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Opinión · Rosas y espinas

La condesa contra la jueza

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Nuestros más respetados corruptos andan estos días preocupados y algo descompuestos, pues esto de las elecciones es insano, y por unas calendas se dedican más a captar votos y a difamar que a robarnos el dinero. No lo digo, por supuesto, por Esperanza Aguirre, que al ser condesa tiene más derechos que nosotros los mortales. Como debe de ser. La lideresa no se puede tildar de corrupta, pues llamarle corrupta a una condesa es de muy mala educación. Lo enseñan así, de hecho, en los colegios de curas y en otras doctas academias.

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Otra cosa es decir impunemente que Manuela Carmena y su marido trincaron pasta. Eso sí se puede decir, a pesar de que los tribunales les hayan dado la razón en su juicio lejano contra tres arquitectos despedidos. Pongámonos en situación. El marido de Carmena cerró su despacho de arquitectos a causa de la crisis, tres empleados lo denunciaron por alzamiento de bienes y los tribunales les quitaron la razón. Desestimaron la demanda. Pero eso no es óbvice, ni mucho menos, para que Espe insinúe, diga y repita que la candidata de Ahora Madrid es una corrupta y una gamberra. La lideresa sigue tan lenguaraz y simpática como acostumbra.

En una larga entrevista con este periódico, Carmena ha mostrado su estupefacción ante dichas acusaciones. Se nota que la candidata podemista de condesas sabe poco, lo que quizá le resta aptitudes para convertirse en alcaldesa de Madrid. De todos es sabido que, para ser alcalde de Madrid o agente de movilidad, conviene prever antes los desarreglos y malestares de nuestras más dilectas condesas. En caso contrario, te tiran de la moto.

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“La verdad es que no me lo esperaba. Quizás yo tengo demasiada confianza en el ser humano. Cada uno juzga la sociedad con los valores que tiene, y yo no podía pensar que una denuncia absolutamente injusta podría dar lugar a estas actuaciones de imputaciones calumniosas por parte de la candidatura del PP… Aquella querella se resolvió hace años diciendo que la actuación que habíamos tenido mi marido y yo era correcta, y los arquitectos denunciantes nunca habían recurrido, la habían aceptado”, ha dicho Carmena a este periódico rojo de mierda.

Replica el periodista Alejandro López de Miguel: “Cito textualmente las declaraciones de la candidata del PP en una charla con los lectores de ABC este miércoles: 'Si mi marido hubiera hecho lo que el de Carmena, me estarían linchando en la plaza pública'. Ahora, el titular de una de las noticias de Infolibre este mismo jueves: Dos empresas del marido de Aguirre se embolsaron dos millones y medio de euros en subvenciones. ¿En qué lugar deja esto a la candidata del PP?".

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--Yo no quiero enzarzarme en reproches sistemáticos –responde Carmena--. No, no quiero.

Si Carmena fuera condesa en vez de jueza, habría declarado que no conoce de nada a su marido, o sea, a ese señor del que usted me habla; mandaría mientras un sms diciendo sé fuerte, Eduardo; habría dejado caer las llaves de un Jaguar de germinación espontánea en la papelera, y vindicaría el derecho de las abuelitas a equivocarse, incluso cuando encarcelan a lo más granado de tus colaboradores (Francisco, sé fuerte tú también).

Más que un animal político, Esperanza Aguirre es una manera de ser. Una manera de ser condesa. Pero no está sola. Tiene también a sus electores. Un 36% de votantes madrileños, según las encuestas, se merecen ese título de condesa consorte que te da derecho a difamar, a expoliar y a reírse del gentío.

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Vestida de chulapa, Esperanza bailó un chotis en San Isidro encomendándose al santo para que el paro descienda en la capital. Este gesto de honda responsabilidad política es lo que la diferencia de arribistas como Carmena, que ni bailó chotis ni se vistió de nada, lo que demuestra lo poco que cree la jueza en nuestra democracia. Si yo fuera más demócrata, permitiría solamente votar a las condesas. A las condesas jamás se las podrá acusar de alzamiento de bienes, de agachamiento de males, ni de nada. Salve, condesa. Robaturi te salutant.

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