Opinión · Rosas y espinas
Marianico el cuántico
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En plena campaña turbo-electoral, Mariano Rajoy, en vez de lucir palmito político, delega en Cristóbal Montoro la discusión del proyecto de presupuestos. A este paso, cuando se convoquen las generales, el PP va a sacar un cartel electoral en el que no se vea el rostro del candidato, sino un emoticono, a ver si así recupera algún votante. Nuestro amado líder sabe que gusta más no estando que estando, como el gato de Schrödinger, y quiere ahorrar a sus votantes el mal trago de saber que le van a votar a él. Pura política cuántica.
También como el gato de Schrödinger, Marianico el cuántico desea simultanear dos realidades: la de vivo y la de muerto, la de presidente y la de ausente, la de candidato y la de urna de cenizas. Y el caso es que le funciona. Con un barómetro del CIS en el que el 85% de los españoles declara que el presidente no les inspira ninguna o poca confianza, sobrevive Mariano Rajoy candidato con un 25% de estimación de voto. Interpretados estos números a las bravas, como hacemos en mi pueblo, significa que Rajoy puede perder a un 60% de sus votantes si se deja ver demasiado: le cae mal incluso a sus grupis.
Hay un 10% de españoles aun dispuesto a votar a Rajoy a pesar de que les inspira cero o poca confianza. Es un dato a tener en cuenta, que a mí me desvela en las noches en las que sueño España cual país contemporáneo. Votan a un fulano en el que no tienen confianza, al que no le prestarían 10 pavos ni le encargarían cambiarle el agua del gato. Es una especie de voto cautivo a unas inercias acríticas, que se da también en el PSOE y otras formaciones, y que seguirá existiendo. Es el voto del ciervo asustado que nunca se moverá del sitio mientras escuche ruido ahí fuera, y acabará muerto de hambre o devorado: es el voto del demócrata pasivo, oxímoron esclavizante.
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Rajoy espera que España permanezca tan quieta y callada como él en las reuniones del Eurogrupo, y que los españoles votemos sin saber si dentro de la urna el candidato de Schrödinger está vivo o muerto. Y parece que España se muestra receptiva a su mensaje, a su no-mensaje, a vista de cómo crece en las encuestas. Apela Rajoy a una España inmovilista, pétrea, tozuda, y lo triste de todo eso es que quizá la de Rajoy sea la España verdadera. En todo caso, el político menos valorado de España sigue siendo el más votado de España, lo que hace pensar que España no está tan sana democráticamente como nos gustaría creer.
Rajoy empieza a basar su campaña en la dicotomía shrödingeriana de ser gato vivo o muerto, cuántico o mecánico, de ser o no ser ni Hamlet ni Macbeth, de no escoger entre si ser plasma o gallego, antipodemita o antisocialista o antiqué. Yo no sé si existirá cerebro humano capaz de soportar tantas tensiones, y temo sinceramente por la salud de nuestro amado líder, no vaya a acabar como aquel glorioso personaje de un no tan lejano chiste (autosic) de Forges. Dos mendigos comparten lumbre y hambre bajo las estrellas.
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--¿Y tú a qué te dedicabas?
--Yo era manager senior chef of staff adviser´s coordinator.
--¿Y en qué consistía tu trabajo?
--Nunca lo supe.
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