Opinión · Carta con respuesta
Escuela pública
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Con el objetivo de no tener una sociedad dividida (las clases medias, a la concertada; las bajas, a la pública), podríamos destinar cada vez más dinero a la escuela concertada, hasta hacerla totalmente gratuita... Pues ¡no sería suficiente! No, porque los valores de la solidaridad y de la integración no le valen al gestor privado, ya que disminuyen los beneficios (¿No puede pagar una excursión? ¡Pues que no vaya!, etc.). En las escuelas públicas, se concentran los alumnos que más trabajo dan. No es fácil gestionar estos grupos. La escuela pública no puede competir con la concertada. Con el objetivo de no tener una sociedad dividida, tendríamos que integrar la escuela concertada en la red pública. Así, nos guiarían a todos los mismos valores. Así los alumnos que más trabajo dan estarían mejor repartidos. Así los grupos serían más gestionables. Así se podrían consensuar medidas de mejora: gestión, formación… La autoestima del profesorado subiría. La disciplina podría recuperarse.
MARTÍN MARTÍNEZ MARTÍNEZ Y OTROS DOCENTES BARCELONA
Claro, muy bonito, pero ¿y las consecuencias? Si la escuela pública fuera la única existente y obligatoria para todos, el resultado sería una igualdad de oportunidades real. Sin embargo, como ustedes saben, la igualdad sólo es concebible entre hombres y mujeres: que una consejera delegada se iguale a un consejero delegado; y una empleada, a un empleado. La posibilidad de que el consejero delegado se iguale al empleado sólo la contemplamos fanáticos, sectarios, resentidos sociales, dementes y marxistas rabiosos.
Seamos serios, ¿a quién le interesa la igualdad de oportunidades? Sólo a los miserables, a los que no tienen nada que perder. Una persona de bien, ¿cómo va a consentir que su hijo se eduque igual que cualquier otro, incluso igual que un pobre, un gitano o un negro? Hasta ahí podíamos llegar. Si los papás de Villalonga, en lugar de llevarle al colegio del Pilar, para que allí tuviera compañeros de pupitre como Aznar, le hubieran llevado a un instituto público lleno de muertos de hambre, ¿qué habría sido del pobre chaval? Estremece pensarlo. ¿Habría llegado alguna vez a presidir Telefónica? Sinceramente, ¿ustedes prefieren que sus hijos sean presidentes de Telefónica o teleoperadores? Pues entonces.
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Una cosa es que nuestros hijos tengan los mismos derechos que nuestras hijas. Eso vale: es la igualdad. Otra cosa, muy distinta, es que pongamos a nuestros hijos y a nuestras hijas en condiciones de igualdad con los hijos e hijas de los demás. ¡A quién se le ocurre! Nuestros niños tienen que estar por encima, para que el día de mañana puedan crear riqueza y darle a los hijos de los demás, los de la pública, un empleo basura de menos de mil euros.
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