Opinión · Trabajar cansa
Ya no me acuerdo de qué estábamos negociando
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“Se están tocando muchos temas, y sobre la mesa van entrando y saliendo temas, pero el debate nuclear no está en la mesa.” -Mª Luz Rodríguez, secretaria de Estado de Empleo-
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Para venderte una mercancía averiada, nada como confusión, ruido y cansancio. Para ello hay dos técnicas infalibles: meter mucha gente y meter muchos papeles. La primera es habitual de trileros; la segunda, de vendedores agresivos. Y la negociación actual sobre pensiones recuerda un poco a ambas.
Lo del trilero es muy viejo, pero aún funciona con los incautos. “Dónde está la bolita, aquí, aquí, dónde está”, mientras mueve con velocidad los cubiletes. El pardillo que apuesta dinero no quita ojo a la bolita, pero entonces se ve rodeado por unos cuantos curiosos que le aconsejan, comentan, doblan apuestas y hasta estornudan, todo para distraerle una décima de segundo, lo justo para que el trilero cambie la bolita y se la pegue.
La negociación de pensiones recuerda un poco a ello: mientras los sindicatos no quitan ojo a la bolita de los 67 años, no para de entrar gente en la habitación, ahora Gómez, luego Rubalcaba, éste sale y entra Salgado, ahora pasa por allí Sebastián, y todos comentan, todos apuestan, llega el de la CEOE y estornuda, viene Caldera y te dice que tienes una mancha en la camisa, hasta que te distraes un instante y te cuelan los 67.
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La otra técnica, la de meter muchos papeles, es habitual de los vendedores de multipropiedad: esas “sesiones informativas” a las que te invitan con algún reclamo (un viaje, un regalo) y ya no te sueltan hasta que firmas, sometido a un vendedor agresivo y con una mesa llena de papeles que no te da tiempo a leer, para que al final, cuando por aburrimiento aceptes comprar un edredón, firmes sin leer y acabes comprando un apartamento playero en multipropiedad del que tendrás noticia al llegar la primera letra.
Pues también hay algo de eso en la negociación, con la mesa llena de papeles: políticas activas, energía, nucleares, industria, innovación y lo que se les ocurra, a ver si entre el mareo del vendedor pesado, el cansancio de tantas horas y las ganas de irte a casa, acaban firmando sin darse cuenta las 67 horas.
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Por si acaso, no perdamos de vista la bolita. Y si acaban comprando un edredón, leeremos con lupa la letra pequeña.
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