Opinión · La trama mediática
El linchamiento de Wyoming
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Execrable, miserable, repugnante, abominable. Todo eso me parece la agresión que sufrió el martes Herman Tertsch a pies de un cenutrio, de momento, anónimo. Sí, anónimo, por mucho que en los cavernarios comités de linchamiento le hayan pintado al fulano cobarde un retrato robot que es la viva imagen del Gran Wyoming. A los que presumen de señalados les pirra señalar. Fíjense en el dedo de Cristina López Schlichting desde su púlpito en Cope: “La agresión sólo sería motivo de dolor privado para quienes somos sus colegas y amigos, si Herman no hubiera sido puesto en la diana del odio general la semana pasada por el Gran Wyoming en La Sexta”.
Partícipe inevitable en el anatema al presentador de “El Intermedio” en la cadena episcopal, Juan Manuel De Prada recurre, como argumento de autoridad, a un clásico de la propaganda: “Hay una frase de Arzalluz que podemos hoy evocar: unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces. En este caso la podríamos aplicar a algo tan doloroso como es señalar con el dedo para que otros ejecuten la sentencia”.
Culpable sí o sí
No les pidan pruebas. Les basta su convicción de ser depositarios de la verdad y de ahí no les baja siquiera la posibilidad de que el agresor no hubiera sintonizado La Sexta en su vida. He aquí la esférica teoría de Prada: “A lo mejor la persona que le ha pegado la patada a Herman Tertsch es alguien que no ve el programa de Wyoming, pero participa de ese clima que desde los medios de comunicación se genera”.
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Haciéndose idéntico capirote con la presunción de inocencia, en la web de la cadena de los obispos alguien a quien respetaremos su chusco embozo tras las siglas “JJE” escribe: “Quizás una cosa nada tenga que ver con la otra. Pero la sospecha pesa demasiado como para no tenerla en cuenta”. Y tanto que pesa para el autor de firma semioculta, pues no duda en bautizar su escrito “El caso Herman Tertsch y el pecado de Wyoming”, justo debajo de un antetítulo que acusa: “Las amargas consecuencias del cordón sanitario”.
¿No les recuerda todo esto al reciente titular “La mirada del asesino de una niña de tres años”? Lo publicó ABC, que en este caso, y aún cuando el agredido es uno de sus colaboradores, ha hecho gala de una enorme prudencia. Ignacio Camacho es el único columnista que manda un abrazo a su compañero a través de un texto -”Los cristales de la libertad”- donde se cuida mucho de mencionar nombres propios. Es justo reflejarlo.
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