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La celebración del Mundial de Catar divide al mundo

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Qué tiempos en los que un Mundial era cosa de goles y de fiesta. El de Catar, de momento, llega lastrado por las sombras. La última, a punto de empezar ha sido la acusación lanzada por el presidente de la FIFA. "Hiipocritas!", llamaba destempladamente Guanni Infantino a quienes en Occidente se cuestionan la oportunidad de celebrar un  evento de semejante envergadura en un país de semejante perfil. Su denuncia venía a reforzar la formidable polémica que precede el arranque de la fiesta. Luis Enrique, seleccionador esapñol, admite que es "un país con situaciones conflictivas". El jugador Héctor Ballarín casi celebra el no haber sido convocado por no saber si lograría disfrutar la "carga" de miles de personas muertas en las obras de preparación de la sede. Dos ejemplos del efecto Catar, que ha enredado al universo del futbol y su más allá en el dilema y las contradicciones. "¿No teme que le acusen de blanquear el régimen?", le preguntaban en televisión a un Maluma muy enfadado con la, para él, "grosería" del presentador. Él ha decidido estar en el Mundial, frente a otros artistas como Dua Lipa, Rod Stewart o Shakira que han dado plantón. Cada uno tiene su razón. o sus razones. Porque, en efecto, Catar no es el primer país "sospechoso" en el que se celebra un mundial, en un fútbol regado de petrodólares. Pero, es un hecho también, que su historial -corrupción en la designación, régimen autocrático, falta de derechos de todo tipo- es difícilmente defendible en un escaparate de máximo calibre. -Redacción-

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