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Opinión ·

Barghouthi y sus 1.600 compañeros nos interpelan

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Luis Suárez, miembro de la Comuna.

Más de 1.600 presos palestinos en prisiones israelíes se encuentran en este momento en huelga de hambre para recordar la Nakba (el desastre), cuyo aniversario se cumple el 15 de mayo.

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La Nakba, una palabra que no dirá nada a la mayoría aquí, en el Mediterráneo norte, el sur del norte; pero que dice mucho en el Mediterráneo sur, y sobre todo en el oriental, en esa región a la que solemos referirnos como Oriente Medio.

De hecho, la Nakba es uno de los dramas históricos en que se enraízan los conflictos que han asolado y asolan esa región, ramificados ya en todas las direcciones de África, Asia y hasta de ese confín oriental europeo que es Turquía. Se podría decir que la Nakba representa uno de los focos coloniales de la infección de odio e injusticia generadora de la omnipresente reacción actual de rencor envuelta en fanatismo y religión. La que a su vez sirve de excusa para la beliciosa respuesta de las potencias que, alimentada por el combustible, nunca mejor dicho, de poderosos intereses geoestratégicos, ha acabado provocando la metástasis de esa región.

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En esa infausta fecha, en el año 1948, se proclama e instaura el Estado de Israel, iniciándose al tiempo la ignominiosa expulsión de cientos de miles de habitantes palestinos de sus pueblos y territorios ancestrales.

En estos casi 70 años, esos cientos de miles se han convertido en unos 5 millones de refugiados de segunda, tercera y cuarta generación, que solo han conocido el exilio forzado en las precarias condiciones de los campos de refugiados de Cisjordania, Líbano, Jordania, Siria, etc., que nunca han visto su hogar de origen, y que no tienen motivo para creer que algún día podrán verlo ni, mucho menos, recuperarlo.

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Los presos nos recuerdan que se cumple también un año más de ocupación israelí de Cisjordania sin que se vislumbre solución alguna en el horizonte, sino que, muy al contrario, se asiste a la impasible escalada de desposesión y violencia por parte del Estado israelí en los territorios ocupados a través de nuevos asentamientos, arbitrariedades y bloqueos.

Con su huelga de hambre declarada el pasado 17 de abril, día nacional de los presos políticos palestinos, quieren también llamar nuestra atención sobre la penosa situación de los aproximados 6.500 presos palestinos en prisiones israelíes. A un mes del inicio de su huelga de hambre, los presos solo han recibido como respuesta de la autoridad penitenciara israelí un endurecimiento aún mayor de sus condiciones de supervivencia (llamarle vida sería impropio), así como de la violación cotidiana de sus derechos: mayor aislamiento respecto a familiares y abogados, recrudecimiento de los abusos, humillaciones y malos tratos, más restricciones a la atención sanitaria… con desafiante indiferencia hacia las normas y llamamientos humanitarios internacionales, en particular el llamado ‘cuarto protocolo’ de la Convención de Ginebra, relativo a la Protección de Personas Civiles en Tiempo de Guerra (1949).

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Para expresar la solidaridad que, en nuestra condición de expresos y represaliados por delitos de opinión y de resistencia a la opresión, sentimos hacia los hermanos presos palestinos, nos parece lo más apropiado hacer nuestras sus propias palabras. Las palabras en este caso de Marwan Barghouthi, líder de Al Fatah, preso desde hace unos 15 años.

Israel ha creado un doble régimen jurídico, una forma de apartheid judicial, que asegura una cuasi impunidad a los israelíes que cometen crímenes contra los palestinos, a la vez que criminaliza la presencia y la resistencia palestinas. Los tribunales de Israel son una parodia de justicia, y son claramente instrumentos de la ocupación colonial y militar. Según el Departamento de Estado, la tasa de condenas de los palestinos ante los tribunales militares es de casi el 90%.

Entre los centenares de miles de palestinos que Israel ha encarcelado hay niños, mujeres, parlamentarios, activistas, periodistas, defensores de los derechos humanos, universitarios, personalidades políticas, militantes, paseantes, miembros de la familia de los presos. Y todo esto con un solo objetivo: enterrar las aspiraciones legítimas de una nación entera.

En lugar de esto, sin embargo, las prisiones de Israel se han convertido en la cuna de un movimiento duradero por la autodeterminación palestina. Esta nueva huelga de hambre demostrará una vez más que el movimiento de los prisioneros es la brújula que guía nuestro combate, el combate por la Libertad y la Dignidad, nombre que hemos elegido para esta nueva etapa en nuestra larga marcha hacia la libertad.

Párrafos extraídos de la carta de Barghouthi desde prisión, publicada en el New York Times el pasado 18 de abril bajo el título ‘Por qué estamos en huelga de hambre en las cárceles de Israel’ (publicada en castellano en la revista Viento Sur):

Debemos recordar también que en diversos puntos del Estado español se están realizando ahora mismo también ayunos y diversas acciones en solidaridad con la huelga de hambre de los presos palestinos, que han sido suscritas tanto por colectivos de solidaridad como por sindicatos y partidos progresistas.

Esta es una buena ocasión para volver a situar la causa palestina en el primer plano de la agenda solidaria, rechazando así la lógica de su difuminación en el paisaje descorazonador de los conflictos aparentemente irresolubles y el desinterés mediático.

Desde Europa en particular es necesario seguir exigiendo a nuestras timoratas e hipócritas instituciones comunitarias una mínima coherencia entre los nobles principios y las innobles pasividades y sometimientos a la ley del más fuerte, en este caso el lobby sionista y su rehén, el gobierno norteamericano.

No está de más, en este sentido, reparar en la cruda paradoja ofrecida recientemente cuando, al tiempo que los presos palestinos iniciaban una nueva lucha por sus derechos, media Europa se regodeaba en un nueva edición de Eurovision, que ha vuelto a añadir el mal gusto ético al estético al permitir la participación del representante del gobierno israelí.

Las instituciones y gobiernos eligen así la normalización en lugar del boicot en relación a la ocupación y opresión sionista.

Los hermanos palestinos en huelga de hambre nos interpelan desde su soledad para que no permitamos la institucionalización, perpetuación y aceptación del sufrimiento y humillación de su pueblo.

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