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Opinión · Trabajar cansa

No hace falta subirlos, basta que los paguen

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“Afectará a las nóminas más altas, pero no a las rentas altas, que tienen más capacidad para hacer ingeniería con sus cuentas.” -Juan Iranzo, director del Instituto de Estudios Económicos-

 

Digo yo que los ricos, “los que realmente tienen” -Zapatero dixit-, podían disimular un poco: podían protestar el anuncio de posible subida de impuestos, salir a la calle en manifestación, tocar las cacerolas en sus urbanizaciones, hacer sonar el claxon de sus cochazos, ponerse un lacito negro en la solapa, cualquier cosa. Pero que parezca que están enfadados, que se sienten atacados. Así a los demás nos haría más ilusión, y nos creeríamos las palabras del presidente sobre que las rentas más altas también van a pagar la crisis.

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El debate sobre la subida de impuestos a los más ricos es un debate de pobres, y para pobres. Va dirigido a quienes menos tienen, para consolarles y excitarles el resentimiento de clase. Son los únicos concernidos por estas propuestas, pues a los teóricamente afectados parece que les entran por una oreja y les salen limpias por la otra.

A mí, que los que más ganan no muestren inquietud con estos anuncios me parece lógico, pues tienen lo suyo a buen recaudo. Lo que me preocupa es que los demás, incluida la clase política, aceptemos como una ley natural esa capacidad de los más pudientes para escaquearse de las obligaciones fiscales. Sí, nos cabreamos, pero como nos cabreamos por un aguacero o una ola de calor, como algo ante lo que no cabe hacer nada, sólo oponerse, pues es natural.

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¿Tenemos que resignarnos, caer en el fatalismo, conformarnos con el pataleo? ¿De verdad no hay manera de meter mano a las grandes fortunas, controlar esas formas de ingeniería fiscal que aprovechan resquicios de discutible legalidad o directamente son ilegales –como el espeluznante caso de las cesiones de crédito que ayer contaba Jiménez Villarejo en este periódico-?

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