Opinión · Trabajar cansa
Citius, altius, doping
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“Estoy triste porque la imagen de nuestro país, cuando el deporte es su principal tarjeta de presentación, pueda quedar dañada.” -Jaime Lissavetzky, secretario de Estado de Deporte-
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Lo del deporte español y sus éxitos va camino de ser otra burbuja pinchada. Tras descubrir que nuestros pisos no valían tanto, que nuestra economía engordaba con aire y que los duros a cuatro pesetas eran falsos, empezamos a sospechar si la década prodigiosa del deporte español no habrá sido también un globo al borde del reventón.
No digo que no haya deportistas limpios, que los habrá, pero vaya racha llevamos entre atletas y ciclistas. Y no serán los últimos, pues a falta de aclarar lo de Contador, cada poco tiempo circulan rumores en el extranjero sobre cierto tenista, y también sobre futbolistas. ¿Queda alguien que sólo tome espaguetis y plátanos?
Cierto que la pregunta sobre la limpieza se podría hacer también en otras actividades donde no hay controles antidopaje. Sin distinguir la información de la leyenda urbana, todos hemos oído hablar de presentadores de televisión, actores, ejecutivos agresivos y hasta políticos que recurren al botiquín, la petaca o el camello para dar lo mejor de sí mismos, por no hablar de los rockeros, que hacen apología.
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Vivimos en una cultura del éxito, que premia el triunfo inmediato y condena a los segundones, así que la presión hace que muchos busquen esa ayudita. Llevado al deporte de elite, la resultaditis, la presión de patrocinadores y televisiones, y el sistema de ayudas oficiales obligan a lograr una medalla o un record para justificar la temporada, al precio que sea. Algo trasladable, salvando las distancias, al mundo laboral, donde cada vez más trabajadores se meten medicamentos, copas o rayas para resistir la presión, las condiciones laborales o el vértigo del ascenso y el miedo al descenso.
Nada de esto disculpa a los tramposos, pues no los rechazamos por consumir tal o cual sustancia, sino por hacer trampas. He oído argumentos muy razonables a favor de despenalizar el dopaje, al menos ciertas sustancias. Pero mientras no ocurra, hay reglas. Y el que no las cumple, se cae con todas las medallas.
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Cuidado, que el pinchazo de la burbuja deportiva puede ser más doloroso para la autoestima nacional que el de la inmobiliaria.
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