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CONSUMO La lucha contra el impuesto rosa se abre hueco tras la marea feminista del 8-M

Es un fenómeno global de discriminación económica basada en el género, pero suele pasar desapercibido. Se conoce como el impuesto rosa, una práctica comercial que encarece los bienes y servicios destinados a mujeres.

El 'impuesto de género' o cómo las mujeres pagan más que los hombres por el mismo producto. EFE

ana delicado

Las inequidades que imperan entre mujeres y hombres se revelan en cada vez más facetas. A cuenta de las desigualdades reconocidas en el ámbito económico y profesional, pocos se atreven a estas alturas a cuestionar la brecha salarial que existe entre las trabajadoras y sus compañeros varones, o el denominado techo de cristal, ese obstáculo velado que frena el ascenso laboral de las mujeres. 

La huelga internacional feminista que se ha celebrado este jueves en multitud de países de todo el mundo también ha servido para poner de relieve otra discriminación económica que suele pasar más desapercibida: se conoce como impuesto rosa, (woman o tampon tax, en inglés), un gravamen que encarece los artículos de consumo masivo dirigidos a mujeres. 

Ejemplo de ellos son los champús, cremas, desodorantes, cuchillas de afeitar o analgésicos que en su versión "femenina" son más caros que los comercializados para hombres. También se puede observar en determinados servicios, como los tratamientos de peluquería. 

No existen razones claras para justificar la existencia de este impuesto diferenciado

El impuesto rosa especula con algunos productos que utilizan las mujeres en exclusiva, como los relacionados con la menstruación, y acentúa la merma en la capacidad de compra que ya de por sí padecen al cobrar menos que sus compañeros varones. 

No existen razones claras para justificar la existencia de este impuesto diferenciado, explica a Público la economista argentina Magalí Brosio, cofundadora y coordinadora de asuntos internacionales del portal Economía Femini(s)ta. 

"El problema no está ligado a distintos costos de producción, ya que estamos hablando de productos prácticamente iguales sin diferencias cualitativas sustanciales", indica la especialista. "La discrepancia en los precios minoristas surge no tanto en la producción como la reventa, ya que cada vendedor tiene su propia forma de determinar esos precios". 

La decisión de encarecer productos destinados al público femenino también puede explicarse por decisiones comerciales que "operan bajo la hipótesis o premisa de que las mujeres están más dispuestas a pagar más por su vestimenta o aseo personal, lo cual está basado en la construcción de estereotipos de género", añade Brosio. 

En España, compresas y tampones tienen un IVA del 10% y no del 4%

Merecen una mención aparte los artículos relacionados con la menstruación. "Hoy en día, no son considerados de primera necesidad en muchos países, y por lo tanto pagan altas tasas de valor agregado, lo cual encarece su precio final y dificulta que mujeres de bajos recursos accedan a ellos", observa la economista, de la Universidad de Buenos Aires (UBA). 

Las compresas y los tampones en España, por ejemplo, están gravados con un IVA del 10%, pese a que el Gobierno contempla otra categoría impositiva para los productos de primera necesidad, a los que se les aplica un IVA superreducido del 4%. 

Canarias ha eliminado desde este año los impuestos indirectos para este tipo de bienes, pero ninguna otra comunidad autónoma ha seguido su ejemplo. 

La Comisión de Igualdad del Congreso aprobó en octubre de 2016 una proposición no de ley presentada por el PSOE para bajar al 5 % el gravamen sobre estos artículos, medida que recibió el rechazo del PP y la abstención de Ciudadanos. 

Presentado como una concesión, una cadena de supermercados acaba de anunciar que eliminará los días 28 de cada mes el IVA sobre los productos de higiene femenina. 

Situación en Europa

Una directiva del Consejo de la Unión Europea vigente desde 2007 impide aplicar un IVA menor al 5% para los artículos de relacionados con la menstruación, pues son considerados por la Comisión Europea como de lujo o no esenciales. 

Irlanda pudo escapar de esta directriz al establecer con anterioridad que las compresas, los tampones y las toallitas íntimas no podían estar gravadas con ningún impuesto de valor agregado. 

En Francia, el IVA para los artículos de protección sanitaria femenina pasó del 20% al 5,5% desde enero de 2016. El Consejo de Ministros de Bélgica también aprobó en octubre del año pasado la reducción del IVA del 21% al 6% para esta clase de productos. 

En 2000, Reino Unido bajó del 17,5% al 5% la tasa para esta categoría de bienes, pero no contentos con eso, la presión social consiguió que el Parlamento aprobara una enmienda hace dos años para suprimir el IVA de las compresas, los tampones y las copas menstruales. 

Sin embargo, una serie de modificaciones que introdujo la Comisión Europea en enero de este año fuerza a este país a retrasar la vigencia del impuesto cero sobre este tipo de artículos al menos hasta 2022. 

En el otro extremo están Alemania e Italia, que gravan los productos de higiene femenina con un IVA del 19% y el 21%, respectivamente. 

Impuesto invisible

La invisibilidad sobre este asunto es tal que no existe un relevamiento periódico sobre los avances o retrocesos que el impuesto rosa tiene en cada país a lo largo de los años, reconocen desde el portal Economía Feminista. 

El estudio más completo y comprensivo realizado hasta ahora fue elaborado en Nueva York por el Departamento de Asuntos del Consumidor en diciembre de 2015. Tras analizar unos 800 productos de 90 marcas en 24 tiendas diferentes, el análisis mostró que había una diferencia de precio en el 42% de los bienes relevados. En promedio, las mujeres pagaron un 7% más que los hombres por el mismo producto. 

"El precio que se le cobra a una mujer por reservar una plaza en una habitación con otras mujeres es muy superior" 

En abril de 2015, también Facua (Consumidores en Acción) dio a conocer un informe comparativo sobre el precio de 103 envases de compresas y 70 paquetes de tampones en seis cadenas de supermercados. Así descubrió que las diferencias de precio podían variar hasta un 400% en función de la marca o del comercio. 

Economía Feminista se percató, por su parte, de que en hostales donde ofrecen alojamiento en habitaciones compartidas, "el precio que se le cobra a una mujer por reservar una plaza en una habitación con otras mujeres es muy superior al indicado a un varón que desea pagar por un lugar en una pieza compartida con otros varones", describe la cofundadora de esta entidad. 

Ante este desequilibrio en los precios, han surgido algunas campañas para concienciar sobre la preeminencia del impuesto rosa que las mujeres pagan sin darse cuenta. En Argentina, donde el IVA rosa alcanza el 21%, se lanzó la campaña #MenstruAcción, aunque el debate en la actualidad gira en torno a la aprobación de un proyecto de ley por la legalización del aborto legal y gratuito. 

El movimiento argentino Ni Una Menos, que desde 2015 cohesiona a miles de mujeres en todo el país para alertar sobre los feminicidios y la violencia contra las mujeres, presentó varios proyectos para que se suprima el impuesto de valor agregado para productos de uso femenino. También ha exigido que el Ministerio de Salud garantice su provisión gratuita en hospitales, cárceles y escuelas, pero de momento las propuestas no han tenido mayor eco. 

Soluciones al alcance

Para combatir el impuesto rosa, Economía Feminista recomienda que las mujeres hagan un consumo responsable, atentas a lo que eligen y a lo que compran. Una buena solución, sugiere Brosio, es dejar de adquirir las versiones feminizadas de los artículos. 

"Sin embargo esto no resuelve el problema de fondo ni tampoco es una opción disponible en todos los casos", concede. 

Un recurso que puede ser efectivo es el de denunciar y exponer públicamente, a través de las redes sociales, a las empresas o tiendas que recurran a este tipo de prácticas para delatar la existencia de este impuesto agregado que deben pagar las mujeres por el hecho de serlo.

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