Opinión · Rosas y espinas
La rebelión de los burros
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Los universitarios valencianos recibieron ayer el nuevo curso montando una algarada en el Paraninfo de La Nau, algarada que hasta le ha gustado a su rector más en fondo que en las formas. Esteban Morcillo no solo permitió a los revoltosos leer su manifiesto en el muy solemne acto académico, sino que él mismo convirtió su discurso en un verdadero mitin contra los recortes y reformas de José Ignacio Wert, y denunciando a un Consell valenciano que ya arrastra 800 millones de euros en impagos a la universidad pública. Por culpa de esta deuda, el alma mater studiorum mediterránea incrementa cada año sus gastos financieros en tres millones de euros, intereses y esas cosas, y uno se pregunta cuántos profesores se pueden contratar con tres millones de euros anuales, y al hacer cuentas se me bailan las cifras, pues yo fui a la privada.
Navegaba este navegante el otro día por las procelas de internet cuando se encontró, oh sirenas, un reciente informe de la OCDE sobre nuestra educación: demoledor, ridiculizante, gore, casi insultante. Y a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo se la conoce como “el club de los países ricos”. En plena crisis, el club de los países ricos le dice a nuestros gobernantes que no recorten en educación, que cada euro invertido en educación produce 3,9 euros de beneficio. Un negocio redondo. Los países ricos no son tontos. Nuestros gobernantes, sí.
Al ministro Wert este informe le debió de pillar en los toros, porque no se le ha oído valorar los consejos que gratuitamente nos dan los ricos para que dejemos de ser pobres o, al menos, tontos. Es lo que tienen las apretadísimas agendas balompédico-taurinas de nuestro sobreculturizado prócer.
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Hace una semana me invitaron los socialistas de Chamberí a dar una charla sobre la cosa educativa, y la di con bastante mala educación, ya que el asunto me subleva. Y a la sublevación llamé. A la rebelión de los burros. ¿Por qué los burros? Por sus connotaciones retrógradas, paleofranquistas, que nos devuelven a la época de aquellas aulas en las que existía el burro de la clase.
Los Burros son grupos de alumnos que acuden a clase con sus orejas de burro, denunciando así que son muy conscientes del futuro que les espera. Los Burros invaden las aulas con preguntas de actualidad, sin alterar demasiado el curso normal de la clase, pero putrefaccionando:
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-Profesor, quería hacerte una consulta, que no me sale esta regla de tres. Si con el recorte de 4.000 millones en educación se va a poder prescindir de 20.000 profesores, y el Ministerio de Defensa acaba de aprobar el 7 de septiembre un crédito de 1.782 millones para la compra de armas, ¿cuántas balas cuesta un profesor?
Los Burros, de vez en cuando, exigen recibir clases al aire libre, con sus orejas de burro, dado que tienen que ir acostumbrándose a estudiar a la intemperie. Los están desalojando del sistema educativo público. Que lo sepan los paseantes, los guardias urbanos, los abuelos y los afiladores de cuchillos.
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Como no hay revolución sin acción directa, Los Burros actúan sobre la sociedad. A modo de guerrillas. Cualquier bar de España. Interior día. Un grupo de doce o quince alumnos, con sus orejas de burro, irrumpe en la cafetería, se colocan a modo de coro, y recitan al estilo años cuarenta la añorada, por nuestros gobernantes, lista de los reyes godos: Ataúlfo, Sigerico, Walia, Teodoredo, Turismundo, Teodorico, Eurico, Alarico, Gesaleico... Y así los 33, que creo que eran.
O, también muy español, pueden cantar nuestro glorioso himno con esa letra por la que tanto suspiran nuestras derechas, exaltadora de la grandeza de España y del camino por el que quieren llevar a nuestros burros, la tragedia del burro, el triste futuro del burro. Canten ustedes este himno de España, verán qué bien medido me ha quedado:
Soy un burro
por gracia de esta España que así me educó
Gracias ministro Wert
Gloria a la banca, al torero, al ladrón
y muera mi futuro bajo su memez.
Tras estas espontáneas abluciones intelectuales, Los Burros pasan la gorra entre el personal: “Una ayudita, por misericordia, para arreglar las goteras del techo de la clase... Una limosnita, por piedad, para encender la calefacción en el aula los días crudos de invierno...”. Y en este plan.
Tampoco estaría de más pedirle a personalidades con más caché que couché (conviene aclararlo en estos turbios tiempos mediáticos) que completaran la precaria educación de Los Burros con clases al aire libre, en lugares llamativos y simbólicos. Sería hermoso observar a Leo Bassi, a Javier Bardem, a Aitana Sánchez Gijón, a Fernando Arrabal, a Joaquín Sabina, a Manuel Vicent, no sé, a cualquiera, impartiendo una clase en la Puerta del Sol ante una horda de burros ataviados con sus unánimes orejas de burro, para decirle al mundo, y a la OCDE, que este país es un sumidero de esperanzas porque cometemos errores como concederle los ministerios de educación y cultura a las gentes que carecen de la mínima cultura y educación. No digo más, no se me escape algún exabrupto, coño.
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