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Controladores aéreos, un gremio que dice que no todo son privilegios en sus vidas

Separar aviones para evitar conflictos, tranquilizar a los pilotos, no equivocarse nunca y cada día vigilan una media de 40 aviones a la hora. 'Publico' vive una jornada laboral con uno de los controladores del Centro de Control de Madrid.

Jesús Corral es uno de los controladores aéreos del centro de Torrejón de Ardoz, en Madrid / PÚBLICO

alfredo varona

En esa pantalla está el cielo. Multitud de puntos que representan el vuelo de los aviones por el mundo en una tarde que aun así, según él, es pacifica. "No hay demasiados vuelos". Él es Jesús Corral, uno de los controladores aéreos del Centro de Control de Madrid, ubicado en Torrejón de Ardoz, donde la media de edad es alta, de 51 años.

Hace tiempo que no llega ningún controlador nuevo, pero el día que lo haga, porque al fin se acaba de convocar una oferta de empleo, se le avisará de que aquí no todo es un buen sueldo ni trabajar en turnos de mañana, tarde y noche ni tener que descansar obligatoriamente "el 25% de las 7,30 horas que dura la jornada". Es más, Jesús será uno de los que le explicará que "aquí cada controlador vigila una media de 40 aviones a la hora" y que, en general, nunca pasa nada "hasta el día que pasa o hay una tormenta y el piloto te dice que no sabe qué camino tomar".

Hasta puede recordar aquel piloto de Chile aquella vez que le dijo "tengo que aterrizar ya, porque está saliendo humo del motor". Pero esa también es parte de la vida de los controladores aéreos, un gremio que reivindica que no todo son privilegios en sus vidas. En sus consolas también se aloja la tensión, porque "nuestra labor es la de separar aviones para evitar conflictos y hoy puede no ser tan fácil como parecía ayer", dice Jesús Corral, legitimado en la profesión desde 1995 cuando aprobó y fue destinado al aeropuerto de Tenerife Norte.

"A menudo, se escucha ese mito de que algún día los aviones puedan volar sin piloto, pero a día de hoy no sé. No sabría decir" replica él. "Es verdad que hay variantes que te dicen cuantos aviones pasan a la hora por un sitio. Pero en el mundo de los aviones existen los retrasos. Es más, los retrasos están a la orden del día, y eso es lo que puede originar que dos aviones lleguen al mismo nivel y a la misma altitud al mismo tiempo y, precisamente, ahí estamos nosotros para separarlos".

"A menudo, se escucha ese mito de que algún día los aviones puedan volar sin piloto, pero a día de hoy no sé"

Una separación que debe ser de cinco millas (el equivalente a 10 kilómetros) en el tránsito aéreo "y todo lo que sea menos que eso te origina un quebradero de cabeza inmenso". De ahí que uno no vea pregunta innecesaria, al lado de este hombre, que no para de hablar en inglés con pilotos que, por lo visto, proceden de todas las partes del mundo. "Sí, efectivamente, lo mismo se controla a un avión que sale del aeropuerto de Tel Aviv que a otro que aterriza en el de Santander".

La tensión es parte del oficio. "A veces, ni tú mismo te la explicas. A fin de cuentas, estás sentado frente a una pantalla. Pero cuando te levantas de la silla, cuando separas los ojos de esa pantalla es cuando realmente pones nombre a la tensión", insiste Corral, que no pretende idealizar ni dramatizar su trabajo, "pero aquí uno puede llegar a tener 20 aviones en frecuencia a la vez. No es hablar con uno: es hablar con 20 y cada uno pide una respuesta y esa respuesta tú, como controlador aéreo, debes dársela en segundos. Hoy, ya me parece natural, porque llevo muchos años, pero a veces te preguntas ¿es eso lo natural?". El verdadero problema es que una mala interpretación puede originar un problema. "Por eso tenemos que ser breves y, sobre todo, concisos". El escenario puede ser muy exigente. “Hablamos por una radio en la que a veces hay interferencias y si tú le dices al piloto de subir al nivel ‘tres, seis, cero’, ¿quién te dice que él no te ha escuchado ‘tres, tres cero’? Por eso el piloto debe repetirte siempre exactamente la misma orden que tú le has dado”.

70% en inglés, 30% en castellano

La experiencia ya quizá sea la mejor lección. "Mientras tú estás hablando con un piloto, te puede llamar un compañero que te pide, 'bájame ese avión a tal nivel' y tienes que hacerlo, y cada día, antes de ponerte los cascos, debes recordar que no existe una solución ideal ni única; que vas a salir de un avión y te vas a meter en otro y que no tienes opción a equivocarte. Pero aun así me niego a pensar que trabajemos con miedo. Al menos, en mi caso no creo que sea así".

Trabajadores del centro de control aéreo de Torrejón de Ardoz / PÚBLICO

Trabajadores del centro de control aéreo de Torrejón de Ardoz / PÚBLICO

La realidad es que los controladores aéreos son ciudadanos normales, con los que uno puede compartir un viaje en el Metro. La fortuna de su trabajo, según Corral, es que "no hay monotonía. Nunca hay dos días iguales. Quizá por eso no me hubiese importado que mis hijos eligiesen esta profesión. Pero ellos han decidido tirar por otro lado", añade él, a quien tampoco le gusta escuchar que "somos unos privilegiados. El día que yo me presenté a la oposición había unos temarios y unas condiciones que eran iguales para todos. Podía haberse presentado cualquiera porque entonces accedías a controlador aéreo por examen y el examen es lo más democrático que existe”.

"No soy vocacional, porque quizá encontrar en este trabajo a gente vocacional…, no lo veo fácil", explica. "Quizá expilotos que se hacen controladores o controladores que se hacen pilotos por afición. Pero mi caso no fue así. Yo estaba en paro y apareció la posibilidad de esta oposición. No era fácil. Había que hacer hasta psicotécnicos en inglés con una rapidez que me parecía enorme. Y recuerdo que me preparé el inglés por mí mismo. Iba a ver películas en inglés, leía libros en inglés y hasta me esforzaba por pensar en inglés Viajé hasta Londres y hacia preguntas en la calle sin ninguna otra pretensión que la de fortalecerme en el idioma". Al final, el resultado le dio la razón. "Se presentaron más de 8.000 personas y yo fui uno de los 100 que aprobé. Luego, entré en la escuela donde casi había un examen cada día hasta de metereología. No sabía que se pudiese uno examinar a ese ritmo. Fue duro pero mereció la pena. Al final, obtuve la licencia".

Certificado médico anual

Hoy, acepta su vida a turnos, "en la que te puede tocar trabajar todas las fiestas como me va a pasar a mí esta Navidad, pero otras veces ha sido al revés, y no pasa nada. Al fin y al cabo, forma parte de la personalidad de nuestro trabajo: del mismo modo que aceptas el sueldo aceptas que en cualquier momento, con la legislación actual, puedan llegar desde servicios médicos y sacarte sangre para ver si hay restos de alcohol, drogas…"

Es un oficio en el que la salud está bajo vigilancia perpetua y puedes perder la licencia cualquier año

Porque este es un oficio en el que la salud está bajo vigilancia perpetua. “Tenemos un certificado médico anual: vista, oído, corazón, colesterol… Tenemos cada cierto tiempo hasta un examen de inglés para chequear que conservamos el nivel adecuado y, si por cualquier causa no lo pasas, uno puede perder la licencia. Pero, evidentemente, no es lo habitual: yo calculo que en mi jornada de trabajo hablo un 70% en inglés y un 30 en castellano. Es más, los únicos pilotos con los que hablo en castellano son con los españoles, que son los que dominan el idioma al cien por cien. Con el resto siempre en inglés. Incluso con los portugueses, que te empiezan hablando en castellano, yo contesto en inglés, porque temo que no nos entendamos. Sin embargo, en el inglés es más difícil que haya ese problema, porque en esta profesión todos estamos obligados a hablar inglés y, además, es una terminología muy especializada”.

Quizá por eso este Centro de Control de Madrid a uno también le parece una escuela de idiomas o un atlas de geografía en el que se sale y se entra de países como si se pasasen páginas. Y así sucesivamente. Ahora, Jesús acaba de controlar un vuelo que salió de Dubai y va a cruzar la península ibérica con destino a Nueva York. Una información que también juzga a esta profesión en la que hace falta sabia nueva. La media de edad es alta. Máxime si tenemos en cuenta que en otros países los controladores se jubilan a los 55 años. Pero aquí ahora mismo, tal y como está la Ley, hay que aguantar hasta los 65 siempre y cuando pasemos los exámenes a los que nos sometemos". Porque esas son las reglas de juego en este mundo cada vez que el controlador abre su taquilla, recoge los cascos y se cuelga la licencia y, desde una enorme pantalla de ordenador, vuelve a poner orden en el cielo, el pasaporte para impedir tantos conflictos.

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