Opinión · Tiempo real
Tiempo real
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Teresa Moré, teniente de alcalde de Tossa de Mar, provincia de Girona, se inquieta porque hay parejitas que se entregan a los juegos del amor en la playa, sobre todo por la noche y a veces cerca de los centros educativos. Me pregunto si alguna vez la teniente de alcalde lo probó. Mi experiencia es que la playa no es lugar para hacer el amor, entre otras cosas porque la arena se mete donde no debe y puede irritar, por mero frotamiento, partes delicadas del cuerpo. Pero el susurro de las olas, el titilar de las estrellas, con un poco de suerte una luciérnaga indiscreta, son elementos 1) inexistentes en los cuartos cerrados, y 2) componentes a la vez poéticos y eróticos que visten de fiesta lo que, en una habitación, puede ser sórdido.
¿Dónde quiere el ayuntamiento que las gentes se hagan el amor? Prohibida la playa, más de una parejita irá a parar a hoteles infectos y, para el caso, de precio inabordable. O bien, a escondidas de los padres, a algún rincón de la propia casa, venciendo la ansiedad de ser descubiertos in fraganti. O bien a algún trastero del propio centro educativo, infringiendo horarios de cierre y corriendo así riesgos mayores. O, por último, al asiento trasero del coche, para lo cual hace falta, en primer término, un coche.
Es un ejemplo de esa tendencia tan moderna que pretende poner leyes a los actos más normales del ser humano, quitándoles lo esencial: la espontaneidad. Todo debe entrar en el marco de alguna ley o reglamento, so pena de multas abusivas: hasta 600 euros en general y hasta 1.800 si el acto tiene lugar a menos de 200 metros de una escuela.
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Quizás la teniente de alcalde se ofenda por uno que otro condón que aparece por la mañana en medio de la arena. Pero la playa de Tossa de Mar dispone, es de suponer, de un servicio de limpieza que a primera hora barre las toneladas de basura sembrada por las masas playeras el día anterior. Unos pocos condones añadidos a toda esa porquería –envoltorios de comida, restos de cremas solares, colillas, cucuruchos medio comidos y lamidos, hojas de periódico, una sandalia rota…– no pueden de ninguna manera constituir un problema de limpieza urbana, teniendo en cuenta que el uso del condón es, a su vez, un consejo de las autoridades que hacen la ley.
A lo mejor el ayuntamiento teme que algún testigo susceptible se ofenda al presenciar “actos obscenos en la vía pública”. Pero, ¿de noche? ¿A la distancia? ¿O será que la teniente de alcalde está en contra del sexo fuera del matrimonio?
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