Opinión · La trama mediática
El juez que ve anochecer
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Permítanme homenajear a Miguel Hernández en la víspera del 68 aniversario de su muerte: Umbrío por la pena, casi bruno, porque la pena tizna cuando estalla, el juez que veía amanecer es expuesto a vergüenza pública por quienes levantaron el pedestal desde el que ahora lo empujan al vacío. “La caída de Garzón”, celebraba ayer en su primera La Razón la feliz coincidencia el mismo día de la anulación de las escuchas del caso Gürtel y del rechazo del Supremo al recurso del magistrado para evitar el proceso por prevaricación.
Con mayor alborozo y una foto del jienense con cara de funeral, ABC anunciaba, también en primera: “El banquillo espera a Garzón”. Un editorial titulado “El juez que no sabía escuchar” -ya nos malicianos a quiénes- se extasiaba imaginándolo con grilletes y pijama a rayas. Y que nadie proteste, porque se lo ha ganado a pulso: “Lo demás es pura propaganda de una parte de la izquierda que ve con angustia cómo se desmorona uno de sus mitos más conspicuos y por el que protesta con un contradictorio discurso contra los más elementales principios del Estado de Derecho, como la legalidad penal, el derecho de defensa o el respeto a las libertades individuales”. Por estas fechas hace siete años Garzón fue aclamado en el vetusto diario cuando la Fundación Gregorio Ordóñez le concedió su premio por ser “la vanguardia de la lucha contra el terrorismo”. Yo sí me acuerdo.
Anson con Matas; Torres contra Mayor
Ya sólo le queda al togado caído en desgracia que se abrace a su causa el abogado de los imposibles Luis María Anson. No hay que descartarlo. Hace unas semanas blandió su pluma a favor del enmarronado Díaz Ferrán y ahora se ha metido a limpiador de la buena imagen de Jaume Matas, de quien decía en El Mundo: “Es hombre serio, prudente, equilibrado, trabajador tenaz. Le albricia un sutil sentido del humor. Conversar con él es una delicia. Está muy por encima de la mediocridad que consume a la clase política española. Se comprende que los baleares le hayan votado reiteradamente”.
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Déjenme que remate con una sorpresa. Algún día me gustaría poder escribir sin que nadie me acusara de rojo disolvente lo mismo que David Torres ayer en El Mundo: “En el fondo de armario del PP, después de los chalecos liberales, los trajes del Gürtel, las faldas aguerridas, las camisas falangistas y las casullas apostólicas, está Mayor Oreja, justo donde gruñen los osos y la madera chorrea de estalactitas”. No sobra una coma.
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