Opinión · Carta con respuesta
Tampoco cuesta tanto
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Hasta tal punto hemos llegado en esta nueva moda pseudoprogresista, que da auténtico pavor utilizar palabras en masculino. El lenguaje políticamente correcto se ha impuesto ‘ad absurdum’. con tal de no ofender a las ‘luchadoras por la igualdad’. La irrisoria concepción fálica de la O, choca con la grácil e igualitaria A. Y ahora dicen que quieren que el Congreso sea de los Diputados y Diputadas. ¿Acaso no lo es ya? El que después la mayoría de parlamentarios sean varones da igual. Esta humilde persona titular de una interinidad (interino) no entiende nada.
JUAN ANTONIO MUÑOZ JARDÚO, Sevilla
En principio, a mí también me parece una gilipollez (o una gilicoñez, si es indispensable). Dicho esto, deberíamos intentar pensar lo contrario. Pensar es como afeitarse: hay que hacerlo también a contrapelo, en la dirección opuesta a nuestras convicciones y a la primera idea.
Los viejos maestros estructuralistas nos enseñaron que “es el lenguaje el que nos habla”. La lengua crea nuestra identidad y nuestra visión del mundo, nos construye. Un poeta escribió (más o menos): “¡Y pensar, querida, que, antes de que nacieras, tus padres siempre habían hablado de ti con nombre de hombre!”. Incluso antes de nacer, como subrayaba Jacques Lacan (un vendedor de crecepelos y, de añadidura, francés), ya existimos en el lenguaje. En las palabras de nuestros padres ya tenemos un nombre, una identidad, un sitio creado para nosotros y que debemos ocupar. En fin, no me pongo pedante, sólo quiero decirle, Juan Antonio, que el lenguaje sí tiene importancia, que las palabras también crean las cosas.
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Entonces, ¿por qué no hacer un esfuerzo? ¿Es que cuesta tanto, Juan Antonio?
Otra cosa es la cursilería. En eso estamos de acuerdo. Ahí va mi propuesta: en lugar de reduplicar (diputados y diputadas, compañeras y compañeros, socialistas y socialistos), ¿por qué no alternamos? En otros idiomas, como el inglés, ya se hace: a lo largo de un escrito se usa indistintamente she (ella) o he (él), cuando se escribe una construcción impersonal. ¿Por qué no hacemos algo parecido en español? Al menos tiene la ventaja de no ser demasiado ridículo. Una vez decimos Congreso de Diputadas y la siguiente Congreso de Diputados. Una veces niños y otras niñas. Así quizá consigamos que el femenino y el masculino se conviertan por igual en genéricos, es decir, expresen la totalidad. ¿A usted le parece mala idea? Si hablamos de otra forma, quizá lleguemos a pensar de otra forma. Recuerde aquello de los padres de la Iglesia: “¿No crees? Da lo mismo, arrodíllate y reza como si creyeras: terminarás creyendo”.
RAFAEL REIG
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