Opinión · Tiempo real
A tumba abierta
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Quién dijo que el correo electrónico sólo sirve para intercambiar mensajes sin contenido espiritual? Los amigos verdaderos intercambian por Internet mucho más que informaciones prácticas, de tipo enciclopédico. Un viejo amigo que vive en Boston, por ejemplo, me manda la siguiente historia, que me parece conmovedora y digna de ser difundida por todos los medios. Se la contó un joven conocido suyo, aficionado a la gaita, más o menos en los siguientes términos. “Como gaitero, una funeraria me pidió que tocara algunas piezas durante el servicio fúnebre en la inhumación de un señor sin hogar, sin familia y sin amigos. Tendría lugar lejos de la ciudad, en un nuevo cementerio de campo en el que este sería el primer entierro. Cogí mi coche, pero, poco familiarizado con esa zona remota, me perdí y, como suele ser el caso, preferí orientarme sin pedir indicaciones.
Llegué, como te puedes imaginar, con más de una hora de atraso. Vi el azadón y la pala clavados en la tierra y a los dos sepultureros comiendo bocatas, pero no vi el ataúd por ninguna parte. Pedí perdón a esa buena gente por mi demora. Ya no quedaba nadie más que ellos. Me acerqué a la tumba abierta y descubrí el ataúd dentro, ya cerrado con su pesada cubierta. Aseguré a los dos trabajadores que no me iba a tomar demasiado tiempo, pero que estaba obligado a tocar mi gaita por el muerto, puesto que era a lo que me había comprometido y lo que correspondía. Sin dejar de comer sus bocatas, ambos se acercaron y se dispusieron a escuchar mientras yo preparaba el instrumento. Puse tanta alma y vida en mi recital, toqué con tanta pasión, que pronto los dos hombres estaban llorando. El muerto, de persuasión protestante vertiente baptista, habría sido particularmente sensible a mi versión de piezas como Yendo a casa, El Señor es mi pastor y Flores del bosque.
Terminé el concierto con Asombrosa gracia, guardé la gaita en su bolso, estreché las manos de los lacrimosos sepultureros y me dirigí a mi coche.Al abrir la puerta y mientras me quitaba la chaqueta, oí que uno de los dos trabajadores le decía al otro:
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–¡Leches, Virgen santa, me cago en tal y por todos los santos del cielo! ¡Nunca me tocó nada igual, y llevo 20 años instalando fosas sépticas!”.
¿Habéis recibido alguna vez una historia más conmovedora que esta?
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