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Opinión · Carta con respuesta

Los intereses creados

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Frente a la demanda de Telma Ortiz han alegado que debe prevalecer el derecho de los ciudadanos a la información. Es sencillo dejar a este tipo de periodismo sin argumentos: simplemente habría que delimitar claramente qué se entiende por información, y establecerlo así en nuestra legislación. Si apelamos al sentido común, deberían considerarse como información todas aquellas noticias de interés general que en ningún caso incluyen la mayoría de reportajes de los medios que tratan las noticias del corazón. No es de interés general la filmación de un futbolista y una modelo. Y este no es un debate sobre lo que interesa o no a la gente corriente. Se trata sencillamente de que esta clase de situaciones, independientemente de que interesen a algunas personas, no deberían tener ningún interés para la ciudadanía: en primer lugar porque son escenas tan cotidianas que es una estupidez alegar que son importantes para el resto de la población; y en segundo lugar porque ese tipo de imágenes invaden la intimidad de los protagonistas de manera tan evidente que sólo alguien que nos tome por tontos puede argumentar lo contrario.

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MANUEL PERIS VIDAL VALENCIA

A mí me importa un rábano Telma Ortiz, pero me gustaría discutir ese concepto de interés general, al que tanto apego le tiene la derecha (“lo que de verdad interesa a los ciudadanos”, repetía Rajoy como un disco rayado). ¿Es lo que interesa a la mayoría de la gente o más bien lo que debería interesarle? Usted se decide con rotundidad por la opción B; la clave de su carta es: “Independientemente de que interesen a algunas personas, no deberían tener ningún interés para la ciudadanía”. O sea, por mucho que a la mayoría le interesen las revelaciones del urólogo de un diputado o el sueldo de un banquero, no serán de interés general, porque no se trata de lo que les interese, sino de lo que debería interesarles. ¿Quién decide qué es lo que debería interesarnos? ¿Usted, don Manuel? ¿Rajoy? ¿Dios? ¿La ley?

Como ya no es una cuestión de hecho (no se trata de lo que en realidad nos interesa), sino un deber moral, salta a la vista que el interés general no lo define lo que nos interese a nosotros, los ciudadanos, sino lo que le interesa al que manda. Es de interés general aquello que les interesa que nos interese. Perdone por el trabalenguas.

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Así las cosas, usted propone (¡además!) que sea cuestión de derecho: delimitar por ley lo que nos puede interesar. Formidable. Aunque, en cierto modo, ya se hace: ¿pueden ser de interés general los negocios privados del rey, su vida privada o el uso que hace del presupuesto de la Casa Real? Claro que no: eso no es asunto nuestro, ¿verdad? Por eso me temo que tenemos Telma Ortiz para rato.

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