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Pobreza El plan para paliar el calor en Madrid, un 'oasis' aún insuficiente para los sintecho

En el centro de la capital existe un colectivo de unas 50 personas muy vulnerables a estas situaciones porque son dependientes y sufren problemas de invalidez, alcoholismo o mendicidad.

Darío Pérez, a la izquierda de la imagen, en un acto conmemorativo del XIV aniversario del Samur Social, presidido por la alcaldesa, Manuela Carmena/ Ayuntamiento de Madrid.

Manuel Tapia Zamorano

Madrid, a las cuatro de la tarde de un día cualquiera del sofocante mes de julio. Los termómetros marcan 35 grados a la sombra, el asfalto desprende un calor del infierno y sólo los atrevidos grupos de turistas caminan por la calle con sus sombreros, sus cámaras de fotos y sus inseparables botellas de agua.

El verano en la capital es duro. Las altas temperaturas, la escasa brisa y el sol abrasador conforman un paisaje agobiante del que escapan los vecinos y los habituales de la zona centro.

Pero entre esas callejuelas y rincones del Madrid histórico asoma un colectivo mucho más vulnerable que en estas fechas sufre particularmente los rigores de la estación. Son las personas sintecho, que se afanan por buscar un espacio de sombra en el que colocar sus cartones y enseres para improvisar una morada que les sirva de protección.

Ellos no tienen casa, ni por supuesto aire acondicionado ni ventiladores. Y tienen que hacer frente como pueden a las situaciones de dependencia, invalidez, soledad, alcoholismo o mendicidad de las que son víctimas, y que se ven agravadas por las olas de calor.

A este grupo de riesgo -unas cincuenta personas se localizan por las calles del centro de Madrid según las estadísticas municipales- va dirigido un conjunto de actuaciones gestionadas por la Red de Asistencia a Personas sin Hogar, cuya finalidad es ayudarles a combatir los efectos del calor extremo.

Vehículo de asistencia del Samur Social/ Ayuntamiento de Madrid.

Vehículo de asistencia del Samur Social/ Ayuntamiento de Madrid.

Este dispositivo empieza a funcionar cuando las temperaturas se disparan en los meses del verano. Hay tres niveles de calificación del riesgo: normalidad, precaución y alto riesgo, este último cuando se superan los 38 grados centígrados o cuando la ciudad registra durante cuatro días consecutivos temperaturas máximas de 36,6 grados.

Difíciles de convencer

Los médicos y asistentes sociales se encargan de hacer un seguimiento singularizado de los sintecho y les recuerdan los riesgos de permanecer expuestos al sol durante buena parte de la jornada. Igualmente, les aconsejan que abandonen la calle para ingresar en uno de los centros de atención habilitados por el Ayuntamiento, objetivo que sólo se cumple en contadas ocasiones.

Darío Pérez, jefe del Departamento del Samur Social, ha explicado a este diario que en el caso de la atención a las personas sin hogar existe un problema de fondo que complica la labor asistencial.

“El problema”, precisa, “no es tanto el calor como la situación personal de alguien que tiene problemas de salud, y que tiene problemas de tipo cognitivo o psicológico, que le impide percibir la gravedad del hecho en sí”.

“Estas personas”, añade, “no es que rechacen entrar en un centro, sino que no reconocen ese riesgo y siguen con sus hábitos normales: no beben toda el agua que debieran, no cambian de ropa y alguno sigue con el abrigo puesto. Pasa lo mismo en el invierno: con temperaturas de cuatro o cinco bajo cero, ellos no tienen la percepción del riesgo que significa dormir a la intemperie sin abrigarse convenientemente”.

Anonimato y economías marginales 

El hecho de que estas personas sin hogar elijan la zona centro de las ciudades también tiene una explicación: por una parte tienen un mayor anonimato y son lugares donde es más fácil sobrevivir, gracias a la subsistencia o a las economías marginales.

El Samur Social cuenta con una partida presupuestaria de 27 millones de euros para atender las diferentes actuaciones destinadas al colectivo de personas sin hogar.

Los responsables del servicio insisten en que su propósito es ayudar “desde la calidez personal y la calidad profesional”, aunque reconocen que todo es mejorable. “A todos nos gustaría incrementar las dotaciones de los equipos o incorporar más recursos, pero nuestra sociedad tiene unos recursos limitados”, asegura Pérez.

“Lo que sí podemos garantizar”, concluye, “es que nuestro trabajo llega a todas las personas en situación de riesgo, y eso es muy importante. Tenemos una red pública de más de 1.200 plazas de acogida, a las que hay que añadir otras 600 plazas de la red social. Todos los que necesitan la ayuda están atendidos y a todos llega la ayuda”.

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