Opinión · Rosas y espinas
Repensar la izquierda
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Le ha dicho Alberto Garzón a sus compañeros de Izquierda Unida que hay que "repensar la izquierda". A uno le da la impresión de que la izquierda ya está más que repensada desde el 15-M. Izquierda Unida llega tarde, y ni siquiera ha practicado el sano ejercicio de reconocer errores (todos los cometemos), perdonar traiciones (asunto más difícil) y parecer medianamente contemporáneos (eso me parece casi imposible, ay, vieja guardia).
Al PP le vota la derecha jubilada y a IU solo la vota la ortodoxia jubilada de todas las edades. Ellos son muchos más. Es paradójico que un partido de izquierda parezca tan viejo. Yo creía que la senectud era patrimonio del conservadurismo. Y quizá lo sigo creyendo. Por eso me atrevo a pensar, en la más estricta intimidad, que IU se convirtió hace años en un partido conservador, en un parque jurásico habitado por viejas deudas y polvorientas rencillas.
La modernidad no consiste en frivolizar la izquierda en shows televisivos, sino en garantizar, por poner un ejemplo, que nunca más un militante va a silenciar los choriceos de una caja de ahorros desde un mullido sillón del consejo de administración. Empezar por ahí no estaría de más.
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Tampoco sería baladí exigir a todos los antiguos dirigentes responsabilidades por estos desmanes. Sus honorables rostros, marcados como corruptos por omisión en el imaginario colectivo, deben desaparecer del puzzle ideológico y mediático. Hablo de Cayo Lara y Gaspar Llamazares, por ejemplo. La bondad no es suficiente en este tiempo de malvados. Ya sugería Baudelaire que no hay pecado peor que hacer el mal por estupidez. Lo primero que tiene que repensar Alberto Garzón es cómo sentarse con ellos e inventar un truco para que desaparezcan. Pero ya he dicho que quizá sea demasiado tarde. IU no se ha convertido en un partido residual, como lo adjetivan los periódicos. Se ha convertido en la sombra del recuerdo de un cadáver, y ya nadie vota eso. Es lo que supo leer el embrión de Podemos que se sentó en la Puerta del Sol un 15-M y que abucheó a Cayo Lara llamándole oportunista el día que acudió a detener un desahucio.
Realmente, Podemos no cambió las ideas de la izquierda española más pura, sino la forma de esas ideas, su guardarropía intelectual. Vivimos tiempos en los que no basta con ser transformador, sino que hay que ser transgresor. Eso es lo que no entendió IU y lo que empieza (quizá) a desentender Podemos.
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Tal y como andan las cosas, todo parece abocar a nuevas elecciones, y da la impresión de que el reparto de votos no va a variar demasiado. En todo caso, sospecho que vamos a ganar en abstención, lo que beneficiará a las mamúticas siglas del bipartidismo. El 20-D se perdió un tren que no va a pasar otra vez por la estación de la izquierda. Al menos hasta que se revise la obsoleta ley electoral. Habrá que esperar mucho a una muy lejana nueva primavera, ay. Pobre Izquierda Unida. Pobre izquierda.
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