Opinión · Trabajar cansa
Me estás tocando las pensiones
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“Entiendo que los sindicatos se manifiesten, pero no temo la ruptura de la paz social, que ha sido un gran activo en un momento tan duro” -José Manuel Campa, Secretario de Estado de Economía-
No sabemos si, cómo dicen algunos, se acabó el noviazgo entre gobierno y sindicatos, o es sólo la típica bronca doméstica de pareja que queda en nada tras mucho gritar. Lo cierto es que, tras dos años de crisis y sólo alguna manifestación sin destinatario claro, hoy los sindicatos mayoritarios nos convocan contra las intenciones del gobierno de reformar el sistema de pensiones ampliando la edad de jubilación y el período de cálculo.
El de las pensiones es seguramente el asunto más sensible en materia social. Ya en los ochenta fue el primer punto de desencuentro entre el gobierno socialista y los sindicatos, provocando la primera huelga general de la democracia. Como entonces, la jubilación de los trabajadores es casus belli, más que el paro o la reforma laboral. Por ahí no pasamos, no nos toquen las pensiones.
Y es que en las pensiones hay, más que en otros asuntos, un componente no sólo social y político, sino incluso emocional. Uno lleva como puede la precariedad, el paro y la pérdida de derechos laborales, protestando a veces y tragando otras. Pero las pensiones son otra cosa. Después de una vida de esfuerzo y sometimiento, la jubilación, saber que cuando seas viejo podrás descansar, es para muchos lo que justifica todos los años previos. Ese sueño popular de “cuando me jubile...”
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Suele criticarse que los partidarios de reformar las pensiones son quienes tienen cubierta su vejez con planes privados y patrimonio. Y es cierto, no es un argumento demagógico. La lógica liberal que se ha ido imponiendo en el sistema de pensiones, por el que la jubilación no es ya un derecho sino un premio, algo que hay que ganarse y vinculado a la vida laboral, es propia de quien nunca tendrá que preocuparse por su vejez.
La sola mención a un retraso en la edad de jubilación es un puñetazo a tantos trabajadores que tienen la vista puesta en ese día. Sobre todo aquellos cuya dura actividad les impide llegar a los 65, no por prejubilación sino por invalidez, cuando el cuerpo dice hasta aquí hemos llegado.
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