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COMUNICACIÓN La falta de recursos ahoga a 'Punto Final', la revista que Pinochet ordenó destruir

Este viernes sale a la calle el último número de la mítica publicación de izquierdas. Tras el golpe de estado de septiembre de 1973, varios de sus redactores fueron detenidos y asesinados. Su director, ex preso político del régimen, confiesa que “el dolor es muy grande”.

Algunas de las portadas de la revista Punto Final.

El periodista chileno Manuel Cabieses está a punto de cumplir 85 años. Cuando tenía 32, se embarcó en una aventura que le cambiaría la vida. Junto a Mario Díaz, también reportero, fundó una revista. Corría septiembre de 1965. La bautizaron como Punto Final. En el septiembre de 1973, Díaz y Cabieses tuvieron que hacer un punto y seguido. La redacción fue allanada, varios de sus trabajadores fueron asesinados y otros acabaron en el exilio. Años después, cuando el régimen estaba a punto de caer, abrieron otra vez las puertas de esta publicación de izquierdas. Hasta hoy. Casi 43 años después de su nacimiento, ha llegado el momento de cerrar. Lo que no logró  Augusto Pinochet lo ha conseguido la falta de recursos.

"Me cuesta encontrar una palabra exacta para definir lo que siento", comentó Cabieses a Público desde su oficina, situada en la calle San Diego de Santiago de Chile. En su ordenador se acumulan los artículos del último número de esta publicación quincenal, que saldrá a la calle este viernes. Va a ser la última, pero en la redacción de Punto Final trabajan como si fuese cualquier otro de sus 894 números. Quieren morir como nacieron: informando desde una óptica de izquierdas, anticapitalista y latinoamericanista. 

Manuel Cabieses, director de Punto Final.

Manuel Cabieses, director de Punto Final.

"Estaremos cumpliendo nuestra tarea hasta el último día, con el ánimo fuerte", dice su director. No obstante, admite que son días difíciles. "Es un dolor muy grande –explica Cabieses-. He pasado mi vida en esto. Para mí, es como ver agonizar a un familiar". La enfermedad que llevará a esta publicación a la tumba ha sido la misma que en otras tantas redacciones de aquí y allá. "La razón es simple y clara –subrayó su responsable-: no tenemos recursos propios para seguir adelante". En Chile hay un agravante: se trata de uno de los países más caros de América Latina para editar un periódico o una revista. Allí el mercado está controlado por dos grandes empresas. El resto sobrevive como puede. 

En ese contexto, Punto Final se edita cada 15 días y vende unos cinco mil números. En su redacción hay cuatro personas trabajando de forma fija, aunque cuentan con una red conformada por una veintena de colaboradores. El sociólogo chileno Marcos Roitman, quien tuvo que refugiarse en España tras el golpe de Estado de Pinochet, es uno de ellos. "Esta revista es un acervo de la cultura chilena. Dejarla morir significa matar parte de la cultura política del país", dijo a Público en Madrid, donde trabaja como profesor universitario. 

Basta con repasar el archivo histórico de Punto Final para darle la razón a Roitman. Por ejemplo, en el número 59, que salió a la venta en la primera quincena de julio de 1968, se publicó por primera vez el Diario del Che Guevara en Bolivia, una de las obras referenciales de este militante revolucionario. También cubrió el momento histórico que supuso la victoria de la Unidad Popular de Salvador Allende, así como el golpe de estado genocida que acabó violentamente con aquel gobierno democrático. 

Algunas de las portadas de Punto Final2.

Algunas de las portadas de Punto Final.

"Soldado: La Patria es la clase trabajadora", rezaba su portada del 11 de septiembre de 1973, el mismo día en el que Pinochet instauró su régimen de terror. Aquella dramática jornada, el general dio una clara orden por radio a sus subordinados. "Justamente el personal que trabaja allá en Punto Final... Todo el mundo ahí debe ser detenido. Cambio", advirtió. Poco después se produjo el allanamiento y destrucción de la revista. Varios de sus redactores y colaboradores fueron detenidos, torturados y asesinados. 

Perseguida en democracia

Cabieses, que por entonces también figuraba como director de la revista, fue detenido dos días después del golpe de Estado. Hasta 1975 permaneció en campos de concentración de la dictadura. Luego fue expulsado del país y se refugió en Cuba hasta 1979, año en el que regresó a Chile para vivir clandestinamente junto a su esposa, Flora Martínez. Mientras tanto, su compañero Mario Díaz se exilió en México, donde logró sacar una edición internacional de la revista. 

Diez años después, en 1989, Punto Final volvió a ver la luz en Santiago. El dictador Pinochet aún ostentaba el poder, pero lo quedaba poco. La democracia se restauró en marzo de 1990, aunque eso no significó el fin de la persecución contra la revista: en septiembre de 1991, el gobierno de Patricio Aylwin presentó una querella contra Cabieses por una portada de Punto Final que llamaba "sádico y asesino" a Pinochet. A raíz de esa denuncia, Cabieses llegó a ser detenido por la Policía chilena en plena democracia. Ni siquiera así lograron callar su voz, ni tampoco apagar los teclados de esta histórica publicación de izquierdas. Hasta hoy.

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