Opinión · La trama mediática
La Brunete catalana
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Qué pena, no dedicarse al negocio del talco, con tanto tafanario escocido como ha dejado a la derecha de Dios padre el editorial conjunto de doce diarios catalanes. Y una lástima, también, no disponer de siete páginas para esta sección, porque hoy se las llenaría con los ríos de bilis arrojados sobre mis colegas del nordeste peninsular. Miren cómo los bautiza -tiene bemoles- ABC: “El texto suscrito por la brunete catalana lleva el sello de las últimas intervenciones públicas del presidente de la Generalitat, José Montilla”. Por favor, un espejo para el anónimo redactor. Y otro más para su compañero Ignacio Camacho, autor de esta fresca: “Dice el adagio profesional que perro no come carne de perro, pero se da por supuesto que el periodismo libre tampoco se alimenta del pienso de los pesebres”. Guau, guau.
Nueve de cada diez columnas de la cabecera madrileña de Vocento echaban ayer sapos y culebras sobre la cuestión. El Mundo, que el día anterior había amenazado con hacer trizas a los autores del texto publicado en común, se conformó, a la hora de la verdad, con un par de cachetes. “Montilla y los nacionalistas aplauden a sus 12 periódicos” amagaba con el posesivo intencionado en portada, antes de perderse en una regañina editorial titulada “La dignidad de los españoles”. Con medio gramo más de punch, el columnista Santiago González versioneaba la manida gracieta que hacen los profesores de periodismo el primer día de clase: “No le digas a mi madre que soy periodista catalán. La pobre cree que me gano la vida como honesto palanganero en un meublé de Castelldefels”. Hay que actualizarse, González.
La monserga de la sociedad enferma
Esas pullas a los plumillas y el millar que les evito son extensibles a toda la sociedad catalana. Escuchemos al gran generalizador Federico Jiménez Losantos: “Porque hay nazis catalanes. Son todos progres, señal de que son nazis. Cuando no hay diferencias, cuando una sociedad se comporta de forma ovina, mala señal”. Y unos minutos de prédica después: “Se demuestra que es una sociedad enferma, enferma de totalitarismo, enferma de corrupción”.
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Eso decía el quijote turolense en EsRadio. También allí su particular Sancho Panza, César Vidal, soltaba su arenga: “Resistir las apetencias liberticidas del nacionalismo catalán es una obligación moral para los que amamos la democracia, para los que amamos a España y para los que amamos la libertad”. ¿Será eso presionar al Constitucional?
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