La escena ya la conocemos, es un clásico navideño que un anuncio de turrón actualiza año tras año: en el hogar familiar, la madre prepara la mesa para la cena de nochebuena. Entonces aparece el hijo que hace años marchó de casa, entra sin llamar, llega por la espalda y le tapa los ojos a la madre para darle la sorpresa, bajo la sintonía ñoña del "vuelve, a casa vuelve..."
Vale, límpiense la lagrimilla, porque el anuncio sigue: pasó la navidad y el muchacho no se ha ido, sino que ha trasladado sus cosas y ha vuelto a tomar posesión del dormitorio infantil convertido desde su marcha en el cuarto de la plancha. Ya no hay nostalgia navideña, ni turrón ni cancioncilla, sino la realidad pura y dura que cada vez más jóvenes viven.
Según el Observatorio de la Juventud, medio millón de jóvenes que ya le habían dado a sus padres el disgusto (o la alegría, según los casos) de emanciparse, han vuelto a casa desde 2008. Medio millón de hogares donde el anuncio del turrón suena a recochineo cuando lo ven. Y la previsión es que siga creciendo el número, por la recesión que no escampa, y por la supresión de ayudas como la renta básica de emancipación.
Jóvenes, y no tan jóvenes: conozco varios que no son ya veinteañeros, y alguno ni treintañero siquiera. Ahí está, según los sociólogos, la explicación a la paz social que aún vivimos: el colchón familiar, en el que vuelven a dormir muchos miembros de esa condenada "generación perdida".
El problema es que en muchas casas ese colchón cada vez está más desgastado, le asoman los muelles, está lleno de parches y son demasiados los que duermen apretados en él. Pero el problema es también de futuro: si nuestros padres pudieron construir ese colchón para los malos tiempos, muchos están quemando ahora su oportunidad de construir un colchón para ellos mismos, y no digamos ya para sus hijos en el incierto futuro.
Aquel viejo chiste del joven que aspiraba a vivir de los padres hasta que pudiese vivir de sus hijos va camino de hacerse realidad, y tal vez dé mucho juego para los guionistas de telecomedias. Pero no tiene ninguna gracia.
Comentarios
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