Opinión · La trama mediática
El rapto de Delibes
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Con un par y el cadáver de Delibes aún caliente, ABC recicló para su Tercera del domingo un viejo artículo en el que el recién difunto explicaba por qué estaba en contra del aborto. Dos días después de tal ejercicio de necrofilia a beneficio de obra, el columnero de corps Tomás Cuesta se dio el desahogo de acusar al rojerío de intento de robo de muerto a mano armada: “ Con la nocturnidad de siempre y con la alevosía habitual en estos casos, el difunto escritor fue reescrito por los especialistas en jugarretas funerarias y en los altares de la televisión del régimen se celebró una inhumación a humo de pajas. No ya como Dios manda, por supuesto, sino como ordena el amo”.
Ahora que dicen que el papel tiene las horas contadas, acabarán publicando el vetusto diario en láminas del mismo granito que el rostro que gastan. Si piensan que me sobro, les pongo un ejemplo más. Tras el patinazo en las urnas francesas de su bienquerido Sarkozy, un editorialista con mal perder tituló su pieza tal que así: “Le Pen, el amigo de los socialistas”. No, no piensen que se prepara un pacto contra natura para la segunda vuelta. Tan sólo era la interpretación de niño enrabietado por la derrota: “Y así, una vez más, como en su día quiso Mitterrand que fuera, la extrema derecha francesa se convertirá en la llave del poder del socialismo”. “Trampa tramposa”, le faltó añadir.
Tertsch, desatado
Tiene su gracia que esté de morros con Le Pen el mismo periódico donde campea Hermann Tertsch. Tras su patada hacia arriba en Telemadrid, el pájaro nocherniego anda, si cabe, más rabioso que nunca, como podrán apreciar -apártense un poco por si acaso- en el arranque de su perorata de ayer: “Va a ser que los españoles ya no tenemos derecho a rebelarnos contra lo que consideramos una injusticia. Porque es traición de lesa patria y nos van a poder dar palizas, insultarnos en televisión, difamar a nuestras familias o quizás meternos por ahí en alguna de esas checas con las que sueñan nuestros jóvenes y jóvenas del izquierdismo nacional”. Cómo explicarle que lo suyo fue una bronca de bar.
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Como regalo final, les dejo una frase antológica de Cristina L. Schlichting en La Razón: “Cuando me cruzo de piernas en el sillón, con la cola en la mano, el horizonte aparece despejado, la emoción fluye sin consecuencias y la satisfacción es tan natural como la del caracol bajo su concha”. Hablaba de una carrera de Alonso en la tele. ¡Malpensados!
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