Las estaciones de metro se convierten en agobiantes saunas durante la ola de calor
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Durante el verano los trenes disfrutan de aire acondicionado, pero la espera en los andenes se hace eterna. Los pasajeros del Metro de Barcelona aguantan el asfixiante calor sin soltar el abanico y la botella de agua. La iluminación, los motores del metro, las escaleras mecánicas suponen fuentes de calor que elevan la temperatura en el andén: 33 grados en la estación de Plaza Cataluña. Y en Valencia la alerta amarilla con máximas de 33 grados también se sufre al moverse en metro. Algunos se preguntan por qué no se toman medidas, pero enfriar las estaciones no es tan sencillo, porque los trenes mueven el aire de un sitio a otro, es decir, se podría refrigerar una estación, pero el metro llegaría con una nueva masa de aire caliente y el proceso de enfriamiento tendría que volver a comenzar, por lo que el gasto energético sería enorme. Los pozos de ventilación, eso sí, renuevan el aire con el exterior. Algo que sirve de muy poco cuando la temperatura en la calle es igualmente insufrible.
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