Opinión · Carta con respuesta
Las gafas de los otros
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Veo fotos, documentales y todos aquellos recuerdos que mis padres me han podido dejar de su juventud y observo con emoción cómo aquellos jóvenes, que hoy dicen ser nuestros padres, tenían propósitos claros y razonados. Reunirse, manifestarse, o el simple hecho de leer un libro o escuchar una canción, tenían para ellos un fin que iba más allá de lo que estas acciones pueden hoy significar para muchos. Ahora, observo el presente y me entristece ver cómo la gran mayoría de jóvenes de hoy en día no tiene ninguna inclinación, ninguna motivación en la vida. Siento que somos una generación pasiva, sin ningún tipo de interés por algo que realmente valga la pena. Muchos se suman a grupos por estética, y la gran mayoría no saben siquiera qué es lo que defienden. Parece que hoy resulta imprescindible etiquetarse dentro de una ideología u otra.
ALICIA ZARZUELA, Castellón de la Plana
No sea tan pesimista: si usted, estudiante de bachiller, es capaz de tanta lucidez y tanto entusiasmo, sin duda los jóvenes no serán tan pasivos como cree. Por cierto, tampoco se crea todo lo que le cuentan: hace décadas también había muchos, muchísimos jóvenes adocenados, complacientes, cobardes y acomodaticios. Unos se manifestaban, sí; pero otros preparaban Registros para el día de mañana. Unos corrían delante de los grises, sí; pero otros eran jefes en la TV franquista.
A mi hija, de casi nueve años, le preguntan muchas veces: “Criatura, pero ¿cómo puedes ver algo con esas gafas tan sucias?” Ella no nota nada, no ve la suciedad, porque ve a través de la suciedad. No la ve igual que no ve el cristal: mira a través de él. A todos nos pasa lo mismo: vemos lo sucias que están las gafas de los demás, no las nuestras. Ese cristal manchado es como nuestros prejuicios. Nunca vemos nuestros prejuicios: vemos a través de ellos. Louis Althusser lo expresaba con más elegancia y contundencia (porque para eso fue francés, comunista y asesino): “La ideología no tiene exterior”.
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La ideología no influye en lo que pensamos ni deforma nuestros juicios: es el lugar mismo desde el que pensamos y juzgamos, la condición de posibilidad de nuestro pensamiento. Por eso no somos capaces de verla desde fuera: son los cristales de esas gafas que no nos damos cuenta de que están sucios, porque vemos a través de ellos, pero sin verlos. Así que no creo que hoy resulte imprescindible tomar partido: lo ha sido siempre. Tome partido, Alicia, confío en que usted no se equivocará de lado. Y asómese al exterior, aunque sea peligroso, como ponía antes en las ventanillas de los trenes. Tome conciencia de su propia ideología. Limpie de vez en cuando las gafas, por si acaso están sucias y es la única que no se ha dado cuenta.
RAFAEL REIG
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