Opinión · La trama mediática
Patria y fútbol
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No hacía falta ser el pulpo Paul para adivinar qué trozo del histórico triunfo sobre Alemania sería expuesto en las vitrinas del ultramonte mediático. ¿Lo deportivo? Ya saben que no. “España vence unida”, gritaba con intención La Razón, como si cuando palmó ante Suiza lo hubiera hecho dividida en taifas. Crecido, el portadista se permitía una guasa: “Zapatero, 'ministro' de Deportes, celebró en Moncloa su éxito sobre Merkel”.
Más discreto en primera que su hijastro de papel, ABC gastaba en el editorial sus existencias de doble caldo ideológico: “Determinados particularismos ridículos e intransigentes quedan reducidos a la mínima expresión cuando se comparan con la calidad humana y el nivel deportivo de este grupo de jóvenes, procedentes de todas las regiones españolas, unidos en el esfuerzo común y en el espíritu solidario”. Sí, en eso pensábamos cuando marcó Puyol.
En El Mundo, contenido tanto en el frontispicio como en el editorial, Isabel San Sebastián se postulaba como una Larissa Riquelme del barrio de Salamanca. Con notables diferencias, claro, porque es difícil imaginar a la forofa paraguaya enardeciendo a la hinchada con soflamas como esta: “La rojigualda ha ondeado en millones de balcones para disfrute de los viandantes. Cataluña, el País Vasco o Galicia han seguido con el alma en vilo los progresos de la Selección, exactamente igual que el resto del país, dando la espalda a sus presuntos representantes secesionistas. La juventud en bloque ha vibrado con los colores patrios”.
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No todo es fútbol
Y aún queda la final. Menos mal que hay quien no ha perdido el Oremus. El editorialista de Cope, sin ir más lejos, que nos recordaba lo que nos oculta el opio balompédico del pueblo. Impagable, el barniz filosófico-curil con que bañaba la sentencia: “Al margen de este acontecimiento deportivo, la vida y también la muerte, siguen su curso inexorable e insoslayable. Así ocurre con la entrada en vigor de la ley del aborto libre”. Ni Iniesta es capaz de marcarse un cambio de ritmo así.
Casi pueden ir en paz. Antes de concederles la dispensa plena, les propongo que mediten sobre unas sabias palabras halladas accidentalmente en el último vertido doctrinal de César Vidal en La Razón: “En España engañar a gañanes no resulta tan difícil si bien se mira. El problema es cuando abandonas la aldea y quieres convencer a otros más instruidos -e informados- de tus razones”. Noble confesión, si lo es.
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