Opinión · Rosas y espinas
Infiltrados en Podemos
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Andan los señores de Podemos advirtiendo a sus círculos contra los infiltrados. Que si sospechar de este porque habla demasiado, que si mirar mal a aquella porque trae filloas a los círculos, que si el viejo ese me pinta cara de ser secreta, y tal. Mal empezamos. Si se siembran sospechas, se recogen deslealtades. No entiendo cómo un equipo puro y limpio puede ya tener sospechas. No entiendo por qué los de Podemos pierden el tiempo persiguiendo gamusinos infiltrados.
La historia de la izquierda española ha abonado su enano y eterno bonsai con la mierda de las sospechas. Siempre se/nos equivocamos. En lugar de preguntar, ¿adónde quieres ir tú?, preguntamos ¿de dónde vienes tú? Por supuesto que va a haber arribistas en las listas municipales de las marcas 15-M (que Podemos es y será una palabra con mucha menos importancia histórica que el grafiti 15-M: 15-M son mil ideas, Podemos es una marca). Por supuesto que jóvenes abogados de la derecha más tradicional van a traicionar a sus padres y, en lugar de adherirse a Nuevas Generaciones, se van a atrincherar en Podemos. Porque, además, Podemos es una marca que vende billete de vuelta. Y NNGG no.
En Podemos caben el listo y el tonto, el bueno, el feo y el malo, el gordo y el flaco, Harpo Marx, Pedro J. Ramírez de joven, el brazo incorrupto de Santa Teresa y los jugadores descendidos del Real Murcia. Coño. Si yo liderara movimiento tan heteróclito, no me preocuparía por el hecho de tener traidores e infiltrados. Me preocuparía si no los tuviera. El traidor es quien te certifica que vale la pena pagar por destruirte. El traidor o el infiltrado son el calostro que mama el miedo. Su primera leche. Su primera lágrima.
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Con el infiltrado hay que hacer como con el inmigrante: dejarle entrar, no ponerle cuchillas en las verjas, ni humillarlo, ni hundir en el medio del mar sus flotadores. Hay que darle cancha. Al infiltrado, al traidor, hay que facilitarle la tarea de que vea lo que pasa, de que se entere de las discusiones, de las rivalidades, de las inmundicias, y de algún que otro atisbo de belleza. Al infiltrado y al traidor jamás hay que abandonarlo, porque él nunca lo haría. El infiltrado y el traidor deberían ser especies protegidas, porque son los únicos que saben lo que pasa en los dos lados. Y porque así, también, les concedes el inalienable derecho de elegir.
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