de bombero pirómano, y todo en siete días, al más puro estilo de circo y más difícil todavía, ese es Dios, ¿no le parece?

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En fin, el argumento de que algo es bueno o malo por ser natural o no, sobre ser pueril, me parece una sandez supersónica. ¿Hay algo más natural que el rencor, la envidia o los pensamientos lascivos hacia la mujer ajena? ¿Hay algo más contrario a la naturaleza que el sacrificio desinteresado, la generosidad o el deseo de escribir un soneto? Lo natural es darle un puñetazo al que te lleva la contraria; lo humano (y antinatural, por tanto) es dialogar, como hacemos usted y yo.

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