Opinión · Rosas y espinas
Viva el bipartidismo, cobardes
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Me desvelo estos días muy preocupado porque me han practicado un montón de análisis y TACs y otras múltiples crueldades hospitalarias y no me diagnostican nada grave, a pesar de mi mala vida. Así que me siento como el bipartidismo español, que está estertoreamente terminal y nadie se quiere dar cuenta. Las encuestas, que son como las resonancias magnéticas de nuestra salud democrática, así nos lo certifican.
Ayer sufrí dos inyecciones muy epidurales en mi delicada piel política. Carolina Bescansa, secretaria de Análisis y Programa de Podemos, aseguraba en la reunión ejecutiva del ya nada imberbe joven partido: "En estos momentos no estaríamos en condiciones de liderar un Gobierno en nuestro país". Albert Rivera, en una entrevista con Antonio García Ferreras, no negaba que Ciudadanos pueda pactar un gobierno popular presidido por Mariano Rajoy, el de la nacionalidad europea y el primo climático.
La historia es disciplina que siempre ha dado mucho asco a los españoles, y por eso el futuro de España siempre nace enguarrecido de cagadas del pasado. Nuestros dos partidos emergentes, los de derecha e izquierda, están aceptando a priori su derrota y asumiendo un modesto, asqueroso y cobarde papel bisagra. Coño, si estamos aquí para cambiar el mundo. Como cualquier persona que se dedique a la política, o al periodismo, o a la literatura, o a la medicina, o a la educación, o a conducir un taxi, o a limpiar unas escaleras, o a amantar a un niño, o a ordeñar una cabra, o a servir una cerveza en cualquier bar, o a arreglar un cortocircuito en la cocina, o a reparar un coche, o a pasear tu elegancia de jubilado sin hacer nada (porque ya lo has hecho todo, madre, padre), o a prostituirte porque necesitas dinero para pagar la dignidad de tus hijos.
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No conozco a nadie que no trabaje para cambiar el mundo. Incluso sin querer.
Y me encuentro con que Ciudadanos y Podemos, los dos grandes partidos de la emergencia (en los dos sentidos), se achican y se civilizan ante esos dos gigantes de la mentira y la corrupción que han gobernado 33 años alternos para comparar nuestro bienestar con el de Rodrigo Rato, Luis Bárcenas, Felipe González, Correa, Jordi Pujol, José María Aznar, El Bigotes, Jaume Matas, Yolanda Barcina, Javier Solana, Ana Mato y un interminable etcétera.
No lo sé, porque soy muy gallego y muy bruto, pero a veces, viendo los diagnósticos demoscópicos de nuestra mala salud, no entiendo que la gente tenga tanto miedo a insultar al pasado.
He oído que un día de estos Jordi Évole va a reunir en la televisión a Pablo Iglesias y Albert Rivera. Son guapamente antagónicos, pero los dos comparten algo: no son lo viejo, lo corrupto, lo insano, la ineficacia probada, y ambos se han comprometido a indagar debajo de las alfombras. A hacerle el TAC a esta España que se niega a diagnosticar sus cánceres. Espero que se lleven bien. Por lo que pueda pasar el 20 de diciembre, fecha enfermiza y rara. Y no sé por qué tengo la seguridad de que también será un día tristemente tormentoso, mortecino y gris. Es extraña esta convicción, porque yo nunca le concedo a la climatología categoría de ciencia.
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