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Opinión · Rosas y espinas

Socialista y obrero

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Socialista y obrero. Lo de partido y español me importa menos. Cien años de honradez y cuarenta de traiciones, compañeros. ¿Cuánto tiempo queréis que os esperemos más? Dónde están los socialistas y dónde están los obreros. Yo soy pueblo y leo versos, como cualquier trabajador sin nombre:

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Andaluces de Jaén

Aceituneros altivos

decidme en la alma, ¿quién,

quién levantó los olivos ?

Andaluces de Jaén,

No los levantó la nada,

ni el dinero, ni el señor,

sino la tierra callada

el trabajo y el sudor.

Unidos al agua pura

y a los planetas unidos

los tres dieron hermosura

de los troncos retorcidos

Andaluces de Jaén.

decidme en el alma, ¿quién,

Cuántos siglos de aceituna,

los pies y las manos presos,

sol a sol y luna a luna,

pesan sobre vuestros huesos.

Jaén, levántate brava,

sobre tus piedras lunares,

no vayas a ser esclava

con todos tus olivares.

El PSOE ha sido un partido cobarde, y yo quiero que se descobardice. Porque soy socialista y obrero. ¿Qué os parece un Frente Popular? ¿Da miedo?

He poblado tu vientre de amor y sementera,

he prolongado el eco de sangre a que respondo

y espero sobre el surco como el arado espera:

he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,

esposa de mi piel, gran trago de mi vida,

tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos

de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,

temo que te me rompas al más leve tropiezo,

y a reforzar tus venas con mi piel de soldado

fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,

te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.

Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,

ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,

sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa

te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho

hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa

mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,

te acercas hacia mí como una boca inmensa

de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:

aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,

y defiendo tu vientre de pobre que me espera,

y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado

envuelto en un clamor de victoria y guitarras,

y dejaré a tu puerta mi vida de soldado

sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.

Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,

y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo

cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,

y tu implacable boca de labios indomables,

y ante mi soledad de explosiones y brechas

recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.

Y al fin en un océano de irremediables huesos

tu corazón y el mío naufragarán, quedando

una mujer y un hombre gastados por los besos.

Levántate brava, seas quien seas.

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