Opinión ·
Verano en Madrid
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Por Nerea Fulgado, periodista y activista de 'La Comuna'
Cuando el sol empieza a apretar y se siente el cansancio de un año entero de actividades es el momento de desconectar. Todo tu ser quiere marchar a un lugar fresco donde, a poder ser, te puedas remojar los pies. El verano es ese momento en el que nos damos un respiro.
Como militantes sabemos que el verano es el espacio para leer los libros atrasados, para trabajar en algún sitio más porque somos precarios y precarias y el capitalismo nos oprime, para irnos a la playa quien pueda o a la montaña o para darnos un respiro porque demasiadas veces lo personal es político. Para sanarnos a la espera de un nuevo ciclo. Otro otoño caliente se avecina un año más.
Pero a la vez, da igual donde estemos, la falta de derechos es palpable en todas partes. Ese patrón que quiere que trabajes mil horas, pero solo te da de alta como trabajo de fin de semana. Las mujeres soportando que se nos juzgue nuestros cuerpos o haciéndonos cargo de todas la labores del hogar porque da igual si estamos en la costa o en nuestra casa, ese es el papel que nos imponen. La persona alquilada que no puede más porque todos sus vecinos son turistas. Esos niños que sin comedor tienen problemas para alimentarse adecuadamente.
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España, ese lugar de sol y playa, tiene esa facilidad de olvidarse de sus propios problemas cuando aprieta el calor.
En Madrid, durante estos meses de verano, vendrán unos tres millones de turistas. Casi todos visitarán la sartén que es Puerta del Sol y no sabrán que al lado del kilómetro 0, en el mismo sitio donde nos tomamos las uvas cada nochevieja, en sus sótanos se torturaba gente. Nada les recordará que durante tres años Madrid fue sitiada durante la Guerra Civil. No tendrán ni idea de las razones por las cuales, aún hoy, hay un monumento fascista en la Moncloa o qué pasó en Ciudad Universitaria y ni se fijarán en los impactos de bala en el edificio de la Facultad de Medicina. Tampoco lo sabrán por ningún museo, ni siquiera por el Museo de Madrid. Ni habrá alguna exposición de las fotografías de Robert Capa. Nada. Como mucho algo se enterarán mientras miran el Gernika pero ni siquiera es algo que pasase en Madrid. Sabrán mucho más de la guerra de la Independencia que de la Guerra Civil porque, por suerte, todo lo referente a los sucesos del 2 de Mayo está reflejado por todas partes ya sea con estatuas, cuadros o placas. Es como si la Guerra Civil y la dictadura no existieran.
En abril de este año, la presidenta del gobierno de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, dijo que no pondría una placa en la Real Casa de Correos porque las placas estarían dedicadas "a quienes unan al pueblo de Madrid". en Chamberí. Es de suponer que, si el PP no hubiese sacado mayoría absoluta, ahora mismo los madrileños y madrileñas nos estaríamos encontrando con una propuesta de Ley de la "Concordia" que son más bien del olvido.
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Pero es verano. Es el momento de descansar. Quizás lo merecemos. Merecemos leernos ese libro que aún no hemos acabado, merecemos remojarnos los pies sin agobiarnos porque suena el teléfono, merecemos trabajar en condiciones dignas con sueldos dignos, merecemos una vivienda con vecindario, merecemos infancias y adolescencias plenas, merecemos feminismo y una sociedad libre de homofobia y transfobia, merecemos vidas que merezcan ser vividas. Y, quizás para merecer esas vidas es necesario recordar que, sin memoria, nos arriesgamos a volver a cometer los mismos errores. Que no es solo una placa en un edificio, es recordar a los que lucharon antes que nosotros y nosotras y que tenemos el riesgo de acabar igual que ellos si dejamos que la extrema derecha y la derecha impongan un relato de que aquí no ha pasado nada. Es recordar porque hay que estar orgullosos y orgullosas de los que nos precedieron y que hicieron todo lo posible para que en el Estado español prevaleciese la democracia.
Es verano en Madrid, sí, y hace calor, pero no hay que olvidar que, porque fueron, somos, porque somos, serán.
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