Opinión · La trama mediática
País de vagos
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En la que aprueban mañana, tal vez aún no, pero en la próxima reforma laboral no descarten que se recupere la jornada de setenta horas y el pago del salario en chapas del economato. Es por lo que suspira la cabaña opinatera que nutre de ideas a este Gobierno. A la cabeza, Federico Jiménez Losantos, que en su prédica de El Mundo mostraba el camino a la ministra: “Los parados en España no pueden ver a los sindicatos y quieren trabajar en lo que sea, con 20 días de despido, sin llegar al salario mínimo o trabajando a tiempo parcial. ¿De qué tiene, pues, miedo el Gobierno?”.
Por si Báñez necesitaba una versión más clara, uno de los ahijados del turolense —de nombre, Pablo Molina— se la berreaba en Libertad Digital. “Mejor en casa trincando el subsidio”, se titulaba la pieza del meritorio federiquil. Para terminar de ganarse la insignia, se adornaba: “El subsidio como horizonte económico, la vagancia como imperativo vital. Normal que la Merkel nos abronque. Lo raro es que no nos hayan echado de Europa ya”. Relájate, campeón.
Salvación... para algunos
Sermoneando sobre lo mismo, el editorialista de Cope nos deja los ojos como platos: “La Iglesia no puede callar ante la injusticia de que muchas personas no tengan ni siquiera lo necesario para vivir”. No se emocionen, que hay segunda parte. Los descreídos quedan fuera de la protección del de arriba y de los que gestionan sus sucursales en la tierra: “Pero su tarea profética le empuja a poner el acento sobre las raíces morales de esa injusticia. Únicamente donde se ve a Dios, comienza realmente la vida”.
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Entrados en los andurriales de lo moral, atiendan la teoría sobre los asesinados de primera y de segunda que se larga José Antonio Vera en La Razón: “Es verdad que hubo víctimas del GAL y del denominado Batallón Vasco Español, y que como tales han de ser reconocidas, pero en ningún caso podemos equiparar unas con otras, porque el daño causado por la banda a la democracia y a las personas es tan brutal que no admite ni la más leve equiparación”.
Como propina, una de Julio Ariza, baranda máximo de Intereconomía en La Gaceta: “Han legislado que el matrimonio, lugar natural de la procreación y educación de los hijos e institución imprescindible para la supervivencia del hombre en sociedad, se extendiera a parejas que, por su propia esencia y no por accidente, no pueden cumplir ninguno de sus fines”. ¡Epa!
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