Opinión · Rosas y espinas
Los vicios de Lucía Figar
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La consejera de Educación de la Comunidad de Madrid, Lucía Figar, tiene el vicio de mandarle todos los años a las familias un recibo de 5.100 euros para que sepan lo que cuesta escolarizar a sus hijos de entre cero y tres años. Al parecer, algunos padres han mostrado su descontento con el recibito. Descontento que Lucía Figar no comprende. Conviene decir, antes de vilipendiar a tan cacareable dama, que las familias no están obligadas a pagar esos 5.100 euros. Son 5.100 euros informativos, por decirlo a la manière Figar.
A mí esto de los recibitos me parecería perfecto si se generalizara más. Me encantaría, por ejemplo, que a cada español también nos buzonearan cuánto nos cuestan los innumerables juicios por corrupción que protagonizan los bandolerillos del PP, cuánto pagamos en sobresueldos B y en mordidas, cuánto por las carreteras radiales vacías de Madrid, a cuánto me salen los curillas de misa de doce (a la que nunca voy pero pago) y cuánto me costó, personalmente, la guerra de Irak. Por poner algunos ejemplos azarosos.
Esto de que nos pasen los recibos de lo público, ya sea la sanidad o la educación o las guerras, es muy de la derecha, empeñada en hacernos olvidar que lo público es nuestro porque lo hemos pagado de antemano. El administrador de lo público, el político, a veces propende a creerse que la pasta que maneja es suya, y no nuestra, y con el recibito nos quiere hacer pensar que la escolarización de nuestros infantes sale directamente del bolsillo de Mariano Rajoy, o del Louis Vuitton de Lucía Figar, ambos mecenas de intachable trayectoria.
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El cachondeo este de los recibitos de 5.100 euros me hace alcanzar el clímax cuando me entero de que a los padres que educan a sus hijos en las concertadas no se les pasa factura. Recordando que un elevadísimo porcentaje de las escuelas concertadas son religiosas, es de suponer que a lo mejor se le envía directamente la factura a Dios, para que el Altísimo sepa cuánto nos cuesta a los agnósticos mantener los extraños ritos, tradiciones y supercherías de su Iglesia terrenal.
El recibo de Figar es una manera de demostrarnos, desde la derecha, que el pueblo siempre tiene más deberes que derechos. Lo de los derechos, como todo el mundo sabe, es un invento moderno y sin tradición en España. Un español puede perder sus derechos con la misma facilidad con la que un duelista pierde un guante. Casi sin darse cuenta. Y eso lo aprenderán, gracias a mentes como la de Figar, nuestros tiernos infantes casi antes de saber hablar y leer. Yo creo que Figar, adjunto al recibo de 5.100 euros, debería grapar una carta recomendando a los padres darle una hostia al hijo, por caro y por zoquete.
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Educar a los niños españoles es un dispendio absurdo, sobre todo observando después lo que votan al llegar a la mayoría de edad. Los demagogos aducirán que con el dinero negro hallado a Luis Bárcenas se podría escolarizar a 10.000 niños durante un curso, pero es mezclar churras con merinas. La libre competencia nos enseña eso. La educación es un lujo, la corrupción es un arte.
Preguntando a mis amigos banqueros, me entero de que el Gobierno ha olvidado mandarles un recibo por lo que costó el rescate de la banca. Y sabiendo que Lucía Figar fue asesora de Alejandro Agag, no se entiende que tampoco nos remitiera factura de lo que nos costó la glamurosísima boda de Ana Aznar Botella en el Escorial.
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Con todo esto quiero significar mi extrañeza porque nos manden recibos de unas cosas y no de otras, pues a mí me gustaría saber el destino de cada uno de los dineros públicos que con largueza administran personas tan preparadas y honestas como Lucía Figar. Por cierto, voy a extender un recibo para recordarle a Figar que más del 20% de lo que cobro por esta columna lo destino a ella vía IRPF, por si tiene hijos de entre cero y tres años que necesitan educación. Es, el mío, un acto de generosidad. No deseo que estos hipotéticos niños crezcan con la falta de educación que, con sus recibitos, nos viene demostrando su madre.
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